NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

EN UNA DANZA de contrastes digna de la pluma más satírica de Molière, las arenas políticas de Quintana Roo se vieron sacudidas por los espectáculos montados por Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, en un intento por seducir a la afición local con promesas y, cómo no, el inevitable circo electoral. La primera, bajo el estandarte de ‘Sigamos Haciendo Historia, jugó a lo grande, congregando multitudes que, embriagadas de esperanza y fervor, colmaron espacios en Carrillo Puerto, Playa del Carmen y, con un despliegue masivo, en Cancún.

EN CONTRAPARTE, la representante de ‘Fuerza y corazón por México’ optó por un escenario más íntimo, la Universidad Anáhuac, marcando distancias no solo físicas sino, presumiblemente, ideológicas. Así, mientras Sheinbaum desplegaba su visión de un Quintana Roo impulsado por el Tren Maya y vibrante de justicia social, con becas para mujeres mayores y críticas a las privatizaciones amañadas, Gálvez apostaba por un renacimiento del turismo con la resurrección de entidades fantasmales como el Consejo de Promoción Turística, prometiendo, en un giro digno de un cuento de Kafka, no sólo mantener sino aumentar los programas sociales y becas, esos mismos que antes veía con ojos de escepticismo por considerarlos populistas.

NO CABE DUDA de que Sheinbaum, al grito de “Es un honor que Claudia esté aquí hoy”, supo movilizar el alma colectiva de una región ansiosa por seguir la ruta trazada por la Cuarta Transformación. Sus palabras resonaron en un Malecón Tajamar desbordante de entusiasmo, prometiendo un futuro donde el humanismo mexicano brille más que el sol caribeño. En cambio, Gálvez, en su solitario escenario, lanzó propuestas que sonaron a ecos lejanos de promesas ya escuchadas, en un intento por coser un tejido social desgarrado por años de políticas neoliberales y desatinos gubernamentales.

LA IRONÍA de todo este espectáculo radica en que, mientras una candidata hablaba de inclusión y desarrollo humano desde un foro abierto, la otra parecía remedar propuestas ajenas en un espacio que, aunque académico, no dejaba de tener un aire de exclusividad. Y aunque Gálvez aseguraba que no estaría contra proyectos que beneficien al país, como el Tren Maya, su oferta parecía un tanto desconectada de la realidad palpable en las calles y en las plazas, esas mismas que en sus eventos lucieron más bien como testigos mudos de una fiesta a la que pocos fueron invitados.

EN ESTA tragicomedia electoral, lo único cierto es que Quintana Roo se convirtió en escenario de un duelo de narrativas, donde el pueblo ya parece haber elegido y será el que finalmente decida cuál de estos dos mundos paralelos se materializará en los próximos años. Mientras tanto, el telón sigue arriba y el público, expectante, aguarda el próximo acto de este drama político que, sin duda alguna, aún guarda sorpresas bajo la manga.

@Nido_DeViboras