- Tres días de lluvias en Chetumal: agua hasta las rodillas y promesas hasta el cuello.
STAFF / LUCES DEL SIGLO
CHETUMAL, Q. ROO.- La capital del estado amaneció gris, saturada de humedad y de rabia contenida. Después de tres días de lluvias ininterrumpidas, comunidades del sur volvieron a experimentar lo que ya parece una maldición recurrente: calles convertidas en canales, patios convertidos en lagunas, y viviendas donde el agua no pide permiso. En ese escenario de afectación y hartazgo, llegó la gobernadora Mara Lezama.
La recorrida empezó en la calle Dos Aguadas, en la colonia Proterritorio. Bastó poner un pie sobre el pavimento para que la magnitud del problema saltara a la vista: drenajes colapsados, ramas obstruyendo alcantarillas y escombros flotando como testigos de un sistema de infraestructura hidráulica que, aunque fue presumido por administraciones pasadas como “modernizado”, simplemente nunca existió. “Nos dijeron que ya se había arreglado, pero cada año es peor”, decía una vecina con el agua aún a la entrada de su casa.
Lezama caminó entre los vecinos, escuchando, apuntando, dando instrucciones. A su lado, un ejército de funcionarios de todas las dependencias imaginables: desde la CAPA hasta la Secretaría de Obras Públicas, pasando por la Comisión Federal de Electricidad, que llegó a retirar ramas que amenazaban cables de alta tensión casi al ras del suelo. La escena era tan simbólica como real: un cable peligrosamente bajo, como la confianza ciudadana en sus autoridades municipales encabezadas por la alcaldesa Yenssuni Martínez.
En Arboledas, mejor conocida como la zona del Chicharito, el panorama no era distinto. Encharcamientos persistentes, registros pluviales reventados, niños caminando descalzos por charcos turbios, y adultos recogiendo muebles dañados con resignación.
La gobernadora, enfundada en chaleco institucional, supervisaba las labores del camión Vactor de CAPA que succionaba agua con la eficacia de quien llega tarde pero con prisa.
El operativo no escatimó en personal ni en despliegue. Estaban ahí desde la Guardia Nacional hasta la Marina, como si el desastre natural necesitara también una respuesta militar. Pero la verdadera trinchera estaba en los rostros de las familias, esos que no han dejado de ver pasar a políticos con botas cada temporada de lluvias.
La crónica de cada temporal en Chetumal parece ya escrita de antemano: promesas de solución definitiva, compromisos de limpieza de drenajes, anuncios de inversión para infraestructura pluvial… y sin embargo, año con año, el agua regresa a recordarnos que todo eso fue solo discurso. Las calles siguen inundándose porque lo que se vendió como infraestructura fue, en muchos casos, una fachada; lo que se firmó como obra terminada fue apenas un parche mal colocado.
El recorrido de la gobernadora fue cercano, sí; escuchó, sí; ordenó acciones inmediatas, también. Pero lo que se respiraba en el ambiente era un cansancio estructural. Porque más allá de la atención oportuna, lo que Chetumal necesita es que sus autoridades municipales dejen de atenderla solo cuando el agua les llega —literalmente— hasta el cuello.
Al finalizar la jornada, ejerciendo su supremacía estatal, Lezama se comprometió con medidas preventivas, con coordinar esfuerzos entre instancias y con asegurar que no se repita la historia. El reto no está en las palabras, sino en que los drenajes funcionen cuando vuelva a llover, en que las promesas no se vayan por la coladera.