Japón: Arte y literatura

1785
Japón
  • El poeta Eduardo Zambrano y la museógrafa Elisa Téllez presentan una selección de piezas de poesía y pintura de Japón que han trascendido.
EDUARDO ZAMBRANO* / AGENCIA REFORMA


CIUDAD DE MÉXICO.-En el marco de los Juegos Olímpicos en Tokio, el poeta Eduardo Zambrano y la museógrafa Elisa Téllez, gerente de Exposiciones y Colección de Marco, presentan una selección de piezas de la poesía y la pintura de Japón que han trascendido los tiempos.

Haikus y tankas Rica tradición poética

El gran hallazgo de la cultura poética del Japón entra a México y a gran parte de Hispanoamérica gracias al ánimo inquieto e innovador de José Juan Tablada. Sin ajustarse estrictamente al formato original, el haiku que llega a nuestro país igual luce por su contagio festivo con la naturaleza y la capacidad de asombro concentrado en unas pocas sílabas.

En mi caso, brincar de la poesía de Tablada a Basho, y de ahí a sus primeras escuelas de seguidores, fue algo natural: todavía recuerdo esa pequeña antología que consulté en la preparatoria. Y aunque el haiku sigue acaparando reflectores en Occidente, la tradición de la poesía japonesa es riquísima, desde certámenes de tankas en la Corte Imperial allá por los siglos 10 y 11, hasta la modernización de los distintos géneros literarios hoy en día.

Con el paso del tiempo, en la Biblioteca Franklin, de Monterrey, encontré muchas referencias de poemas japoneses traducidos al inglés; y de ahí mi afección a trasvasar a nuestro idioma ese espíritu del sincretismo por lo grandiosamente breve y profundamente simple.

En este pequeñísimo muestrario, los versos van desde la legendaria Murasaki Shikibu al emblemático Matsuo Basho, para luego entrar al mundo contemporáneo con los tankas de Takuboku; igual cada poema se diversifica temáticamente en distintas direcciones: el amor, el paso del tiempo, un dejo de pena, el asombro por una simpleza o un sorprendente sentirse vivo.

La selección inicia con dos tankas, continúa con tres haikus y concluye con otros tres tankas.


La misma bata,
pero hay en las dos mangas
distintas lágrimas,
de un lado hay amargura
y del otro el afecto.
(Murasaki Shikibu, ¿978?-¿1014?)


Un fuerte viento
como estruendo allá afuera
y ver entrar
el goteo de la luna
en esta casa en ruinas.
(Izumi Shikibu, 976-1030)


Entre la niebla
oculto el Monte Fuji
¡qué interesante!
(Matsuo Basho, 1644-1694)


Un bote anclado:
¿A dónde se habrá ido
la primavera?
(Yosa Buson, 1716 – 1783)


Bajo el cerezo
en flor, sentirse aún vivo.
¡Qué maravilla!
(Kobayashi Issa, 1763-1827)


dejemos que las yerbas
que crecen en el campo
hablen
tendrán lágrimas que dejar ir
tendrán canciones que cantar
(Yosano Tekkan, 1873-1935)


temiendo
que las mentiras de mi corazón
puedan ser escuchadas
rápidamente retiro el pecho
del estetoscopio
(Ishikawa Takuboku, 1886-1912)


he barrido fuera
todo ese polvo de literatura
y aun así
en un rincón de mi cuarto
parece haber todo el desierto de Gobi
(Tsukamoto Kunio, 1920-2005)

Pintura Arte emblemático

Elisa Téllez, gerente de exposiciones y colección de Marco hace esta selección de obras y describe algunas de sus características.

Kano Eitoku, “Painting of a Cypress”, ca. 1590, Colección Museo Nacional de Tokio

Obra aclamada como una de las más famosas de la historia del arte japonés (periodo Momoyama). Fue creada por Kano Eitoku, reconocido por su habilidad de capturar escenas naturales, manejando una técnica popular del siglo 16, fusuma o puertas de papel, sobre las cuales presentó la escena con una paleta simplificada, pero potente. Lo más relevante del trabajo se aprecia en la presencia solemne del árbol del ciprés que extiende sus raíces sobre la ladera, como un símbolo de opulencia y prosperidad, siendo que el ciprés era utilizado en lugares imperiales, edificios religiosos. La obra es considerada un tesoro nacional de Japón.

Kitagawa Utamaro, “Ten Studies in Female Physiognomy, A Collection of Reigning Beauties”, ca. 1800. Al parecer Asia Society tiene una obra. British Museum tiene otra.

Un ejemplo del género ukiyo-e, grabado en madera, Ten Studies in Female Physiognomy, A Collection of Reigning Beauties es una serie que recupera los estudios sobre la fisonomía femenina (bijin-ga), capturando aspectos sutiles de la personalidad y estados de ánimo de mujeres de todas las clases, edades y situaciones. Es una representación de la visión clásica de la mujer japonesa del siglo 19. En cuanto a la técnica Utamaro es reconocido por utilizar el grabado en relieve y aplicar polvo de plata y oro sobre el papel, pero a la vez matizar con un notable colorido.

Katsushika Hokusai, “The Dream of the Fisherman’s Wife”, 1814. El Indianapolis Museum of Art at Newfields tiene una copia.

Dedicado al género de estampas eróticas shunga, la trascendencia de esta obra ha sido tal que la imagen llegó a repercutir en artistas europeos como Félicien Rops, Auguste Rodin, Louis Aucoc, Fernand Khnopff y Pablo Picasso. Su temática es controversial entre la cultura occidental, ya que gira en torno a la conocida leyenda de Taishokan.

Suzuki Kiitsu, “Mountain Stream in Summer and Autumn”, Siglo 19. Colección Nezu Museum.

Es considerada una obra maestra de Suzuki Kiitsu, nombrada también como “una de las grandes obras maestras de la pintura de la escuela de “Rinpa”. Este artista en los últimos años ha sido revalorado y muestra de su majestuosidad es esta obra en la que domina un fuerte contraste de color con formas estilizadas, dándole una apariencia moderna a una obra del siglo 19.

Kawanabe Kyosai, Tiger, 1878. Colección Shogyoin Temple, Tokyo, Japón

Kawanabe Kyosai, Winter Crow on a Withered Branch, 1881. Colección Eitaro Sohonpo Co., Ltd.
La primera se considera una de las pinturas japonesas más emblemáticas de la historia, destacando por su técnica que combina materiales como la acuarela y la tinta para capturar los gestos del felino que simboliza la fuerza, el coraje, la elegancia y la longevidad. Pero “Winter Crow on a Withered Branch” de 1881, se considera otra de sus grandes obras y por la que obtuvo el gran premio en la categoría de pintura en una exposición en Japón el mismo año y es referenciada como la esencia de la pintura con tinta japonesa.

Katsushika Hokusai, “La gran ola de Kanagawa”, 1830-1832. En varias colecciones.

Probablemente la obra más reconocida del arte japonés y la más reproducida. Se realizó en la técnica tradicional ukiyo-e. Forma parte de la serie “Treinta y seis vistas del monte Fuji” que, en su conjunto, destaca por el particular color azul llamado “índigo de Berlín”, pigmento que en ese tiempo fue introducido por los comerciantes holandeses en Japón. La gran ola de Kanagawa sobresale del resto del grupo porque se centra en mostrar una escena con gran dramatismo, donde una ola azota a las barcas mientras en el fondo distante se aprecia el monte.
Fue elogiada por Vincent Van Gogh y fue utilizada por Claude Debussy en la portada de la primera edición de “La Mer” (El mar).

Fujishima Takeji, “Sunrise over the Eastern Sea”, 1932. Colección Museo de Arte Bridgestone.

Takeji recibió el encargo para conmemorar la ascensión al trono japonés del Emperador Hirohito en 1926. Resolvió representar un amanecer, evocando el símbolo nacional del Sol naciente y, para ello, viajó en busca de inspiración y de amaneceres perfectos en diversas partes de Japón y Taiwán. Sunrise over the Eastern Sea se ha considerado una obra maestra y es celebrada por su curiosa representación del horizonte que se encuentra suavemente con el mar en calma, tema recurrente de los pintores nipones. En su tratamiento técnico la pieza tiene influencias del impresionismo, pues Takeji es conocido por su impulso en el desarrollo del romanticismo y el arte impresionista dentro del movimiento artístico yôga (estilo occidental) en la pintura japonesa de finales del siglo 19 y principios del 20.

Kuroda Seiki, Lakeside, 1897. Colección Kuroda Memorial Hall.

Hoy en día, Lakeside es una pintura ampliamente conocida, expuesta de forma permanente en el Kuroda Memorial Hall. Ha sido reproducida en Japón, en diferentes tipos de medios, en libros de texto para niños, sellos postales, y se ha vuelto tan familiar que se considera la representante de la era Meiji o la imagen de una “belleza” japonesa moderna. Creada por Kuroda Seiki, considerado como el maestro de la pintura japonesa que contribuyó a la modernización de las artes en Japón, idealiza en sus obras la forma de la feminidad japonesa.

Yayoi Kusama, “Pumpkin”, 1946

Si buscamos un referente de pintura japonesa contemporánea hay que considerar a Yayoi Kusama. Aunque es conocida por sus instalaciones que muestran su interés en colores psicodélicos, repetición y patrones, su formación fue en la pintura tradicional japonesa nihonga. Con esta técnica fue que por primera vez pintó “Pumpkin”, 1946, una de sus temáticas principales, que vuelve a retomar en la década de los 70 del siglo 20 y que se ha convertido en su constante. Lo aborda en una serie de pinturas gigantes salpicadas de lunares negros a los que se refiere como “redes infinitas”, pero también en sus instalaciones y esculturas masivas colocadas en lugares públicos. Esta imagen no es la original, sino una de las consecutivas.

Takashi Murakami, “727”, 1996. Colección MOMA.

Otro representante en la escena del arte contemporáneo es Takashi Murakami. Sus pinturas DOB son probablemente las piezas más populares. Su valor ha ido creciendo de manera constante en el mercado del arte. Murakami presentó a su Mr. DOB en 1993, personaje híbrido, parecido a una caricatura, que reúne elementos de animación occidentales y japoneses, y que se convirtió en una de sus creaciones más famosas. Fue uno de los primeros personajes inspirados en la cultura del anime y el manga que surgieron en la era de la posguerra de Japón y se hicieron muy populares.

Yoshitomo Nara, “Knife Behind Back”, 2000. Particular.

Knife Behind Back, 2000 llamó la atención por sentar un récord en el mercado del arte. Pero más allá las cifras, su propuesta en una primera vista puede parecer inocente, con sus personajes ingenuos combinado con su estilo minimalista, pero al contemplarlos con atención adquieren un lado emocional y complejo con cierto toque sombrío. Yoshitomo Nara fusiona elementos del pasado de su país, como retomar ciertos rasgos de las máscaras teatrales tradicionales (Otafuku y Okame), con la época actual, al adoptar expresiones del manga.

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