Por KUKULKÁN
EN MORENA hay una lección que algunos legisladores aún no terminan de aprender: la Cuarta Transformación no es un buffet de moches ni una agencia de colocación de egos heridos. Si querían reflectores y aplausos fáciles, los tiempos del “moche legislativo” quedaron enterrados con los gobiernos que sí sabían cómo hacer “caravana con sombrero ajeno”.
LA SEMANA pasada, un grupo de aproximadamente 80 diputados federales de Morena decidió montar una especie de rebelión tropical contra la secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, acusándola —¡oh, tragedia!— de no incluirlos en los eventos de entrega de apoyos sociales. Se quejaron, gritaron, exigieron su cabeza, y hasta se sintieron humillados por no aparecer en las fotos de los programas que pagamos todos.
“TIPA nefasta”, “déspota”, “no nos atiende”, “no nos invita”, fueron algunas de las joyas lingüísticas que salieron de bocas indignadas como las de las diputadas Irma Juan Carlos y Jessica Ramírez Cisneros. Al fondo, como director de orquesta, apareció el incombustible Ricardo Monreal, quien, en una pose de “yo sólo soy el mensajero”, se ofreció gentilmente a llevar el caso a la mismísima presidenta. Ajá. Porque claro, Monreal nunca actúa con fines personales, ni se le ocurre sacar ventaja de las crisis internas. Es pura cortesía institucional, faltaba más.
PERO la fiesta se les aguó. Resulta que la presidenta Claudia Sheinbaum, en lugar de ceder a la presión de los autodenominados excluidos, aprovechó la mañanera para dejar claro que no habrá vuelta al pasado. Defendió a Montiel como una “mujer extraordinaria” y, con esa sonrisa de quien ya sabe cómo vienen las jugadas, advirtió que los programas del Bienestar no están al servicio de campañas ni para pagar cuotas políticas.
¡ZAS! Golpe seco al hígado de los aspirantes a paleros con fuero. Y es que lo que este grupo de legisladores exigía, en el fondo, era volver al modelo de “yo voto tus reformas si me das mi evento”, el de los moches bien medidos y los selfies con adultos mayores que no pidieron intermediarios. Quieren promoverse colgados de programas sociales, salir en las fotos como si fueran los benefactores de una política pública que ni diseñaron ni operan.
CON LA 4T la cosa es clara: ya no hay moches, ni mochas, ni mochilas llenas de sobres. Aquí cada quien se gana el voto a pie, como debe ser: gastando suela, tocando puertas, escuchando al pueblo y no al ego. Porque en esta nueva era no se trata de andar haciendo campaña con la pensión de la abuela ni con la beca del sobrino. Si los diputados quieren ser reconocidos en sus distritos, que lo hagan con trabajo territorial, con coherencia legislativa y con resultados visibles. Si les molesta que Montiel no los reciba en su oficina para agendarles una gira con mariachi y banda local, siempre pueden hacer algo revolucionario: salir a las calles sin reflectores, escuchar sin micrófono, hablar sin teleprompter.
CLARO que hay tensiones internas, como en cualquier movimiento amplio. Pero lo que diferencia a esta administración es que las reglas han cambiado y los viejos vicios ya no tienen cabida, aunque a algunos les cueste soltar la nostalgia del presupuesto etiquetado al aplauso. Moraleja, Montiel se mantuvo firme, la presidenta cerró filas, y los diputados enojados… tendrán que bajarse del pedestal y empezar a tocar timbres como cualquier mortal en campaña.