Por KUKULKÁN
EN LA CELAC, donde los discursos abundan, pero los pantalones escasean —al menos en sentido figurado—, son precisamente tres mujeres las que han demostrado que el liderazgo no tiene género, pero sí agallas. Porque en un club de 33 países donde la testosterona política todavía ocupa la mayoría de las sillas, fue Xiomara Castro, presidenta de Honduras, quien se atrevió a abrir fuego directo contra el intocable: el sistema neoliberal que tantos abrazan y tan pocos cuestionan. Y lo hizo sin rodeos, sin suavizantes diplomáticos y, por supuesto, sin miedo de incomodar a los Javier Milei o Daniel Noboa de este mundo, esos caballeros de la patria privatizada que no toleran una sola crítica a sus ídolos del norte.
CON VOZ FIRME y verbo encendido, Xiomara aprovechó su última intervención como presidenta pro tempore de la CELAC para despachar un mensaje más cercano a la insurrección que al protocolo. Denunció el modelo neoliberal como “depredador y excluyente”, acusó su responsabilidad en la pobreza y el éxodo de miles de jóvenes expulsados por un sistema que convirtió sueños en mercancía barata, y remató con una frase demoledora: “No podemos seguir caminando separados cuando el mundo se reorganiza sin nosotros”. Si alguien esperaba una despedida decorativa, se llevó una sacudida ideológica con nombre y apellido.
Y MIENTRAS Castro hablaba de soberanía y unidad regional, en las primeras filas se removían inquietos algunos representantes de gobiernos que se han especializado en aplaudir cada berrinche de Washington. Javier Milei, con su devoción casi religiosa al mercado libre (aunque ahora con 10% de arancel incluido cortesía de Trump), y Daniel Noboa, presidente ecuatoriano que ha hecho de la subordinación una bandera diplomática, no podían ocultar su incomodidad. No es para menos: cuando una mujer con autoridad les recuerda que la dignidad no se mide en tratados ni en sumisiones, tiemblan las columnas del dogma neoliberal.
PERO Xiomara no está sola. A ella se suman otras dos figuras que hoy, con hechos, han demostrado que el liderazgo femenino no es cuota ni moda, sino una necesidad urgente. Claudia Sheinbaum, presidenta de México desde octubre de 2024, ha llegado para romper techos de cristal con una agenda progresista que incomoda a los de siempre y emociona a los de abajo. Y Mia Mottley, primera ministra de Barbados, lleva años hablando de justicia climática y desarrollo soberano en un Caribe que también exige respeto. Tres liderazgos, tres estilos, pero una misma convicción: las mujeres también saben gobernar, y cuando lo hacen, lo hacen de frente.
POR ESO en la CELAC, ese organismo que muchos quisieran ver como un café regional para hablar de buenas intenciones, estas tres mandatarias están demostrando que es posible convertirlo en una trinchera política real. Xiomara lo dejó claro: la CELAC no es perfecta, pero es nuestra. Bajo su mando, se realizaron 16 reuniones de coordinadores, 12 ministeriales y hasta una cumbre virtual de emergencia, demostrando que cuando hay voluntad, también hay acción.
Y AHORA que la región lidia con la última ocurrencia de Donald Trump —esa “guerra arancelaria recíproca” que terminó siendo unilateral e indiscriminada—, la CELAC se enfrenta a su propia encrucijada: seguir siendo un club de discursos o convertirse en un bloque de resistencia. La diferencia puede estar, otra vez, en las voces femeninas, esas que no piden permiso para incomodar ni perdón por levantar la voz. Porque en un continente que sigue siendo, como dijo Xiomara, el de la esperanza, parece que esa esperanza tiene nombre de mujer. Y no se calla. Ni se arrodilla. Ni le hace reverencias al imperio. Se planta, habla claro, y llama a la unidad. Aunque a más de uno le provoque urticaria.