Por KUKULCÁN
SOBRE vastas extensiones del México contemporáneo, donde los mandatarios suelen ser más terrenales que divinos, emerge una figura que parece haberse inspirado directamente en las páginas más ostentosas de la historia francesa: Samuel García, gobernador de Nuevo León, se perfila como el “Rey Sol” del siglo XXI, con un toque de caricatura y un reino de concreto y terrenos sin igual.
NO EXAGERAMOS, los números hablan por sí mismos. Don Luis XIV, el Rey Sol, levantó su Palacio de Versalles sobre 800 hectáreas como símbolo de poder absoluto y divino. Samuel, con 700 hectáreas en Burgos, Tamaulipas, y 17.6 más en la exclusiva Mesa de la Corona, está decidido a no quedarse atrás en esta competencia póstuma por el lujo inmobiliario. Claro, guardadas las proporciones, porque mientras Luis XIV tenía la bendición divina, Samuel se aferra al “fideicomiso providencial” y a notarios públicos que bien podrían ser declarados santos patronos de las escrituras bien lubricadas.
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EL TERRENO recién adquirido en Burgos no es cualquier parcela. Con dos represas, una alberca, una zona de helipuerto, dos casas y áreas sociales (porque hasta los plebeyos que visiten merecen un asado regio en condiciones), el lugar comienza a perfilarse como un rancho cinegético de primer nivel. Y si algo faltara para la comparación con los monarcas de antaño, ya se habla de una sala de trofeos donde se exhiben animales exóticos de caza. En la corte de Samuel, al parecer, la opulencia no se mide en oropeles, sino en cabezas disecadas.
EL PUEBLO murmura, como lo hizo alguna vez la corte francesa. “¿Quién se cree este hombre?”, susurran ejidatarios tamaulipecos mientras observan las patrullas de Fuerza Civil escoltando al mandatario. Tal como Luis XIV, Samuel también entiende la importancia de llegar con estilo: si no es en su caravana terrestre, es en helicóptero. Porque un gobernador del pueblo no pisa el lodo; eso es para campesinos, no para los reyezuelos del noreste.
EL ARTE de adquirir sin explicar. Luis XIV consolidó su poder con estrategias diplomáticas y guerras; Samuel lo hace con “daciones de pago”. Según el gobernador, el terreno en la Mesa de la Corona no fue una compra, sino un acuerdo por servicios jurídicos prestados. ¿Quién necesita guerras cuando tienes un despacho jurídico que convierte terrenos millonarios en pagos de factura?
EL PREDIO de Burgos, adquirido a través de la empresa familiar Saga Tierras y Bienes Inmuebles, también tiene un aroma peculiar. Cedido originalmente por la familia Garza Ponce, cuyo apellido resuena fuerte en los contratos del estado, la operación se formalizó ante el Notario Público favorito de la familia García. ¿Coincidencias? Claro, como las estrellas en el cielo que alumbraban a Luis XIV mientras se proclamaba el astro central de su reino.
EL ESCÁNDALO ha provocado que personajes de su partido, como el senador Luis Donaldo Colosio Riojas le exijan explicaciones, el gobernador sigue en su burbuja dorada. “Cuando somos funcionarios, incluso si tienes ese poder adquisitivo, es mejor esperar para evitar malos entendidos”, señaló Colosio, con un tono que oscila entre el escepticismo y el sentido común. Pero, ¿acaso los reyes se preocupan por el qué dirán? Luis XIV no toleraba que sus súbditos vivieran con mayor lujo que él. Samuel parece compartir ese espíritu, asegurándose de que ni sus ministros ni sus críticos puedan competir con su reino inmobiliario. Porque en el norte, los tronos no se forjan con votos, sino con escrituras notariadas y terrenos estratégicos.
SIN EMBARGO, y aquí radica la tragedia, el trono y la corona parecen quedarle grandes a este aspirante a monarca. Don Luis XIV entendía que la pompa debía venir acompañada de un gobierno que, al menos, simulaba estabilidad y orden. Samuel, en cambio, gobierna un estado con crisis de agua, inseguridad y polarización política. Mientras los habitantes de Nuevo León enfrentan sequías y rezagos, su gobernador juega a ser rey en Burgos.
LUIS XIV dejó un legado arquitectónico e histórico que aún deslumbra. Samuel, por ahora, deja terrenos y dudas. Tal vez, dentro de 300 años, el rancho de Burgos será un museo donde las futuras generaciones se pregunten cómo un gobernador convirtió su mandato en una campaña inmobiliaria. Hasta entonces, nos queda observar, con ironía y un toque de envidia, cómo se escribe esta peculiar historia de reyes modernos.
PORQUE si algo nos ha enseñado la historia, es que los tronos elevados suelen desplomarse con más estruendo. ¿Será este el caso del “Rey del Noreste”?