- Mientras EU ya protege a sus artistas, en México la IA avanza sin freno y sin reglas para evitar los clones de canciones, libros y pinturas, sin pagar un peso.
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.- Mientras en Estados Unidos miles de artistas, músicos, escritores y fotógrafos han salido a las calles, han firmado manifiestos y han iniciado demandas legales para exigir que la inteligencia artificial no suplante ni saque provecho de su talento sin consentimiento, en México la batalla apenas comienza. Y el reloj corre.
En octubre de 2024, más de 6,500 artistas estadounidenses firmaron un llamado global contra el uso no autorizado de sus obras para entrenar sistemas de IA. Plataformas como ArtStation fueron escenario de protestas digitales masivas. La industria musical, con gigantes como Sony, emprendió acciones legales. Incluso tribunales ya han determinado que una obra generada por IA no puede recibir derechos de autor. El mensaje es claro: la creatividad humana no puede ni debe ser reemplazada sin reglas ni ética.
En México, por otro lado, fue apenas en marzo de 2025 cuando el Senado organizó el foro “Las Industrias Creativas en la Era de la Inteligencia Artificial”. Allí, la senadora Beatriz Mojica Morga alertó con firmeza: si no se legisla pronto, disciplinas como la música, la literatura, la pintura o el cine podrían convertirse en “piratería de la creatividad”. Un robo silencioso disfrazado de progreso.
Los riesgos no son imaginarios. En el foro, se mencionó cómo una canción creada con IA a partir de las voces y estilos de Drake y The Weeknd logró popularidad antes de ser retirada de Spotify. Y la predicción es aún más inquietante: para 2028, se estima que el 60% de la música comercial será generada, total o parcialmente, por IA.
El problema, sin embargo, no es la tecnología en sí, sino la ausencia de regulación y transparencia. Expertos como Vladimir Chorny señalaron que empresas como OpenAI, Meta y Google se resisten a ser reguladas, argumentando que esto debilitaría la competencia frente a China. Pero esa “carrera” global pone en juego los derechos de millones de creadores.
En México, el debate está abierto, pero aún en pañales. Hugo Pereznegrón, de la Sociedad de Autores y Compositores, lo resumió bien: no se trata de pelearse con la IA, sino de evitar que el contenido sintético se construya sobre el esfuerzo humano sin compensación alguna.
La propuesta más concreta fue la de establecer un sistema de licenciamiento que obligue a pagar derechos por el uso de obras protegidas en el entrenamiento de modelos de IA. También se exige que las plataformas digitales transparenten qué contenidos utilizan.
Mientras tanto, el país sigue viendo cómo, en silencio, su talento es absorbido por algoritmos. Las reglas aún no existen, pero el daño ya comienza a sentirse. ¿Cuánto más podrá esperar México para proteger su patrimonio creativo?
La revolución tecnológica ya llegó. Ahora, lo urgente es que no se lleve de paso el alma del arte.
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