NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

LAS RAÍCES históricas de los conceptos de izquierda y derecha en la política datan de los tiempos de la Revolución francesa, en cuya convención de 1792 tomaron asiento, a la derecha de la sala, los girondinos, que eran los diputados moderados que aspiraban a una fórmula transaccional entre la monarquía y los planteamientos de la revolución; y hacia la izquierda los jacobinos, que pugnaban por conducir la transformación hacia sus últimas y más radicales consecuencias, decapitando al mismo tiempo testas coronadas y sistemas políticos envejecidos.

DURANTE las tormentosas sesiones de la convención se trabaron las más ardientes y profundas discusiones entre los diputados y, en el curso de ellas, se volvió usual que los de un lado de la sala se refirieran a los otros como los ‘diputados de la izquierda’ y estos a aquéllos como los ‘diputados de la derecha’. Así nació la terminología. Y a partir de ese episodio, ya tan lejano en el tiempo, la teoría y la práctica políticas la adoptaron. Son de izquierda las personas, los partidos y las instituciones que pugnan por el cambio social hacia adelante y de derecha los que se oponen a toda mutación en la forma de la organización social imperante, a cuyo amparo medran las clases o capas sociales hegemónicas.

SI BIEN hay especialistas que consideran anacrónica esta clasificación, se trata de una forma convencional para distinguir a las personas e instituciones en función de su actitud ante la vida, la cual nació de un episodio casi anecdótico de la convención francesa pero después la teoría política moderna la consagró. Y está dicotomía entre izquierda y derecha ha sido acogida hoy en el debate cotidiano de los partidos en su lucha por el poder en México de cara al proceso electoral de 2024 donde se renovará la presidencia, el Congreso de la Unión y nueve gubernaturas.

PURA lucha en el imaginario discurso de la oposición mexicana. En los hechos, las raras alianzas que se han venido dando entre izquierdas y derechas lo único que demostraron es que los partidos son instrumentos de grupos de poder fáctico que buscan controlar el gobierno para beneficio propio. Ni los estatutos ni los principios básico de PRI, PAN y PRD persiguen objetivos en común, son hasta opuestos por lo que incurren en contradicciones e incongruencias, pero han hecho a un lado sus convicciones ideológicas para unirse en el Frente Amplio por México con el ánimo, ese sí común, por destruir a su enemigo Andrés Manuel López Obrador, quien les ha afectado sus intereses privados con su modelo de política económica que privilegia a los pobres.

DE TODO han intentado en cinco años los adversarios del presidente mexicano para descarrilar su proyecto de la Cuarta Transformación en una lucha que ha sacado a flote la confrontación de ideas e intereses en la que se ha involucrado en la sociedad mexicana (‘aterrador’, según los opositores; ‘muy sano’, según el presidente), cuyos habitantes han venido tomado partido a favor de uno u otro bando. A cinco años de haber asumido la presidencia, López Obrador todavía conserva la mayoría de apoyo y respaldo de la población debido a sus políticas de bienestar para los sectores más vulnerables, reduciendo los índices de pobreza.

CADA éxito del gobierno de la 4T representa una pala de tierra más para la sepultura del proyecto neoliberal que gobernó durante 36 años en beneficio de un pequeño grupo de potentados dedicado a hacer negocios privados desde el poder. Por eso la feroz resistencia de la derecha mexicana, por la vía legal y mediática, para que fracasen los proyectos de infraestructura pública en todo el sureste del país porque eso le ganaría puntos al proyecto lopezobradorista para repetir en el poder al menos otros seis años, como se vislumbra a diez meses de que los mexicanos salgan a votar. A los partidos del Frente Amplio no los une el amor sino el espanto.

@Nido_DeViboras