NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

¡VAYA, vaya! Parece que Quintana Roo está en plena temporada de “cacería de elefantes”… pero no hablamos de una expedición por la sabana africana, sino de los majestuosos elefantes blancos que los pasados gobiernos neoliberales dejaron regados por el estado. Y no, no son precisamente atracciones turísticas, aunque bien podrían serlo por lo absurdas que resultaron. En tan sólo dos años, Mara Lezama, la primera gobernadora del estado, ha demostrado lo que sus antecesores no pudieron hacer ni con años de “experiencia” (entiéndase saqueo).

SÍ, MARA ha puesto manos a la obra para limpiar el desastre, o mejor dicho, los monumentos al ego de sus predecesores. Porque aquí no se trataba de hacer obras para el beneficio del pueblo, ¡por favor! Eso sería demasiado aburrido. Mejor dejemos “obras faraónicas” que prometan grandes cosas, pero que al final terminen siendo costosos estorbos que ni funcionan ni generan lo que tanto alardearon.

TOMEMOS como ejemplo el tristemente célebre Auditorio del Bienestar, esa mastodóntica construcción que, si lo pensamos bien, tal vez Roberto Borge y su equipo creían que su sola presencia iba a solucionar los problemas de espectáculos en Cancún. Spoiler alert: no pasó. El auditorio, desde su inauguración en 2015, nunca funcionó como debía. ¿El problema? Nada más y nada menos que ¡fallas estructurales! Así que, claro, lo más prudente fue dejarlo ahí, pudriéndose bajo la lluvia y el sol del Caribe, mientras los recursos del pueblo se iban por el caño. Hoy, Mara tiene la encomienda (y el reto) de decidir si se invierte más dinero en él o si, francamente, es mejor demolerlo. Tal vez la segunda opción sea más sensata, aunque claro, siempre habrá quienes extrañen el grandioso monumento a la incompetencia.

PERO esto no es todo, no nos olvidemos de la famosa Megaescultura en Chetumal, esa otra joya del dispendio que lleva casi 20 años en el limbo. A lo largo de cuatro administraciones se le siguió metiendo dinero, como si al echarle millones encima, de pronto surgiera algo útil. Fue hasta Mara quien finalmente decidió darle un propósito. ¡Y vaya que se necesitaba uno! Ya la tenemos como espacio cultural, aunque sigue siendo un recordatorio constante de cómo se gastaron 400 millones de pesos en… ¿qué? Ah sí, en “arte”, pero arte que, de paso, no sirvió de nada durante casi dos décadas.

NO PODEMOS hablar de elefantes blancos sin mencionar el Parque Industrial con Recinto Fiscalizado Estratégico. Suena impresionante, ¿verdad? Pues no tanto cuando te das cuenta de que se quedó a medias, como casi todo lo que tocaron las administraciones anteriores. Con una inversión inicial de 100 millones de pesos, parecía que el estado estaba listo para convertirse en un polo industrial. Sin embargo, a alguien se le olvidó un pequeño detalle: atraer a los inversionistas. ¿Resultado? Un parque industrial que no termina de funcionar porque no tiene lo primordial: empresas. Es como construir un estadio sin deportistas, pero con una buena dosis de sobrecosto y promesas rotas.

Y SI CREÍAS que no podía ser peor, hablemos del Complejo de Seguridad Pública C5. Nada más y nada menos que 2 mil 500 millones de pesos supuestamente invertidos en una infraestructura de vigilancia tecnológica que prometía reducir los índices de criminalidad a base de cámaras y equipo de monitoreo. Pero como en la mayoría de las obras de esos años, el gran plan resultó ser pura fachada. En papel, el C5 fue proyectado como un centro de seguridad que parecía ser la solución mágica para el problema de la criminalidad en el estado, pero que terminó siendo un cascarón sin equipo, sin personal y, lo más grave, con una deuda monumental. Porque, claro, si vas a hacer algo mal, ¡hazlo en grande! En lugar de dejar que esos elefantes blancos sigan acumulando polvo y deudas, Mara Lezama busca darles un uso y con ello se está ganando el respeto de muchos que ya habían perdido la fe en un gobierno que realmente se preocupara por el estado.

@Nido_DeViboras