Consuma ‘Alito’ reelección en el PRI

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Consuma ‘Alito’ reelección en el PRI
  • Un auditorio a medio llenar fue el que permitió a Alejandro Moreno reelegirse como presidente de un PRI alicaído, destinado a la intrascendencia.
MAYOLO LÓPEZ / AGENCIA REFORMA

CIUDAD DE MÉXICO.- Un auditorio a medio llenar –con una mampara que tapaba la parte superior del inmueble– fue el que permitió a Alejandro Moreno reelegirse como presidente de un PRI alicaído, destinado a la intrascendencia.

“No somos los que quisiéramos, pero somos suficientes”, se defendió “Alito” en una deslucida ceremonia de toma de protesta para el periodo 2024-2028.

El campechano consumó su reelección con pírricos 440 votos de miembros del Consejo Político Nacional convertido para la ocasión –“farsa”, la calificaron los ex presidentes Dulce María Sauri, Enrique Ochoa y Pedro Joaquín Coldwell– en su instrumento personal.

“Votó por mí casi el 98 por ciento”, presumió Moreno en el epílogo de una jornada que para muchos puede representar el último clavo en el ataúd del Revolucionario Institucional.

Podían haber votado 600 consejeros políticos, pero sólo lo hicieron 448, si se toman en cuenta los ocho condescendientes que votaron por la diputada veracruzana Lorena Piñón, vestida de rojo de los pies a la cabeza. Votarían por Moreno, incondicionales, los coordinadores parlamentarios: el diputado Rubén Moreira y el senador Manuel Añorve, junto con sus compañeros de escaño, el sinaloense Mario Zamora y la zacatecana Claudia Anaya.

Hace cuatro años, en la primera elección que ganó, “Alito” salió avante, en consulta a las bases, con casi 2 millones de votos. En 2024, tras el sonoro descalabro del 2 de junio, ni siquiera votaron por él 500 consejeros.

Un remozado auditorio “Plutarco Elías Calles” fue el escenario para el ungimiento de Moreno, pero en el que brillaron por su ausencia los ex gobernadores y los jerarcas de la CTM, CNOP y CNC.

La senadora tlaxcalteca Beatriz Paredes, la de mayor renombre en las filas priistas, dejó solo al dirigente. Las únicas porras que retumbaron fueron las de los cuadros juveniles, los que ocuparon el grueso de las butacas del auditorio.

Pero fue un veteranazo el que tomaría la protesta a Alejandro Moreno: Augusto Gómez Villanueva, quien, según confió, por primera vez ha tenido el honor de protagonizar tal suceso.

El cenecista ha visto desfilar un titipuchal de dirigentes. “Desde (Alfonso) Martínez Domínguez… no, no es cierto”, acotó. “Desde  (Alfonso) Corona Rosal. Desde 1956 para acá. Éramos dirigentes de la juvenil del partido con el general Corona”.

“A cada uno de nuestros presidentes le ha tocado una etapa de crisis. ¿Y por qué digo de crisis? Porque normalmente los presidentes que fueron formando parte de las diferentes sucesiones, fueron decisiones que el Presidente de la República asumía en función de las cuestiones de carácter económico que obligaban a orientar el desarollo del país”, recordó en entrevista.

Gómez Villanueva dijo que sentía “un gran orgullo” por haberle tomado la protesta de rigor al dirigente recién reelecto.

“Estoy consciente de que el presidente Alejandro Moreno es un presidente que logró hace cuatro años, a través de una consulta a la base, 2 millones de votos. Y durante esos años hemos compartido la Cámara de Diputados. Y Alejandro, a partir de ese momento, recibió no solamente agresiones y calumnias –y todo lo demás–, pero él siempre mostró una gran firmeza ante expresiones que pretendían debilitar su fuerza moral”, señaló.

Ataviado con chamarra roja, “Alito” lo primero que dijo en su mensaje fue que había sido ya electo presidente del partido a través de un par de métodos igualmente democráticos.

“Y hay que decirlo para que a algunos que lo quieran olvidar, lo tengan muy presente: Carolina Viggiano y un servidor, obtuvimos cerca de 2 millones de votos en el pasado proceso. Y el día de hoy, tuvimos el respaldo de más de 97 por ciento de los priistas. Tan democrático un proceso como el otro.

“No somos pocos, para que luego nos digan que debíamos llenar dos o tres sillas”, indicó.

Ajeno a los cuestionamientos que en el curso de los últimos días han expresado Sauri, Ochoa, Joaquín Coldwell y Manlio Fabio Beltrones, el dirigente defendería el ejercicio: “Este proceso se caracterizó por un desarrollo abierto, transparente, competitivo y en igualdad de circunstancias”, reviró.

Con apenas una dosis de autocrítica, reconocería que el partido ha “perdido terreno, apoyo popular y cargos de representación (ya sólo tiene las gubernaturas de Coahuila y Durango). Pero no podemos ni debemos sucumbir ante el fatalismo”.

Lejos del jolgorio y barullo tricolor de otros tiempos, el dirigente se sabía casi solo. No tuvo más remedio que admitirlo.

“No somos pocos, para que luego no digan: ‘les hizo falta llenar dos, tres sillas’. Aquí están los que tenemos la responsabilidad y el compromiso de participar en este proceso. No somos los que quisiéramos, pero somos suficientes y somos los que vamos a librar al PRI del letargo y de las ataduras del pasado”.

Casi sonó a epitafio.

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