Por KUKULKÁN
QUÉ BONITO es Tabasco: tierra de cacao, pantanos y camaleones políticos. Y si alguien domina el arte del mimetismo entre el lodo del poder es Hernán Bermúdez Requena, alias el “Comandante H”, ese prófugo tan versátil que ha servido al PRI, al PRD y a Morena con una lealtad digna de una ametralladora al servicio del que pague mejor.
BERMÚDEZ Requena empezó a moverse entre los hilos del poder desde los noventa, en aquellos tiempos en que el PRI todavía repartía el pastel sin mucha oposición. Fue durante el interinato de Manuel Gurría Ordóñez (1992–94) cuando nuestro personaje favorito debutó como director de Seguridad Pública. Ahí conoció a un joven Adán Augusto López Hernández, entonces subsecretario de Gobierno.
CUENTAN los pasillos del poder que fue amor a primera balacera: desde entonces, se volvieron inseparables. En 1995, bajo el gobierno de Roberto Madrazo, Bermúdez fue nombrado director del penal estatal (CERES). Aquel lugar, por cierto, no era precisamente un centro de readaptación social, sino un cómodo búnker donde la ley se dormía y los capos tomaban café con pan dulce.
DISCIPLINADO como buen soldado del régimen, Bermúdez hizo lo que sabía hacer mejor: cerrar la boca, mover fichas y dejar que los cárteles jugaran ajedrez. Pasaron los años, cambiaron los colores, pero el “Comandante H” siguió ahí, trepando en el organigrama como hiedra venenosa.
Y CUANDO el PRD tomó el poder estatal, no se preocupó: se maquilló de amarillo y siguió su camino en la Fiscalía, al frente de la Policía de Investigación. Porque si hay algo que Hernán sabe hacer bien es adaptarse, sobrevivir y mantenerse útil para quien controle el presupuesto de Seguridad. Pero fue con la 4T donde brilló con luz propia.
EN 2019, su viejo amigo Adán Augusto, ya como gobernador de Tabasco, lo puso al frente de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana. “Ahora sí”, dijeron muchos, “¡se va a poner orden!”. Y vaya que se puso… pero del otro lado. En lugar de contener la violencia, Tabasco vivió una escalada brutal: ejecuciones, cobros de piso, desapariciones, incendios de locales, ataques armados en Villahermosa…
PERO Bermúdez, sereno, decía que no eran cárteles, sino “bandas locales”. Como si uno pudiera diferenciar una metralleta CJNG de una artesanal, o como si las extorsiones se dieran con recibo fiscal. Los informes filtrados por “Guacamaya Leaks” lo bautizaron como el “Comandante H”, un presunto operador de “La Barredora”, célula del CJNG.
AUNQUE él lo negó una y otra vez, las coincidencias eran tan abundantes como las balas en Cárdenas. Que si lo vieron reunido en ranchos, que si protegía rutas, que si era “intocable”… la lista crece más rápido que los desaparecidos. En diciembre de 2023, su casa fue atacada por un comando armado. Dicen que el que a fuego vive, a fuego teme.
EN ENERO de 2024, renunció. Meses después, voló desde Mérida hacia Brasil, haciendo escala en Panamá y España. Hoy, la Interpol le ha puesto ficha roja. Y nosotros, con cara de meme de perrito confundido, nos preguntamos: ¿cómo es que nadie se dio cuenta antes? La verdad es que todos lo sabían. Desde Gurría hasta Merino, todos supieron que Bermúdez era más que un funcionario: era el engranaje útil, el operador silencioso, el policía de confianza que nunca estorba y siempre obedece.
El PRI lo usó, el PRD lo heredó y Morena lo premió. Hoy, todos se lavan las manos. En resumen: Hernán Bermúdez no fue un error del sistema. Fue parte esencial del sistema. Un producto perfecto del autoritarismo tropical que cambia de color, pero no de esencia. Hoy huye de la justicia, pero en el fondo, lo que más miedo da no es él… sino todos los que lo protegieron durante décadas.