NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

EL LUJO no es simplemente una acumulación de objetos costosos; es una necesidad de evocar experiencias inolvidables, de disfrutar lo intangible. Es pasión y sentimiento, conciencia y diferenciación. Sin embargo, en el escenario político mexicano, el lujo adopta una forma grotesca y desmesurada en la figura de Alejandro “Alito” Moreno, el sibarita dirigente nacional del PRI, quien se encuentra en el ojo del huracán por su ansia de perpetuarse en el trono tricolor.

POLÍTICO que ha convertido su vida en una oda al derroche, Moreno es propietario de una residencia en Lomas del Castillo, Campeche, que es un monumento a la extravagancia. No se trata de un techo donde vivir, sino de una declaración de poder y ostentación. Imagine por un momento apreciable lector, una cantina con la barra montada sobre un antiguo Cadillac. ¿Excentricidad? Sí, pero es sólo la punta del iceberg. Para un hombre que posee una mesa de billar sobre la réplica de un Ford Mustang 1965 color rojo, lo que importa no es el objeto en sí, sino la experiencia única y exclusiva que le brinda.

VALORADA oficialmente en 9 millones de pesos, pero estimada en 300 millones, la residencia de Moreno es un palacio de mármol y obras de arte. Las paredes ostentan piezas de los artistas oaxaqueños Eduardo y Fernando Andriacci, mientras que una escultura de “Timoteo” del escultor Rodrigo de la Sierra adorna uno de los patios. Una reproducción de la icónica “Marilyn crying” espera en el suelo a que se le haga espacio. Y, por si fuera poco, en su garaje descansan autos de alta gama, incluyendo un Lamborghini amarillo valorado en 12 millones de pesos.

PERO, ¿qué mueve a Moreno a este despliegue de opulencia? Tal vez una búsqueda desesperada de sentir lo que es ser único y exclusivo, de alcanzar una distinción que no puede lograrse sólo con dinero, aunque la realidad es que este espejismo de lujo ha atraído la atención de las autoridades, que lo investigan por enriquecimiento ilícito y peculado.

LA HISTORIA de “Alito” Moreno no es nueva en los anales del poder y la opulencia. Recordemos a personajes históricos como Calígula, el emperador romano cuya vida fue un carnaval de excesos y crueldades. Al igual que Moreno, Calígula rodeó su existencia de lujos inimaginables, construyendo un legado de extravagancia que terminó en desastre. También podríamos citar a Nicolae Ceaușescu, el dictador rumano cuya caída fue precedida por un régimen marcado por el despilfarro y la opulencia mientras su pueblo sufría.

ESTOS ejemplos históricos nos muestran que la acumulación de riqueza y la búsqueda desenfrenada de la exclusividad no sólo son efímeras, sino que a menudo conducen a la caída y la desgracia. Moreno, como sus predecesores históricos, parece olvidar que, al final del camino, el lujo y los placeres no trascienden la mortalidad. Al final de sus días, ni Calígula ni Ceaușescu pudieron llevarse algo de lo mucho que acumularon, y sus nombres quedaron marcados por la infamia.

EN POLÍTICA, como en la vida, el verdadero lujo reside en la integridad, la honestidad y el servicio a los demás. Alejandro Moreno, en su búsqueda de perpetuarse en el poder, haría bien en recordar que el lujo no es una cuestión de objetos costosos, sino de lo que estos nos hacen sentir. Y la sensación de ser recordado con respeto y admiración es un lujo que, lamentablemente, no puede comprarse.

@Nido_DeViboras