Por KUKULKÁN
EL PLENO de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se reunió en una de esas sesiones donde el ambiente es más denso que una mina de carbón sin ventilación. No era para menos: después de meses de litigios, suspensiones y discursos sobre la independencia judicial, los ministros finalmente decidieron lo que todos sabían desde el principio.
LA BATALLA de la ministra presidenta Norma Piña contra la reforma judicial había sido un espectáculo de resistencia institucional, pero, como suele suceder cuando la política se impone sobre la técnica, su lucha no sirvió para evitar lo inevitable, sino sólo para retrasarlo. Con seis votos a favor y cuatro en contra, la Corte ordenó revocar todas las suspensiones concedidas contra la elección judicial, dejando claro que la reforma es Constitucional y no hay amparo que la detenga.
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HACE meses que Norma Piña encabezaba la ofensiva para blindar “su” Poder Judicial contra la intromisión política, tuvo que presidir el funeral de su propia estrategia. Las posiciones durante la sesión oscilaron entre la resignación y el servilismo. El ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena, autor del proyecto, no se contuvo y lanzó un mensaje que sonó más a epitafio: “Cada transgresión al orden Constitucional ha allanado el camino para la siguiente, hasta llegar al punto donde los límites institucionales, que alguna vez parecieron inquebrantables, se han vuelto porosos.”
TRADUCCIÓN: Lo que Norma Piña y sus aliados intentaron frenar era una causa perdida desde el inicio. Pero si alguien llevó la ironía al extremo, fue el ministro Alberto Pérez Dayán, quien describió a la mayoría del Tribunal Electoral como un “tribunal deliberadamente incompleto, obvio, obsequioso, predecible y sesgado al poder”. ¿Y qué hizo la mayoría de la Corte con esas sentencias del Tribunal Electoral? Las convirtió en simples opiniones sin peso legal.
POR OTRO lado, las ministras Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz, fieles a la línea oficialista, se sumaron a última hora al bloque de Gutiérrez porque el fallo confirma la validez de la Constitución. En el rincón opuesto, Norma Piña y el ministro Jorge Pardo, con una postura más moderada, se aferraron a la idea de que al menos se debía aclarar que el Tribunal Electoral no podía revisar a los jueces de amparo. Nada más. Nada menos.
EL FALLO de la SCJN es el golpe final para más de 500 amparos que intentaban frenar la elección de jueces y magistrados. Ahora, en un plazo de 24 horas, los juzgados de Zapopan, Jalisco, deberán revocar todas las suspensiones concedidas. Norma Piña había apostado a que la resistencia podía salvar algo del viejo orden judicial. Pero la realidad política se impuso como un tren sin frenos.
EL MENSAJE quedó claro: las reglas han cambiado y la independencia del Poder Judicial ya no está en sus propias manos. A final de cuentas, la SCJN sólo hizo lo que llevaba meses posponiendo: dejar de jugar a la resistencia y acatar la nueva realidad del país. Y Norma Piña, que un día pareció ser la última barrera de contención, terminó presidiendo la sesión donde se firmó su derrota, cuando menos en este tema porque no dejará de ejercer resistencias durante el tiempo que siga activa, hasta agosto entrante.
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