Sufren obras sin fin por AIFA

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Sufren obras sin fin por AIFA
  • Localidades y municipios aledaños al AIFA recienten por las obras inconclusas generadas por la prioridad que le dieron a finalizar la obra de la terminal aérea.
JORGE RICARDO NICOLÁS / AGENCIA REFORMA

CIUDAD DE MÉXICO.- Tres años antes, los habitantes de San Miguel Xaltocan, un pueblo de mil casas semiurbanas entre las vías del Tren de Lechería y la Base Militar de Santa Lucía, imaginaban que a estas alturas serían un pueblo mágico y turístico, y no este lugar seco, lleno de baches, con una película de polvo en las hojas de los árboles y en los autos, acosado por remolinos que se levantan desde la inacabable construcción deL AIFA.

“Y ahorita está tranquilo, pero hay días en que se oscurece realmente, ¿usted cree que no vamos a tener problemas pulmonares?”, dice Fabiola Paredes Zambrano, presidenta del Comité de Seguimiento de Obras en Xaltocan, mientras una nube de polvo sube detrás de la cúpula esmeralda de la Iglesia de San Miguel.

Abajo, la remodelación de la plaza cívica a cargo de la Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano (Sedatu) tiene medio año de retraso y la población cruza entre zanjas, montones de tierra y grava, con los zapatos hundidos en el polvo.

Nada de eso imaginaban la tarde del 10 de marzo de 2019, en la Asamblea Comunitaria en el Auditorio Ejidal, adonde fueron convocados para que autorizaran el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) en la Base Aérea.

Si el Gobierno federal los consultaba, y de hecho fueron el único pueblo al que buscaron, fue porque la aprobación incluía ceder 304 hectáreas ejidales y 128 comunales a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), a cargo del nuevo aeropuerto, para el amortiguamiento y para las carreteras para éste.

“Por mayoría de votos a favor, cero en contra y cero abstenciones (la comunidad de Xaltocan) determina aceptar el proyecto”, indica el acta de la reunión a la que asistieron 626 asambleístas que expusieron una lista de peticiones agrupadas en 19 rubros: agua potable, aguas residuales, educación, salud, comunicaciones, infraestructura, seguridad, microempresas, reconstrucción de la iglesia de San Miguel dañada por el sismo y reconocimiento de Xaltocan como pueblo mágico.

“La comunidad será beneficiada con la lista de peticiones que por escrito presentaron en esta asamblea”, prometieron entonces los representantes del Ejército y la Sedatu.

“Es necesario un diálogo y no llevar a cabo una expropiación como sucedía en tiempos pasados”, presumió el subsecretario de Desarrollo, Daniel Fajardo.

Xaltocan era entonces un pueblo tranquilo de 10 calles a partir de las vías del Tren, en la salida a Nextlapan, y sólo algunos días veían pasar los aviones del Ejército hacia la Base.

Cinco calles hasta la plaza principal, el resto detrás de la iglesia hasta perderse en campo verde que acababa del otro lado de las vías, junto al alambre de la base militar. Allá fueron a plantar un campamento el 17 de junio de 2020, ya en plena pandemia de Covid-19, en protesta porque nada les habían cumplido.

“Dicen que por el coronavirus no han avanzado los trámites ¿y cómo es que ellos ya han avanzado tanto?”, dijo entonces la señora Miriam Sánchez (REFORMA, 18/Jun/2020), quien se quedó en el campamento más de una semana.

De todo eso, sólo consiguieron que el Gobierno reconociera la reubicación de un kínder, una primaria y una secundaria, la remodelación de la plaza cívica y el centro de salud, un centro cultural, un mercado y un puente sobre las vías del tren hacia Nextlalpan, la única obra terminada porque la hizo el Ejército.

“Y eso porque cerramos las vías del tren y el paso de material a la obra”, afirma el campesino Mauro Palma, quien participó en el campamento.

El 2 de octubre pasado, los pobladores impidieron la inauguración del puente debido a que las otras obras, a cargo de la Sedatu, no estaban terminadas.

En febrero de 2021, la dependencia adjudicó los trabajos con un plazo de siete meses, pero a la fecha siguen en obra negra. El mercado incluso fue reubicado a Santa Inés a unos 10 minutos en auto de ahí.

En octubre, la empresa Buma S.A. de C.V., a cargo de todas las obras excepto las escuelas, por 106.7 millones de pesos, dejó botados los trabajos con adeudo a los trabajadores y los contratistas.

Se contrató hasta enero a la empresa Darian para terminarlas en marzo, aunque hoy calcula apenas un avance de 85 por ciento.

“Hubo retrasos atribuibles a falta de materiales por la pandemia y fallas con las primeras empresas contratadas”, respondió la Sedatu semana pasada. Son excusas que los pobladores han oído todo este tiempo en que han visto cómo el poblado se quedó atrapado.

Desde el Circuito Exterior Mexiquense, siguiendo las vías del tren, el Ejército levantó una barda perimetral del nuevo aeropuerto, hasta el Municipio de Tonanitla, por donde pasará otra carretera de conexión.

La promesa es que algún día pasen por ahí el Tren Suburbano y el Mexibús y los autos, pero por ahora la barda sólo es un encierro.

“¿Usted cree que nosotros vamos a tener acceso directo al aeropuerto? ¿En que nos va a beneficiar aquí? Vea cómo estamos, en la ruina”, dice Fabiola Paredes en el centro cultural que levanta la Sedatu a unos metros de la barda.

Mientras los niños siguen estudiando en línea, acá hay tres edificios de ladrillo rojo en obra negra, los pisos son de polvo, no hay barda perimetral y los padres de familia se quejan de que la Sedatu no se quiere hacer responsable de los muebles y que ahora quiere dar un contrato de 16 millones de pesos a un vecino que fue a arreglarse directamente con un funcionario.

“No tenemos drenaje, no tenemos calles decentes y ahora nos van a acorralar, nos quieren hacer igual un Peñón de los Baños (el pueblo que quedó atrapado junto al Aeropuerto de la Ciudad de México)”, dice la presidenta del Comité de Seguimiento de Obras.

En 2019, la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) del nuevo aeropuerto estableció que se requerirían 750 mil litros de agua diarios para la construcción y 6 millones de litros diarios cuando estuviera en funcionamiento.

Según los pobladores, la Comisión del Agua del Estado de México (CAEM) les informó que el AIFA requerirá 29 pozos nuevos. En cambio, no han terminado la rehabilitación de dos pozos para Xaltocan y no han aceptado construirles uno nuevo.

“El Gobierno vino a prometer, ellos decían: ‘Pidan, pidan’, y nunca cumplieron. Tres años llevamos y nunca cumplieron nada”, dice la señora Lucila Rodríguez que camina sobre el piso de tierra junto a las escuelas.

Los obreros aún no ponen el concreto de lo que será la primaria y desde ahí alcanzan a mirar, detrás de la barda, la torre de control, la terminal aérea, una bandera, una escultura del General Felipe Ángeles, lo que los vecinos afirman que serán los depósitos de turbinas y un área por donde aseguran que correrán las aguas negras.

“El Gobierno trajo a su gabinete, dijeron que iba a haber titulación en tres meses ya son tres años, ahora piden entre 18 mil y 20 mil por el papel”, añade Rodríguez Paredes con gorra y cubrebocas no tanto contra el Covid-19, sino contra el polvo.

“Aquí sí nos pasaron a rechingar, perdone la expresión”, dice en una esquina de la plaza principal el vendedor de carpas asadas en hojas de maíz.

“Dijeron que iba a entrar un camino desde Tecamac para los turistas, ¿y dónde está? Dijeron que iba a haber un cuartel de la Guardia Nacional para dar seguridad y que la fregada ¿y dónde está? Los únicos beneficios que dicen, es lo que destruyeron y lo están volviendo a construir”, expresa.

En tres días no se logró hablar con nadie en este pueblo de 4 mil 600 habitantes que reconociera beneficios por el nuevo aeropuerto. En todo caso, decían, cuando ya entre el Tren Suburbano al AIFA, o hay que esperar a ver si ponen una estación del Mexibús o cuando terminen el centro de salud y pueda regresar la doctora.

“Nos ha perjudicado en tener el pueblo abandonado, las escuelas abandonadas, obras inconclusas, las calles mira cómo las tiene, según era uno de los proyectos que iban a estar mejor, en lo del drenaje todavía no hay proyecto de eso y según ya para el 21 está la inauguración del aeropuerto”, decía un taxista que iba sorteando baches hacia la salida.

Sobre el puente nuevo, que cruza las vías del tren, se puede abarcar completo el pueblo.

Aquí cerca, los ciclistas se tienen que subir a la banqueta de tan angosto que quedaron los carriles, hay un desorden de mototaxis y carros de volteo junto a la escultura de un guerrero azteca.

A la izquierda, en la carretera hacia Santa Inés, una pipa pierde frente al polvo rojo que levantan las combis y camionetas.

Debajo del puente, junto a la barda perimetral del nuevo aeropuerto, hay cientos de motos de los obreros y una calle cerrada con cascajo y llantas para impedir que los camiones ingresen.

Al fondo, se mira la torre del templo, con algunos árboles y más atrás las nubes de polvo del nuevo aeropuerto, que será inaugurado el 21 de marzo por López Obrador.

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