El silencio de las y los ausentes

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Por KUKULKÁN

UNA VEZ MÁS, y con una claridad que no admite ambigüedades, la presidenta Claudia Sheinbaum lanzó un llamado enérgico —más bien un ultimátum disfrazado de diplomacia— a los gobernadores y gobernadoras de este país. La consigna es simple: presentarse diariamente a las mesas estatales de seguridad que, por mandato, están obligados a coordinar. En caso de que alguien no lo tenga claro, gobernar no es únicamente posar para las cámaras o cortar listones; también implica enfrentar el lado incómodo de la silla: la seguridad pública.

ES DIFÍCIL no preguntarse qué tan ocupados pueden estar algunos mandatarios para justificar su ausencia en un asunto que, literalmente, define si sus ciudadanos duermen en paz o con miedo. Según la presidenta, todavía hay quienes no se asoman a las reuniones ni una vez por semana, y ahí están los resultados: reportes de violencia que, en algunas entidades, parecen boletines de guerra.

PERO, ¿quiénes son esos mandatarios que consideran que su tiempo es demasiado valioso para invertirlo en resolver los problemas de sus gobernados? Aunque Sheinbaum no ha publicado una lista negra (todavía), es evidente que el silencio de los ausentes tiene consecuencias palpables. Porque, seamos sinceros, la inseguridad no se combate con discursos bonitos ni estrategias dictadas desde el confort de un despacho a cientos de kilómetros del epicentro del problema.

EL ARTE de no estar. Aparentemente, para ciertos gobernadores, las mesas de seguridad son un espacio prescindible. Tal vez prefieren delegar la tarea a algún secretario con menos responsabilidades y más paciencia. Al fin y al cabo, si los índices delictivos no mejoran, siempre pueden culpar al gobierno federal, al clima, o a la alineación de los astros.

IRÓNICAMENTE, en las entidades donde los mandatarios sí asumen su papel protagónico, los resultados tienden a mejorar. No es magia ni casualidad, sino la consecuencia lógica de involucrarse en la toma de decisiones, coordinar acciones y, sobre todo, demostrar liderazgo.

EL HECHO de que Sheinbaum esté asumiendo tan en serio esta responsabilidad y que hasta considere publicar los nombres de los gobernadores que cumplen —y, más importante, los que no— genera dos reflexiones. Primero, que la paciencia de la presidenta tiene un límite. Y segundo, que la ciudadanía tiene derecho a saber quién se está tomando en serio su papel.

AUNQUE el combate a la delincuencia es un esfuerzo conjunto de los tres niveles de gobierno, la responsabilidad última recae en quienes fueron elegidos para encabezar la estrategia en sus estados. A los ausentes habituales debería preocuparles que esta medida, lejos de ser simbólica, podría convertirse en un boomerang político.

IMAGINE la indignación ciudadana al enterarse de que su gobernador es más constante en las inauguraciones de obras que en las reuniones de seguridad. Sheinbaum también ha señalado la importancia de atacar las causas de la violencia y garantizar cero impunidad. Tiene razón. La seguridad no se resuelve únicamente con balas y policías; requiere un enfoque integral que incluya desarrollo social, oportunidades económicas y justicia efectiva.

MIENTRAS los gobernadores no hagan acto de presencia, esa narrativa se queda coja. Aquí es donde entra en juego la reforma judicial que Sheinbaum ha puesto sobre la mesa, confiando en que permitirá a los jueces actuar con mayor eficacia en el combate a la delincuencia. Va de nuevo el círculo vicioso: de poco sirve una reforma judicial si los gobernadores no están en las reuniones donde se toman decisiones cruciales.

EN LA 50ª Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Seguridad Pública, realizada este mes en Acapulco, la presidenta destacó que 30 de los 32 gobernadores asistieron. Es un dato positivo, pero también revela quiénes faltaron: el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez, y la gobernadora de Tlaxcala, Lorena Cuéllar. ¿Qué tan ocupados estarían que no pudieron despejar su agenda para una reunión de esta magnitud?

LA AUSENCIA de algunos no sólo refleja irresponsabilidad, sino también un profundo desinterés por la coordinación entre los diferentes niveles de gobierno. Porque, como bien lo dijo Sheinbaum, gobernar implica trabajar juntos. Si algo queda como lección final tras este segundo llamado de atención, es que Sheinbaum no está dispuesta a tolerar la indiferencia.

NO ES ASUNTO de partidos ni de colores políticos, sino de compromiso con la ciudadanía. Así que, señores y señoras gobernadoras: el mensaje es claro. Estar ausentes no sólo los pone en evidencia, sino que los aleja de la posibilidad de resolver los problemas que prometieron solucionar. ¿Cuántas veces más será necesario repetirlo antes de que entiendan que, en la seguridad, como en la vida, la presencia lo es todo?

@Nido_DeViboras