- A casi una década de gobierno, sus errores lo tienen al borde de la renuncia.
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.– La imagen impecable de Justin Trudeau como líder progresista, carismático y moderno, que en 2015 prometía renovar la política canadiense, se ha ido desmoronando a paso firme. Una serie de errores, escándalos y controversias han erosionado su popularidad, debilitado su gobierno y abierto un abismo político que hoy lo tiene al borde de la renuncia. A la sombra de amenazas arancelarias de Donald Trump, con un gabinete en desbandada y una creciente percepción de sumisión frente a potencias extranjeras, Trudeau enfrenta su momento más crítico.
Inicio del declive
El deterioro de su imagen comenzó casi desde el inicio de su mandato. En 2016, aceptó unas polémicas vacaciones en la isla privada del Aga Khan, líder espiritual y filántropo con vínculos económicos con el gobierno canadiense. El Comisionado de Ética determinó que Trudeau había violado las leyes de conflicto de intereses.
No pasaron muchos meses cuando el famoso “Elbowgate” hizo su aparición: en una sesión parlamentaria, en un intento torpe por apresurar una votación, Trudeau golpeó accidentalmente con el codo a una diputada. Aunque se disculpó, el episodio lo mostró como un líder imprudente.
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El golpe más severo llegó en 2019, cuando el entonces brillante discurso de Trudeau sobre la ética y la transparencia se fue por la borda con el escándalo SNC-Lavalin. La exministra de Justicia, Jody Wilson-Raybould, lo acusó de presionarla para intervenir en un caso judicial contra la empresa SNC-Lavalin, implicada en corrupción. La denuncia causó un terremoto político: Wilson-Raybould y otros miembros del gabinete renunciaron, mientras el Comisionado de Ética determinaba que Trudeau había violado nuevamente las leyes de conflicto de intereses.
Ese mismo año, otro escándalo empañó su reputación. Salieron a la luz fotografías y videos de Trudeau usando maquillaje racial (“blackface” y “brownface”) en eventos anteriores a su carrera política. Para un líder que pretendía encarnar el progresismo inclusivo, fue un golpe directo. Lo que parecía una mancha personal terminó convirtiéndose en un símbolo de hipocresía política.
La llegada de la pandemia de COVID-19 en 2020 puso a prueba su capacidad de respuesta. Aunque Canadá logró controlar los contagios, Trudeau enfrentó críticas por la lenta distribución de vacunas al inicio de la crisis y por la falta de apoyo a los sectores económicos más golpeados por las restricciones.
Ese mismo año, la controversia volvió a tocar su puerta: el gobierno otorgó un contrato millonario a la organización WE Charity para un programa de becas estudiantiles. Pronto se descubrió que la familia de Trudeau tenía vínculos financieros con la organización. El escándalo, una vez más, levantó sospechas de corrupción y falta de ética.
Renuncias, sumisión y Trump
El escenario actual de Trudeau es desolador. Su gobierno ha implementado políticas migratorias restrictivas, alejándose del tradicional aperturismo canadiense, lo que ha generado críticas tanto internas como externas. A esto se suman las renuncias clave dentro de su gabinete: la salida de la viceprimera ministra y ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, marcó un punto crítico. Freeland, cercana aliada de Trudeau, dimitió citando diferencias sobre la dirección económica del país. Su partida fue seguida por otros nombres como Sean Fraser, Ministro de Vivienda, y Randy Boissonnault, Ministro de Empleo.
Mientras tanto, Trudeau enfrenta el desafío más incómodo: Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos, ha amenazado con imponer aranceles del 25% a Canadá. En lugar de responder con firmeza, Trudeau corrió a Washington en un intento por calmar las aguas, solo para ser recibido con la acostumbrada frialdad de Trump. Lo más humillante llegó cuando Trump, en un arranque de sarcasmo, sugirió integrar a Canadá como el estado 51 de la Unión Americana.
El gesto de Trudeau fue interpretado como una sumisión diplomática que no gustó ni en Canadá ni entre sus aliados. A diferencia de Claudia Sheinbaum, presidenta de México, quien ha propuesto una estrategia regional para enfrentar los desafíos económicos con Estados Unidos, Trudeau ha optado por capitular en lugar de liderar.
El ocaso de Trudeau
La suma de escándalos, errores de gestión y una actitud complaciente frente a Trump y otros líderes como el presidente chino, Xi Jinping –con quien también ha tenido tensiones políticas–, ha dejado a Trudeau en una posición insostenible. La combinación de críticas internas, renuncias clave y una población desencantada han llevado a rumores crecientes sobre su posible renuncia.
De ser el líder carismático que enamoró a los canadienses en 2015, Trudeau ha pasado a ser un político cuestionado, un líder debilitado y, para algunos, un símbolo de sumisión. Si renuncia en las próximas semanas, no será una sorpresa: será simplemente el epílogo inevitable de una serie de deslices que le costaron el favor de su pueblo.
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