POR KUKULKÁN
EN ÉPOCA electoral, partidos políticos y candidatos suelen establecer puntos de referencia ideológicos “diferentes”, generalmente polarizados, para desmarcarse de sus oponentes y generar debate, dependiendo del partido en que militan o simpatizan, ya sean de “derecha” o de “izquierda”, y muchas veces con total desconocimiento del significado de estos y otros conceptos que acostumbran pronunciar repetidamente en sus discursos de campaña.
LOS CONCEPTOS de “izquierda” y “derecha” tienen sus raíces históricas en los tiempos de la Revolución francesa, en cuya convención de 1792 tomaron asiento, a la derecha de la sala, los girondinos, que eran los diputados moderados de la convención, que aspiraban a una fórmula transaccional entre los planteamientos de la monarquía y los planteamientos de la revolución; y hacia la izquierda de la sala los jacobinos, que pugnaban por conducir la transformación hacia sus últimas y más radicales consecuencias, decapitando sistemas políticos envejecidos.
EN LAS TORMENTOSAS sesiones de la convención se trabaron las más ardientes y profundas discusiones entre los diputados y, en el curso de ellas, se volvió usual que los de un lado de la sala se referían a los otros como los “diputados de izquierda” y estos a aquéllos como los “diputados de la derecha”. Así nació la terminología. Y a partir de este episodio, ya tan lejano en el tiempo, la teoría y la práctica políticas la adoptaron: son de izquierda las personas, los partidos y las instituciones que pugnan por el cambio social hacia adelante y de derecha que se oponen a toda mutación en la forma de organización social imperante, a cuyo amparo medran las clases o capas hegemónicas.
PERO a través del tiempo estos conceptos han flexibilizado sus significados hasta llegar a invertirse los papeles que originalmente representaba la derecha con los de la izquierda, y viceversa; todavía hoy se discute en la academia si la derecha se ha vuelto izquierda al impulsar determinadas reformas —la ‘globalización’ de la economía, el desmantelamiento del estado, la privatización de bienes públicos, la total apertura de los mercados, la transferencia del comando de la economía a manos privadas— y la izquierda se ha convertido en derecha al oponerse a ellas.
EN EL PASADO, por ejemplo, en función de la idea de libertad —libertad política, económica, religiosa, internacional— surgieron dos posiciones netas: la autoritaria, que era la derechista, y la tolerante, que era la de izquierda.
PERO a este punto de referencia se agregaron otros y otros a lo largo del tiempo. Y aparecieron muchos divisores de aguas —el papel del estado en la economía, la cuestión religiosa, la dependencia externa, la violencia, los límites de la propiedad privada, la distribución del ingreso, los derechos de la mujer, la planificación familiar, el control de la fecundidad, los alcances de la democracia, la aplicación de la robótica a las tareas de la producción, el asunto ecológico— que fraccionaron y complicaron la díada izquierda-derecha por los múltiples entrecruzamientos y combinaciones que promovieron; en otras palabras, los extremos se juntan.