Por KUKULKÁN
EL CASO de Totalplay en la Suprema Corte es apenas un botón de muestra del laberinto judicial en que Ricardo Salinas Pliego ha convertido sus pleitos fiscales. Lo irónico, y casi cómico, es que después de casi diez años de litigio, la Corte ni siquiera está discutiendo si la empresa debe o no pagar los 645 millones de pesos que el SAT le reclama. No, lo que se va a resolver –si algún día se resuelve– es si la Corte puede estudiar el caso. Es decir, todavía ni siquiera empieza el juicio de fondo, y ya lleva más vueltas que una intrincada madeja.
ESTE jueves, la ministra Yasmín Esquivel Mossa tenía enlistado su proyecto para dar un pequeño paso en esa dirección: declarar infundado el recurso de reclamación que Totalplay presentó para impedir que el máximo tribunal entrara al tema. Pero a última hora y a solicitud del ministro presidente Hugo Aguilar, decidió retirarlo. Otra pausa, otro aplazamiento, otro día más en el calendario infinito de los juicios del dueño de TV Azteca y Elektra.
MIENTRAS tanto, los 645 millones del crédito fiscal siguen sin pagarse. Y eso es apenas una gota de agua comparado con los más de 75 mil millones de pesos —sí, con “p”, de pesos, no de buenas intenciones— que Salinas Pliego disputa en otros procesos ante el SAT. Cifra que, si fuera pagada, bastaría para financiar un año entero de becas o vacunas, pero que él insiste en sustituir con sus “aportaciones filantrópicas”, esas donde la cámara nunca falta y el deducible siempre llega puntual.
EL MAGNATE Salinas Pliego ha convertido la evasión en arte, el litigio en estrategia de negocio y la impunidad en performance. Su manual es simple: apelar, ampararse, alegar violaciones al debido proceso, denunciar persecución política y, cuando todo falla, postear en redes que el gobierno es el enemigo del éxito. Es el empresario que ve la ley fiscal como una sugerencia y la justicia como un trámite opcional.
Y ASÍ, entre tecnicismos, recursos de reclamación y ministros que prefieren “revisar el proyecto”, el caso de Totalplay sigue donde empezó: en el limbo. La Corte, ese gran reloj que marca el tiempo, pero no avanza, discute si puede discutir, mientras el contribuyente más rebelde del país sigue haciendo tiempo y dinero.
LA IRONÍA mayor es que el asunto de Totalplay no es un escándalo aislado, sino una especie de prólogo a la novela principal: los múltiples litigios de Salinas Pliego por 75 mil millones que el SAT le reclama en conjunto. Juicios que, igual que este, duermen el sueño burocrático entre amparos, suspensiones y proyectos que se retiran “para revisión”.
INDIGNADO porque el Estado osa pedirle que cumpla con las mismas reglas que el resto de los mortales, el magnate se ha escudado en la victimización de la “persecución política”. En su mundo, pagar impuestos es cosa de pobres; los ricos hacen donaciones y las bautizan “filantropía”. A cambio de no cumplir con Hacienda, se proclaman benefactores de la nación.
LA CORTE, por su parte, parece participar del mismo teatro: finge que avanza, pero sólo se acomoda en escena. Lo que se resolverá, cuando por fin se resuelva, será apenas el punto de partida de un expediente que tiene más vidas que un gato. Mientras tanto, los millones siguen en el aire y el contribuyente modelo continúa posando como héroe de la libertad económica. Parece que la justicia fiscal en México tiene una máxima no escrita: entre más dinero debas, más tiempo tienes para no pagar. Y si el contribuyente se llama Ricardo Salinas Pliego, el tiempo no sólo se alarga: se detiene.
