¿Olimpiadas Políticas?

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José Luis Carrillo

Estamos por iniciar los Juegos Olímpicos en París, Francia; conviene que hagamos un poco de historia.

En el año 776 antes de Cristo, se celebran los primeros Juegos Olímpicos de la Humanidad, con una sola competencia, la carrera de velocidad, misma que fue ganada ¡por un cocinero!

En el Siglo VI AC, se empieza a masificar el deporte, ya que se inicia la instalación de gimnasios públicos, por lo que este deja de ser exclusivo de la gente con recursos económicos.

Ya en el Siglo V AC, con la victoria de los griegos, lugar de inicio de las Olimpiadas; sobre los persas, se popularizan uniendo a los helenos en su ideal de cultura.

Es en el Siglo IV AC, cuando empiezan los “asegunes”, ya que la mayoría de las competencias son ganadas por atletas profesionales sobre los amateurs, lo que genera grandes críticas en la Grecia helenística, al priorizar el dinero sobre los ideales.

Sin embargo, históricamente está comprobado que los atletas que participaban en los Juegos Olímpicos, NO actuaban motivados por el Laurel y la Gloria para los pueblos que representaban, sino por las suculentas recompensas que los convertían en verdaderos profesionales.

¿En la actualidad sucederá lo mismo?

En el inicio, los Juegos Olímpicos se desarrollaban cada cuatro años, igual que en la actualidad; en Olimpia, en el Santuario a Zeus, y se realizaban entre finales de julio y principios de agosto, coincidiendo con la segunda luna llena, después del solsticio de verano.

Los triunfadores recibían por parte de los habitantes de las ciudades que representaban grandes recompensas económicas, llegando a sumar hasta 500 dracmas para los atenienses vencedores en Olimpia.

Suma considerable, si tomamos en cuenta que dos siglos más tarde, en época de Platón, un obrero especializado ganaba un dracma al día, esto sin soslayar que los respectivos gobiernos costeaban la elaboración de una estatua y sostenerle niveles de vida que no podría costearse el atleta por sí mismo.

También había castigos para los tramposos, como azotes corporales, o cárcel para los que quisieran sobornar a los jueces de las competencias.

Según lo relatado por Fernando García Romero, Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid; el Deportivismo siempre ha sido visto como un medio para allegarse recursos económicos para beneficio del atleta y su familia.

Vaya, para los atletas “plebeyos”, la única opción de participar en los Juegos Olímpicos era tener fortuna para convertirse en deportistas profesionales.

Incluso se habla de jóvenes humildes que destacaban por sus habilidades para el deporte, que eran apoyados por mecenazgos relevantes en su búsqueda de fama…y dinero.

Muchos pensarán… ¡Igual que en la Política actual!

No obstante, en la antigüedad también era cuestionado el excesivo respaldo financiero y social hacia los competidores, censurando a los griegos por gastar dinero y sentarse a observar “placeres inútiles”.

Y en 420 AC, Autólico se preguntó:

¿“Acaso lucharán contra los enemigos llevando discos en las manos”? Y agrega:

“Sería preciso entonces, coronar a los hombres sabios y a quien conduzca a la Ciudad, siendo un prudente y justo”.

Sin embargo, en el olimpismo actual, predominan los deportistas de élite, mismos que se caracterizan por anteponer la disciplina, y saben que la excelencia es la única manera de llegar al triunfo.

Muchos de ellos han usado sus logros deportivos para convertirse en parte del poder público en diversas posiciones políticas, muchos con resultados marginales.

¿Se necesitarán unos Juegos Olímpicos para que nuestros políticos compitan realmente con otros buscando la fama y la gloria, o acaso ya sucede?

Confieso que tengo más preguntas que respuestas…

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