Elmer Ancona Dorantes
Joel Lizandro, un adolescente de apenas 15 años de edad, fue asesinado de tres balazos cuando entregaba un misterioso “paquete” en el restaurante Rosa Negra, de Tulum, Quintana Roo.
De acuerdo con la Fiscalía General del Estado, “el móvil de este evento obedece al narcomenudeo, ya que el occiso presuntamente vendía drogas para un grupo delincuencial”.
Basta ver el rostro de este adolescente, en la Alerta Amber que la FGE difundió en medios y redes sociales, para darnos cuenta de que Joel Lizandro era apenas un niño.
El horrible asesinato no tuvo repercusión mediática, no fue tan comentado en las redes sociales, quizá porque la gente y los periodistas están más entretenidos con el circo mediático que todos los días nos ofrecen los políticos y gobernantes corruptos.
Es tanta la fascinación por todo este show político que arman los personajes ligados al poder, que ya los ciudadanos no se dan cuenta de lo que realmente es importante para la sociedad: las familias, nuestros niños y adolescentes, nuestros jóvenes.
Hoy el asesinato de un niño a manos del crimen organizado se normaliza de tal manera que pasa a ser una nota de tercera categoría, pasa inadvertida para los propios periodistas y para la sociedad en general. La sangre derramada de esos pequeños ya no conmueve.
Joel Lizandro era de Tekax, Yucatán, y junto con un primo de la misma edad fue trasladado por un desconocido a Tulum, para trabajar como albañil. Bajo engaños, sus aspiraciones de ser un hombre de bien se vinieron abajo. De tres tiros derrumbaron esos nobles propósitos. Lo acribillaron cobardemente.
¿Cuántos llevamos?
Así como Joel Lizandro, cientos de niños y adolescentes mueren año con año en manos del crimen organizado; los narcotraficantes los acechan, los cazan y se los llevan lejos con promesas redentoras de una mejoría económica. Y las autoridades no hacen nada. Se hacen de la vista gorda.
De acuerdo con la organización Reinserta, especializada en estos temas, en el 2018 las autoridades mexicanas estimaban que cerca de 460 mil niñas, niños y adolescentes tenían algún rol dentro de grupos delictivos organizados.
También señala que, entre enero de 2015 y mayo de 2025, los homicidios infantiles en México suman más de 11 mil, de los cuales más de cuatro mil corresponden a homicidios dolosos.
En el estudio Niñas, Niños y Adolescentes Reclutados por la Delincuencia Organizada, Reinserta advierte que, aunque este tipo de roles no necesariamente implican “muerte”, si hay elevados riesgos de perder la vida.
Aunado a esto, hay dolor y angustia, desequilibrios emocionales severos; los pequeños adolescentes, en muchos casos, son separados brutalmente de sus familias rompiendo todo vínculo sentimental.
Mientras tanto, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) reporta que entre enero y mayo del 2025, hubo 958 asesinatos de menores de 17 años en México.
Indica que de enero de 2015 a febrero de 2025 se registraron 25 mil 670 homicidios de personas de entre 0 y 17 años, de los cuales 10 mil 150 fueron homicidios dolosos en ese mismo rango de edad.
Estima que, en 2011, unos 35 mil menores de edad, específicamente niños, fueron cooptados por el crimen organizado.
Por su parte, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y la UNAM, en el “Estudio de Niñas, Niños y Adolescentes Víctimas del Crimen Organizado en México”, advierten que el número de homicidios de personas menores de 19 años pasó de mil 002 en 2007 a 2 mil 859 en 2017. La cifra casi se triplicó.
Además, alertan que este sector de la sociedad está en riesgo no sólo por la privación de la vida, sino también por la pérdida de familiares, el desplazamiento forzado, la explotación, el reclutamiento por grupos del crimen organizado o por quedar en zonas de alta violencia.
En el estudio no se especifica cuántos de esos homicidios de menores de edad están directamente vinculados al delito de “entrega de drogas” o al trabajo específico como “mensajero” o “halcón”. Se deduce, puntualmente, que el fenómeno es grave y afecta a muchos niños y adolescentes.
Después de conocer todos estos datos, la sociedad en general -más allá de los colores partidistas- debería estar indignada por el asesinato de Joel Lizandro, por los miles y miles de niños y adolescentes que todos los años son acribillados por el crimen organizado.
Pero no, todo parece indicar que esas muertes también se han normalizado, que ya no nos importan nada, y menos cuando esos asesinatos apuntan no sólo a los grupos delincuenciales, sino a los grupos de poder político enquistados en los diversos partidos, en las estructuras de gobierno. Qué pena por este México infanticida.
@elmerando




