- Alejada de la película española que la adaptó en 2009, la producción, que se estrena mañana en Netflix, optó por ambientar la trama en una revuelta real en el Cereso 3 de Ciudad Juárez.
MAURICIO ÁNGEL / AGENCIA REFORMA
CIUDAD DE MÉXICO.- Para hacer en México una serie basada en la novela española “Celda 211”, no bastaba con sólo centrarse en lo escrito por Francisco Pérez Gandul sobre un funcionario atrapado en una prisión en medio de un motín, ya que la realidad de las cárceles del País es más increíble que cualquier ficción.
Alejada de la película española que la adaptó en 2009, la producción, que se estrena mañana en Netflix, optó por ambientar la trama en una revuelta real en el Cereso 3 de Ciudad Juárez, Chihuahua, el 1 de enero del 2023, hecha para liberar al narcotraficante Ernesto Alfredo Piñón de la Cruz, “El Neto”.
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El crimen organizado orquestó el caos en la ciudad y también el motín dentro, escenario que ahora sirve para que en la ficción se cuente una historia de supervivencia que no ignore la violencia que afronta México.
“En nuestro País los poderes no son lo que parece y las mafias no sólo son los carteles, son las transnacionales, son las entidades gubernamentales. No es que pretenda uno entender la realidad mexicana y toda esa complejidad, pero la manera en que generalmente se retrata es muy plana y ofensivamente ingenua.
“En colectivo fuimos pateando la pelota y llevándola a un lugar más orgánico, más complicado, más caótico, que se pareciera más a la verdad. Aquí era importante que la cárcel oliera a pipí, a caca y a sudor, que sintieras la humedad en las pieles y en los muros”, detalló el director Jaime Reynoso, en entrevista.
La trama se centra en el abogado Juan Olvera (Diego Calva), que entra al penal para ver a la persona que debe defender, pero entonces un motín estalla, lo que deja adentro a policías, familiares de reclusos y al litigante, que para sobrevivir finge ser un recién ingresado.
El caos se gesta por la cooperación de la administración de la prisión y un grupo delictivo, que quiere sacar al “Contador” antes de que sea extraditado a Estados Unidos.
Pero “Calancho” (Noé Hernández), preso a cargo de la operación, dice estar cansado de ser pisoteado y decide quedarse con el “Contador” para negociar.
“Regresamos a la máxima: analizar la psicología mexicana, como lo hizo bien Octavio Paz en ‘El Laberinto de la Soledad’ con el verbo ‘chingar’. ¿Por qué chingamos? ¿Por qué somos chingados? ¿Cómo se chinga en la cárcel? En muchos sentidos, esta es una historia de desposeídos.
“Hubo mucha conciencia de respetar los dolores que le afligen a la gente, sobre todo es la injusticia, la pobreza, la falta de oportunidades, sí le entramos de lleno, pero de una manera, yo creo, quisiera pensar humana. La cárcel representa a la sociedad en su conjunto”, ahondó Gerardo Naranjo, el otro realizador a cargo.
Cuando vio la primera versión del guion, Reynoso pensó en Don Gato y su Pandilla, por lo que junto con el equipo visitaron el penal real e investigaron múltiples detalles para garantizar que hubiera realismo en los seis episodios y los sacaran de clichés.
“Si uno se olvida del documental, termina haciendo telenovelas”, acotó Reynoso.
La tridimensionalidad la buscaron principalmente en los personajes, ya que ambos realizadores consideraron que no hay malos ni buenos; en su perspectiva, incluso al corromperse al cometer delitos, el abogado se libera de ser un ciudadano ejemplar.
“Desafortunadamente los hechos trágicos que llamamos realidad superan mucho las pelis. Hay muchas guerras en el mundo, México tiene una, es un imperativo hablar de la gente que sufre más. Fue un acierto hablar del dolor común y abordar diferentes perspectivas de la criminalidad.
“Al pertenecer a una familia de huachicoleros, por ejemplo, tú estás del otro lado de la ley. No quiero justificar el crimen de ninguna manera, pero siento que es muy fácil para ciertos mexicanos hablar de justicia, cuando luego es la suerte la que decide”, consideró el responsable de Miss Bala.