Trump vs. Harvard: el muro académico del ego

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Por KUKULKÁN

DONALD Trump, el magnate que convirtió la política en reality show, ha vuelto a hacer de las suyas, esta vez con Harvard, la meca de la élite intelectual global, el club de cerebros donde el resto del planeta manda a sus mejores fichas para ser educadas, refinadas y, de paso, alineadas al American way of thinking. Pero como diría el buen ranchero, “cuando el ego es más grande que el rancho, hasta los toros se espantan”. Y vaya que este berrinche presidencial tiene los cuernos bien afilados.

LA ÚLTIMA travesura del presidente —sí, el mismo que durante su primer periodo confundió el COVID con un resfriado y quiso curarlo con desinfectante— consistió en revocar la autorización de Harvard para inscribir estudiantes extranjeros. Sí, leyó bien. Cerrar Harvard al mundo. Como si fuera un casino privado, un club de golf donde sólo entran los de su tribu. ¿La razón oficial? Seguridad nacional, claro. Porque en su lógica torcida y paranoica, permitir que un joven indio, una brillante africana o un genio chino estudien en Cambridge es casi lo mismo que invitar al enemigo a tu casa a revisar tu wifi.

TRUMP dice que el 31% del alumnado en Harvard es extranjero, y que eso es una amenaza. Que sus países no pagan por su educación —como si la educación fuese una hamburguesa en la Trump Tower y no una inversión planetaria en conocimiento. Qué ironía: el hombre que se jacta de su grandeza quiere ahora cerrar el paso al talento global por un berrinche ideológico.

HARVARD, por su parte, no se quedó callada. Respondió como institución centenaria que es: con una demanda legal. “¡Nos están violando la Primera Enmienda!” clamaron los abogados de la Ivy League con toda la indignación que se reserva para las causas nobles y los escándalos financieros. Un juez federal ya concedió una orden de restricción temporal, como quien pone el freno de mano en plena bajada, mientras la cosa se decide en tribunales. El prestigio de Harvard, por ahora, sigue intacto; la vergüenza internacional, también.

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PERO más allá del drama legal, hay una realidad que escuece: Harvard educa al mundo. De sus aulas han salido desde presidentes mexicanos —como De la Madrid, Salinas y Calderón— hasta economistas, diplomáticos y estrategas de medio planeta. Cerrar sus puertas a los estudiantes internacionales sería como tapar el sol con un muro de ladrillos, algo muy trumpiano, por cierto.

ENTRE los 6,800 estudiantes extranjeros que hoy cursan en Harvard (27% del total), hay 1,203 chinos, 788 indios, y decenas de latinoamericanos, canadienses y coreanos. No, no vinieron a conspirar. Vinieron a estudiar, a investigar, a ser parte del motor de innovación que mantiene a Estados Unidos a la vanguardia. Pero claro, en la visión de Trump, el conocimiento también debe tener pasaporte y muro.

Y LO PEOR: su medida no sólo afectaría a Harvard. Es una amenaza directa al modelo educativo de EE.UU., ese que atrae cerebros de todo el mundo para luego exportar influencia y liderazgo global. Porque si mañana China, Alemania o Canadá abren las puertas que Trump cierra, la fuga no será de migrantes… será de mentes brillantes.

ESTE intento de amputar el brazo académico de Harvard, más que una política migratoria, parece una vendetta de ego, una cruzada personal contra una institución que representa todo lo que Trump no es: rigurosidad, inteligencia, y pensamiento crítico. Harvard no es perfecta, pero hasta sus críticos la reconocen como un faro de excelencia. ¿Y qué hace Trump con los faros? Les lanza piedras desde su yate de resentimiento.

LO QUE ESTÁ en juego aquí no es sólo el futuro de unos cuantos estudiantes extranjeros. Es el lugar de EE.UU. en el mundo. Es la idea de que el conocimiento debe circular, que la educación no tiene pasaporte, que un mundo más inteligente es un mundo menos peligroso. Pero bueno, en tiempos de muros, egos sobredimensionados y políticas hechas por tuit, todo eso suena a herejía. Y así, mientras el mundo mira con estupor, Trump se calza el sombrero de sheriff del saber y amenaza con cerrar la puerta de Harvard con llave dorada. ¿Quién gana? Nadie. ¿Quién pierde? Todos. Pero sobre todo, el sentido común.

@Nido_DeViboras

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