El día que Trump dejó sin guion a la derecha mexicana

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POR KUKULKAN

HAY DÍAS en que la política mexicana ofrece escenas dignas de un documental sobre especies en extinción. El fin de semana, por ejemplo, el bloque conservador —ese enjambre siempre listo para aplaudir cualquier regaño extranjero que huela a naranja oxidado— amaneció con el paladar preparado para el festín: esperaban que Donald Trump, desde el escenario dorado del sorteo del Mundial, humillara públicamente a la presidenta Claudia Sheinbaum.

EN EFECTO, la fantasía era que el magnate dijera algo así como “México está mal”, “Sheinbaum no sirve”, “la frontera es un caos”… todo ese repertorio que ciertos opinadores locales repiten con la esperanza de que algún día se convierta en verdad. Pero el universo político, que últimamente tiene un humor casi británico, decidió jugarles una broma monumental.

TRUMP, el mismo que suele hablar de México como si fuera un vecino ruidoso con el pasto crecido, soltó una frase que cayó como meteorito en la sobremesa conservadora:

SHE’S a good president. She’s doing things well in Mexico. El silencio en algunos cuartos de guerra fue tan profundo que hasta se escuchó el crack del ego fracturándose. No faltó quien acusara sabotaje divino.

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OTROS pedían “verificar si de verdad lo dijo”, como si fuera un deepfake diplomático. La derecha digital entró en estado de duelo emocional. Pero la ironía del día aún tenía una vuelta más. La declaración política más fuerte del evento no vino de una negociación bilateral, ni de un comunicado, ni de esos discursos con banderitas atrás. No. Vino desde una pregunta lanzada por una conductora de deportes de TV Azteca. Sí, deportes. Sí, TV Azteca.

EL NIVEL de plot twist es digno de nominación al Emmy. Y ahí, por supuesto, entró a escena el fantasma inevitable: Ricardo Salinas Pliego. Ese empresario que —según señalan analistas y críticos desde hace años— mantiene una relación siempre polémica con los gobiernos federales por el tema de los adeudos fiscales que el SAT le ha reclamado históricamente. Y mientras ese expediente sigue su curso institucional, la narrativa en medios de su propiedad ha tomado un tono crecientemente beligerante hacia Sheinbaum.

SIN EMBARGO, el karma político es puntual: la pregunta de una periodista de su casa televisiva fue la que llevó a Trump a soltar el comentario que más dolió al bloque conservador. Ironías del destino, o de la línea editorial que a veces se muerde la cola. Vale la pena recordar —como susurran entre pasillos algunos veteranos de la 4T— que no siempre hubo esta distancia abismal.

EN 2018, cuando el gobierno de López Obrador apenas despegaba, Salinas Pliego logró posicionarse como algo así como un “puente empresarial”. Era la cara amable del capital ante el nuevo régimen. Pero cuando quedó claro que la política fiscal del gobierno no se movería al gusto de nadie, el puente se convirtió en catapulta. Y de ahí vino esa ofensiva mediática que sus críticos describen como sistemática: panelistas, columnistas, comentaristas, tuiteros profesionales… toda una sinfonía que asegura que “todo era mejor antes”, como si México hubiese sido un Edén neoliberal interrumpido por la 4T.

Y AHÍ entran también sus voceros políticos. Lilly Téllez, por ejemplo, que desde el Senado ha construido una marca personal basada en el maximalismo retórico: si el gobierno dice “buenos días”, ella anuncia tormenta. Si Sheinbaum aparece en público, ella decreta catástrofe. Una relación simbiótica en la que cada quien cumple su papel: uno editorializa, la otra dramatiza, y ambos alimentan ese relato nostálgico del prianismo perdido.

LO OCURRIDO el fin de semana fue un recordatorio incómodo: la narrativa conservadora depende profundamente del guion trumpista… y Trump decidió improvisar. Dijo que Sheinbaum es “buena presidenta”. Que México “va bien”. Que las cosas “se están haciendo bien”. De pronto, la derecha mexicana quedó sin libreto. Y, por primera vez en mucho tiempo, el villano favorito no quiso golpear al protagonista de su historia.

EL MENSAJE no vino del gobierno mexicano. Tampoco de Morena. Ni de un asesor. Vino del mismísimo Trump, el héroe naranja que muchos habían convertido en su ventrílocuo emocional. El pasado viernes, el bloque conservador esperaba una bofetada ajena para usarla como bandera. Pero lo que recibió fue una palmadita diplomática… dirigida a Sheinbaum. Y pocas cosas duelen más que descubrir que el villano que imaginabas de tu lado decidió sonreírle a tu adversaria.

@Nido_DeViboras

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