Por KUKULKÁN
EN MORENA se dicen puros y diferentes, pero cuando les tocan el bolsillo o el hueso, brincan como si les hubieran echado agua hirviendo. Ahora resulta que la reforma electoral contra el nepotismo, esa que evitará que los cargos públicos pasen de padres a hijos como si fueran herencias familiares, es la causa de una rebelión interna que tiene a más de un encumbrado jalándose los cabellos. Y es que, claro, la medida no aplicará hasta 2030, lo que deja una ventanota de tres años para que los herederos de la patria se acomoden donde mejor les plazca. ¡Qué conveniente! Como buenos revolucionarios de escritorio, nuestros honorables legisladores se apresuraron a “cerrar la puerta”… pero solo después de que ellos mismos y sus familias hayan pasado cómodamente.
LA REGAÑIZA presidencial y los oídos sordos. Con la paciencia de una madre cansada de repetir la misma lección, la presidenta Claudia Sheinbaum, salió a darle un jalón de orejas a sus correligionarios: “No puede ser que la ambición personal esté por encima de la transformación”, dijo con voz solemne. Pero, ¿qué creen? Nadie le hizo mucho caso. Félix Salgado Macedonio, quien hace apenas unos días juraba y perjuraba que no aspiraba a la gubernatura de Guerrero, ahora se siente el más afectado por la reforma. “Me han fregado”, se queja amargamente, como si el pueblo estuviera obligado a reservarle el trono de su hija, la gobernadora Evelyn Salgado. Lo dice sin asomo de ironía, mientras ve cómo en San Luis Potosí y Zacatecas, otros políticos de apellido ilustre buscarán acomodarse sin problemas en la boleta electoral.

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Y CLARO, como buen conocedor de las leyes –porque en México todos los políticos son abogados de ocasión–, Salgado se agarra de la Constitución como un náufrago de una tabla. “El artículo 35 dice que todo mexicano tiene derecho a votar y ser votado”, recita con la seguridad de quien se sabe en desventaja, pero no piensa soltar la presa tan fácilmente. Que Félix Salgado se indigne es entendible. ¿Cómo es posible que en Guerrero no pueda haber relevo dinástico, mientras que en otros estados la práctica sigue siendo la norma? ¿Dónde está la equidad en la Cuarta Transformación? En su lógica, si ya de por sí la política es un negocio familiar, ¿por qué solo él debe cargar con la cruz del escrutinio público?
EN SUS INICIOS, Morena presumía ser el partido del pueblo, ahora parece más una dinastía en formación. Basta ver cómo, en cuanto se discutió la reforma, las caras largas y los susurros en los pasillos del Senado comenzaron a multiplicarse. Y es que para muchos, esto no se trata de principios, sino de patrimonio familiar. Para no empantanarse en discusiones internas, Sheinbaum insiste en que “el pueblo no votará por ellos” si se cambian de partido para salvar su candidatura. Pero ¿realmente lo cree? En México, los políticos pueden cambiar de camiseta más rápido que un futbolista en pleno mercado de fichajes. El oportunismo es la moneda de cambio y, si la historia nos ha enseñado algo, es que el electorado tiende a olvidar con facilidad los giros y traiciones de sus representantes.
EN EL FONDO, la verdadera pregunta es: ¿este candado al nepotismo realmente cambiará algo en la política mexicana? Porque si algo han demostrado nuestros políticos es que, con suficiente creatividad y cinismo, las leyes son sólo obstáculos menores en su camino al poder. Mientras la Cuarta Transformación siga apostando por discursos moralinos y regaños maternales en lugar de reformas con dientes, los hijos, primos y cónyuges de los actuales gobernantes seguirán encontrando la manera de perpetuar su presencia en la nómina pública. Así que no nos extrañemos si en 2027 vemos a más de uno de estos “víctimas del sistema” levantando la mano para una candidatura. Después de todo, la política en México no es un proyecto de nación… es un asunto de familia.
