Por KUKULKÁN
EN POLÍTICA, como en el póker, hay que saber cuándo farolear y cuándo aceptar que las cartas no alcanzan. Pero al parecer, la presidenta nacional del Partido Verde, Karen Castrejón, decidió lanzarse con todo a una jugada temeraria: amenazar con que su partido podría ir solo en las elecciones de 2027 en Quintana Roo, como si en verdad pudiera ganar una gubernatura sin la muleta de Morena. Bravo, Karen. Nos diste el show del día.
SU DECLARACIÓN —“Nos estamos preparando para ir solos también en Quintana Roo, si así lo decidimos”— fue más que una expresión de autonomía. Fue un acto de audacia, un manotazo sobre la mesa con la esperanza de que alguien se asuste. Pero en vez de temblor, provocó risa… y lástima. Porque si algo ha quedado claro con los resultados de las últimas elecciones, es que el PVEM sin Morena es como un tucán sin alas: apenas un ave decorativa que sirve más para hacer ruido que para volar.
VAMOS a los números, porque los datos, a diferencia de los discursos, no mienten. En la elección presidencial de 2024, Claudia Sheinbaum arrasó en Quintana Roo con 605,361 votos. Una cifra brutal que representa más del 73 % del electorado. De ese pastel, el Verde apenas aportó alrededor del 20 %, si nos guiamos por su desempeño anterior en comicios estatales. Sí, es cierto que son la segunda fuerza en el estado… pero segunda detrás de un Morena que puede prescindir de ellos y aun así salir airoso.
¿Y QUÉ DECIR de la elección de 2022? Cuando Mara Lezama fue electa gobernadora, el PVEM contribuyó con 109,441 votos, un respetable 20.15 %, mientras que Morena le metió 176,935 sufragios, casi el doble. ¿Y el PT? Bien, gracias, con 14 mil votos y el papel de figurante. Así que no, señora Castrejón, ustedes no ganaron Quintana Roo. Ustedes se subieron a un tren en marcha y ahora pretenden cobrar boleto en primera clase.
LO MÁS irónico es que muchos de sus cuadros hoy ni siquiera se presentan como verdes. Van por la vida con el logo guinda en la solapa, buscando no ser rechazados por las bases morenistas, que los ven con recelo y memoria. Porque los fundadores de Morena, esos que hicieron campaña casa por casa, no olvidan que mientras ellos caminaban bajo el sol, los del Verde negociaban en oficinas climatizadas y hoy gobiernan municipios como Benito Juárez, Puerto Morelos y Playa del Carmen.
ESO SÍ, siempre bajo la sombra omnipresente de Jorge Emilio González, el eterno “Niño Verde”, quien aunque no logró ser gobernador por aquello de sus escándalos de corrupción, sigue manejando los hilos —y los negocios— detrás del telón.
¿DE VERDAD el Verde quiere jugar a ser independiente? Que lo intente. En San Luis Potosí rompieron con Morena y ganaron, sí, pero con un costo: la pérdida de cohesión con el proyecto federal y la instalación de una mini-monarquía estatal donde ya se prepara el relevo familiar. Si ese es el modelo que quieren replicar en Quintana Roo, bienvenidos al desastre.
EL PROBLEMA no es sólo la amenaza de ruptura. El problema es la arrogancia disfrazada de estrategia. El Verde ha sido históricamente un partido parasitario: se cuelga del más fuerte, le extrae poder, y luego amenaza con volar por su cuenta mientras sigue picoteando la fruta ajena. Eso no es política, es oportunismo disfrazado de valentía. La 4T en Quintana Roo debe sacudirse la ingenuidad. La unidad no puede mantenerse a base de chantajes ni de cuotas otorgadas a quienes no han hecho el trabajo de base.
SI EL VERDE quiere ir solo, que lo haga. Pero que se bajen del gobierno, dejen los cargos, renuncien a los recursos… y que compitan con lo suyo. Porque hasta ahora, lo suyo ha sido colgarse del éxito ajeno. Y como en toda buena partida, si el Verde quiere farolear, que lo haga… pero que no se sorprenda cuando alguien pida ver las cartas y se dé cuenta de que está jugando con puras de trébol.