Se refugiará AMLO en el trópico

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Se refugiará AMLO en el trópico
  • Como lo dijo en el 2016, López Obrador pasara sus días tras dejar la presidencia de la república en la quinta “La Chingada” en el estado de Chiapas.
JORGE RICARDO / AGENCIA REFORMA

PALENQUE, CHIAPAS.- Cuatro guacamayas levantan el vuelo sobre el verde amotinado de las ceibas, los flamboyanes, maculis, guayacanes, platanares y palmeras de la quinta “La Chingada”.

En la mañana, a esa hora en que las cigarras y los monos saraguato comienzan su concierto. El trópico se despierta casi al mismo tiempo que la neblina y el expresidente Andrés Manuel López Obrador cuando iba cada día a sus conferencias mañaneras.

Es la quinta de sus sueños. Ciento 33 mil 410 metros cuadrados, el único punto verde que queda casi dentro de la ciudad de caos y calles que suben y bajan, con banquetas de dos y tres escalones. A donde planeó volver desde el año 2000.

A menos de 5 kilómetros de la finca hay una estación del Tren Maya. Otra del Tren Interoceánico, un nuevo campus del IPN, una sucursal del Banco del Bienestar donde podrá cobrar la pensión que también cobran los que no tenían derecho ni a un pago después del retiro.

Hay un hospital de ISSSTE inaugurado por López Obrador el 14 de septiembre que aún no funciona. Se construye un cuartel de la Guardia Nacional. Hay un parque renovado y avanza la obra de la primera plaza comercial de Palenque, “Plaza las Flores”

Detrás de la finca está la zona arqueológica de Palenque, con un sendero de 6 kilómetros, con su rumor de selva, las vacas comiendo en la neblina, por donde el expresidente podría caminar pensando en el vacío de poder que ya no tiene. Y es mejor y es peor.

En el taller mecánico de junto, una lona advierte a los ladrones que los vecinos están organizados. Sobre el portal negro de la quinta, junto a la marquesina roja, cuelga una cámara de vigilancia que no estaba apenas en octubre. Una cuadrilla de trabajadores instala en la barda una concertina de cuchillas, que López Obrador no requería cuando era presidente.

Dos jóvenes con bermudas vigilan la entrada de la casa de campo. Prohíben las fotos cuando se abre el portón y se ve el sendero arbolado y el musgo verde de los troncos. Dos más vigilan adentro, sentados en sillas de plástico debajo de una ceiba, junto a la casa de tejas rojas y las paredes blancas de dos plantas.

Otros trabajadores clavan tablas, cortan losetas y, salvo eso y la seguridad, nada dice que ya viene un expresidente.

Ahí pasará el resto de sus días. Lo prometió desde 2016 con la vista puesta en 2018: “Si el pueblo de México se manifiesta en 2018 por un cambio de fondo y me da su confianza, vendría a la quinta como ahora, de vez en cuando; pero si la mayoría de la gente dice que no me quiere gobernando o los de la mafia del poder nos lo impiden, entonces sí me iría literalmente a ‘La Chingada’. Es mi plan B: refugiarme en este lugar maravilloso”, dijo.

CAMBIO DE AIRES

Un trabajador de la cuadrilla ha salido de la quinta. Habla en la mañana gris, de neblina y polución, en la orilla de tierra gris de la carretera Palenque-Pakalná. “Me salí para hablarte. Es que adentro nos quitan el celular en la caseta de vigilancia”, dice.

López Obrador heredó la quinta en el año 2000, una vez que murieron sus padres. La escrituró en 2007, y en 2015, cuando viajaba a Villahermosa en un auto con su esposa Beatriz Gutiérrez y sus cuatro hijos, dictó su testamento para heredarla. Se reservó el derecho al usufructo. “Porque deseo vivir cuando pueda y hasta que muera en la quinta ‘La Chingada’”.

El terreno de junto lo heredó Jesús Martín López Obrador, uno de sus siete hermanos, y quien lo mantiene en venta: 2 mil 671 metros cuadrados a un costo de 15 mil pesos por metro cuadrado o a 70 pesos si es en renta.

Tras los 2 mil 131 días que gobernó, López Obrador cambiará el despertar con los gritos de los vendedores ambulantes en el Centro Histórico de la Ciudad de México, por el rumor de las cigarras, los gritos de las guacamayas y de los monos saraguato. Por el difuso amanecer de la neblina.

Buscará la paz en el trópico, donde —lo ha escrito— el desafío es conciliar la razón con la pasión. “Y, hasta ahora, no conozco a nadie que haya podido lograrlo”.

Ya lo advertía en su libro “Entre la historia y la esperanza: corrupción y lucha democrática en Tabasco”, de 2015: “Aquí todo aflora y se sale de cauce. En esta porción del territorio nacional, la más tropical de México, los ríos se desbordan, el cielo es proclive a la tempestad, los verdes se amotinan y el calor de la primavera o la ardiente canícula enciende las pasiones y brota con facilidad la ruda franqueza”.

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