- En el universo de Juan Gabriel, cada canción era una confesión y cada escenario, una forma de sobrevivir, pero detrás del ídolo y su fulgor había un ser humano que seguía buscando su lugar en el mundo y a quien, al parecer, nunca dejaremos de conocer.
SATFF / AR
CIUDAD DE MÉXICO.- En el universo de Juan Gabriel, cada canción era una confesión y cada escenario, una forma de sobrevivir, pero detrás del ídolo y su fulgor había un ser humano que seguía buscando su lugar en el mundo y a quien, al parecer, nunca dejaremos de conocer.
Ese contraste da pie a “Juan Gabriel: Debo, Puedo y Quiero”, documental de cuatro episodios que Netflix lanzará el 30 de octubre, con base en el archivo personal que “El Divo de Juárez” construyó durante décadas.
Con dirección de María José Cuevas, el documental es un viaje a través de grabaciones en video, audios, fotografías y películas caseras que su familia guardó todo ese tiempo.
Dicho material se convierte en un autorretrato involuntario: un testimonio donde el artista narra su propia vida como Alberto Aguilera Valadez, consciente del peso de su figura y del legado que dejaría como Juan Gabriel, fallecido en 2016.
“El material hablaba por sí solo. Fue un proceso de ir conociendo a Alberto, que realmente muy pocos lo conocemos, de irlo conociendo para también entender a Juan Gabriel.
“Todos sabemos quién es Juan Gabriel, todos cantamos sus canciones, pero no de dónde viene todo esto, las canciones, el personaje y lo privado”, dijo Cuevas, en entrevista.
Laura Woldenberg e Ivonne Gutiérrez, productoras ejecutivas, aceptaron el desafío de ordenar ese universo privado sin despojarlo de su esencia, no para reconstruir un mito sino para reconciliarlo con su humanidad.
“Al establecer un lazo de confianza y una relación con su familia, llegó el punto donde nos entregaron más de 2 mil ‘tapes’, que muchos de ellos quizás ni siquiera los conocían. Nosotras digitalizamos gran parte de ese material y fuimos encontrando estas joyas, con las que se puede construir esta historia”, comentó Woldenberg.
“Luego vino todo el trabajo de las otras fuentes. Si bien claramente el material personal es la fuente principal, tenemos casi 100 fuentes distintas de terceros, medios, otras personas allegadas y otros personajes. Hicimos una investigación completa y muy profunda de toda la vida de Alberto y Juan Gabriel, que al final sí son paralelas”, añadió Gutiérrez.
Así, el documental avanza entre luces y sombras desde la emoción, la herida y la memoria de aquel niño abandonado en Ciudad Juárez que cantaba por unas monedas al ídolo que llenó el Estadio Azteca y que aún es símbolo de identidad mexicana.
Este relato se mueve entre la memoria pública y la íntima. Hay registros de su paso por la Penitenciaría de Lecumberri, donde escribió sus primeras canciones; fragmentos de giras y ensayos, grabaciones caseras en las que se le escucha reflexionando sobre el tiempo, el amor y la fama.
El documental no evade los claroscuros, ya que muestra al chico que escapó del internado en busca de su madre, al que fue rechazado y encarcelado tres veces cuando era menor de edad, al compositor que transformó su desgracia en melodía.
“Para entender la grandeza del personaje hay que regresar al contexto de cuando Juan Gabriel nace: eran los años 70 y está en la cima en los 80. Era un México sumamente machista y cerrado. De pronto aparece este personaje a romper absolutamente con todo”, afirmó Cuevas.
El mapa de su vida, que se debatía entre la soledad, el talento y una necesidad feroz de amar y ser amado, se va dibujando con el testimonio de amigos como Mercedes Álvarez “Meche”, Miguel Guzmán “Tijuana” y Jesús Salas, que lo conocieron antes de ser famoso.
También se cuentan anécdotas sobre Queta Jiménez “La Prieta Linda”, Olga Breeskin y María Luisa Arcaraz, hija de su ex manager María de la Paz.
“Lo que hicimos fue desdoblar esa información, transparentarla, analizarla y contarla también desde las voces que vivieron esas experiencias, entonces, eso lo vuelve una historia realmente honesta en vez de una historia con un montón de capas de chismes que nada más generan ruido”, compartió Woldenberg.
“Era como un visionado de la conservación de la memoria, porque al final grababa todo para que se contara su historia desde su punto de vista. Se grababa en ambientes y escenarios muy diferentes, pero era muy reservado a la hora del espacio público”, afirmó Gutiérrez.
Juanga solía escribir sus letras incluso en pedazos de hojas o servilletas al viajar en avión cuando llegaba la inspiración. Su lugar favorito para componer era el baño.
En su lugar de honor en la música mexicana lo llamaban “El Rey Midas de la Canción”, pues quienes grababan sus creaciones tenían el éxito garantizado, como Rocío Dúrcal, Daniela Romo, José José y Luis Miguel.
El resultado de Juan Gabriel: Debo, Puedo y Quiero es un retrato de doble filo: un homenaje al mito y, a la vez, una despedida al hombre que lo encarnaba.
A propósito del documental, el sábado 8 de noviembre, durante la proyección en el Zócalo del primer concierto que el michoacano dio en el Palacio de Bellas Artes, en 1990, se incluirán imágenes inéditas.




