- En un mundo dominado por el cinismo, la ansiedad y el ruido, Wim Wenders invita a detenerse y apreciar lo sencillo.
STAFF / AR
CIUDAD DE MÉXICO.- En un mundo dominado por el cinismo, la ansiedad y el ruido, Wim Wenders invita a detenerse. A observar de otra manera. A descubrir lo sublime en lo más sencillo: lo humano.
Tal es la filosofía del mítico cineasta alemán, quien acaba de cumplir 80 años. Su obra (Las Alas del Deseo, París, Texas, Días Perfectos), afirma, no busca evangelizar, sólo pretende alumbrar otras posibilidades de existir.
“Mis películas intentan mostrar un mundo que aún conserva dimensiones humanas y decentes, nada más”, afirma, en entrevista vía correo electrónico.
“El cine sigue siendo un lugar increíble para las ideas utópicas. Sigue siendo la única institución con la capacidad de cambiar el mundo al cambiar nuestra visión de él”, agrega.
México (la Cineteca Nacional, en particular) es uno de los varios países que este 2025 ha alojado una gran retrospectiva para festejar su legado. ¿Qué es lo primero en lo que Wenders piensa al escuchar México?
“¡Viva Zapata!”, dice, en referencia al mítico filme, de 1952, de Elia Kazan sobre el famoso revolucionario.
“Y también: ¡que viva el Golfo de México!”, agrega, en un empático guiño a un conflicto reciente de la región.
Llegar a ocho décadas de vida es un hito. Para el de Dusseldorf, nuevas oportunidades para narrar historias con su poética mirada. Tras más de 30 películas, no tiene visos de parar.
“Llevo unos 12 años trabajando en una película en 3D sobre arquitectura, inspirada en la obra del arquitecto suizo Peter Zumthor. Ya casi la terminamos. Después espero poder abordar una película de ciencia ficción que llevo escribiendo mucho tiempo”.
Cuatro veces nominado al Óscar, Wenders es famoso, principalmente, por dos elementos en su trabajo. Este nómada cultural ayudó redefinir el concepto del viaje: lo importante es el desplazamiento, no el origen y el destino.
También por tomar una cámara como un acto moral. Jamás creó pensando en la taquilla o en los premios, sino en maravillarse con la humanidad. Como los ángeles de su aclamada Las Alas del Deseo (1987).
Días Perfectos (2023) es otro ejemplo. Exaltó la vida sencilla de un limpiador de baños públicos en Tokio. En la rutina, en una vida carente de conflictos y épica, hay también belleza.
“Hirayama (su protagonista) y su filosofía de modestia y cuidado por los demás surgieron del puro deseo de crear una alternativa sencilla y creíble a la avaricia y el egoísmo. ¡Hirayama fue un regalo! Tanto para mí como para cualquiera que lo viera y se dejara conmover por su bondad”.
Hace mucho, Wenders buscó ser pintor. En otra vida quizás habría sido rockero. La música es alimento espiritual, testifican la mayoría de sus películas (Paris, Texas, de 1984, con la guitarra de Ry Cooder) o documentales (Buena Vista Social Club, 1999).
Resulta inevitable cuestionarlo por sus recientes pasiones. Creyente de que el arte sonoro es metrónomo emocional, no se niega a enumerarlas.
“Billie Eilish. Laura Marling. Greg Brown. Caetano Veloso. Lou Reed. Acabo de viajar 400 kilómetros para ver una vez más un concierto de Bob Dylan”, comparte, con orgullo.
CINE HUMANO
Algunos celebran la irrupción de la Inteligencia Artificial al cine, Wenders la lamenta. Revolucionario, él pugna por lo humano.
“La IA lleva a soluciones sencillas y convenientes. Pero las grandes películas nacen de las dudas, de los errores y, sin duda, de la valentía. La IA no conoce eso. Jamás experimentará dudas, no admitirá errores y desde luego, no desarrollará valentía”.
Reconoce que continúa asistiendo a una sala oscura para dejarse embrujar por narraciones con luz y sonido. Está seguro de que el llamado séptimo arte no va a morir.
“Hay toda una generación de jóvenes que tiene dificultades para seguir una narración coherente durante hora y media. Ya no tienen la capacidad de atención para ese tipo de experiencia. Pero creo que la necesidad del cine como lenguaje y necesidad humana no cambiará.
“Incluso si las salas de cine desaparecieran -cosa que no creo-, en el futuro algunos jóvenes se reunirán frente a una gran pantalla en la oscuridad, se maravillarán y pensarán que es lo más genial que han vivido, así que reinventarán la experiencia”.
CONTRA EL NACIONALISMO
Lleno de optimismo vital, Wenders no se ciega ante los problemas sociopolíticos. Lamenta, por ejemplo, cómo se prioriza la individualidad, la riqueza y el bienestar de unos pocos “por encima de cualquier principio moral”.
“El equilibrio entre el bien común y el bien individual y privado se ha perdido por completo. La cantidad de riqueza acumulada por algunas personas supera cualquier noción de decencia. Es una locura: enferma a nuestras sociedades y nos envenena como humanidad”.
Nacido poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial, atajó otra preocupación en un reciente corto, Las Llaves de la Libertad. Con él llama a recordar que la paz (ya sea en Ucrania o Gaza) es responsabilidad de todos.
“La humanidad está a merced de un puñado de autócratas imprudentes que se burlan de la autoridad de la institución humana más prestigiosa, las Naciones Unidas.
“El peor enemigo de la paz es el nacionalismo. Desafortunadamente, está en auge en todas partes, porque la gente olvida con demasiada facilidad lo dañino que siempre ha sido. No es una solución a nada, es la raíz de nuestro peor problema”.
P: Tus películas hablan de conexiones humanas, espiritualidad y formas de vida. ¿Te sientes una rareza en el mundo?
R: Creo que muy pocas personas son cínicas por naturaleza. Sin embargo, últimamente el cinismo se ve potenciado y fomentado por las redes sociales, la televisión, la prensa y un clima social que prioriza la “individualidad”, la riqueza y el bienestar de unos pocos privilegiados por encima de cualquier principio moral que nos haya guiado en el pasado.
P: ¿Piensas en tu trascendencia como artista? ¿O quizás solo en la de tus películas?
R: Como cualquier “artista”, escritor, cineasta, pensador, músico, poeta, etcétera, creo que lo que nos importa es eso que mostramos al mundo, no nuestra aura personal ni nuestra trascendencia privada. Cualquier trascendencia que esperes que tu obra irradie y transmita sólo puede provenir de una creencia o una experiencia. De lo contrario, todo será algo falso.
P: Cuando miras atrás y ves tus viejas películas, ¿te reconoces?
R: Cuanto más mayor me hago, más me doy cuenta de que el niño que creció en la Alemania de posguerra soy yo y nadie más, que el joven que se fue a París para ser pintor también, igual que el tipo que regresó un año después tras una sobredosis de historia del cine en la Cinemateca Francesa, convencido ahora de que el cine era una increíble combinación de todas las artes y una “continuación de la pintura con otros medios”.
Y el hombre que hizo esas primeras películas inocentes es el mismo “yo” que responde a esta entrevista. Ese tipo pasó por muchos cambios, es cierto, pero fueron mis propios cambios y me reconozco en todos ellos. Espero seguir cambiando y seguir siendo yo mismo en el proceso: “Wimself” (juego de palabras entre su nombre y “él mismo”).




