Alcanzan asaltos a obispo y sacerdotes de Orizaba

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  • El robo no sólo culminó en la pérdida de bienes materiales, sino que también representó un ataque directo a la Iglesia.
JORGE GONZÁLEZ

ORIZABA, VER.- En un giro alarmante de eventos que pone de manifiesto la creciente inseguridad en las carreteras de México, el obispo Eduardo Cervantes Merino de la Diócesis de Orizaba, y dos sacerdotes más, se vieron envueltos en un asalto masivo mientras transitaban por la autopista Puebla-Orizaba.

Ocurrido el pasado miércoles, este incidente se suma a una serie de robos que han sacudido la tranquilidad de los viajeros en este tramo.

El robo no sólo culminó en la pérdida de bienes materiales, sino que también representó un ataque directo a la Iglesia, al ser sustraída la insignia episcopal del obispo Cervantes, un símbolo de su autoridad espiritual otorgado por el Vaticano.

El caso ha resonado profundamente dentro de la comunidad eclesiástica y entre los fieles, destacando la vulnerabilidad de todos ante el azote del crimen.

La ola de solidaridad no se hizo esperar, con voces dentro de la Iglesia instando a una reflexión más profunda sobre la seguridad y la cohesión social en México.

El padre Marcos Palacios expresó su preocupación y llamado a la acción a través de las redes sociales, subrayando la importancia de la unidad y la oración ante tales actos de violencia.

Las autoridades estatales, representadas por Javier Aquino Limón, secretario del gobierno de Puebla, confirmaron el incidente, destacando que el asalto afectó a los ocupantes de siete vehículos.

El aumento en la frecuencia de estos robos ha llevado a un clamor por mayor seguridad en la región, especialmente en tramos conocidos por ser puntos críticos para asaltos aprovechando las condiciones de baja visibilidad y congestión vehicular.

Ante este escenario, se ha anunciado un reforzamiento de la presencia de la Guardia Nacional en la zona, con la esperanza de restaurar la seguridad y la confianza de los ciudadanos en las carreteras.

El incidente ha dejado en claro que la delincuencia no distingue entre sus víctimas, poniendo en jaque tanto la seguridad física como el patrimonio cultural y espiritual de la nación.

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