- Habitantes de Iztapalapa y Tláhuac habitan inmuebles catalogados como de alto riesgo de colapso a causa de fracturamientos en el subsuelo.
STAFF / AR
CIUDAD DE MÉXICO.- Por arraigo o porque no los convence la oferta para reubicarse, habitantes de Iztapalapa y Tláhuac habitan inmuebles catalogados como de alto riesgo de colapso a causa de fracturamientos en el subsuelo.
El temor nunca se va, pero deben aprender a convivir con él cotidianamente.
En Iztapalapa son 66 las colonias afectadas por el resquebrajamiento del subsuelo que cuartea o parte todo lo que se construye en la superficie.
Entre estas, la Colonia El Molino. Ahí, lotes donde podían vivir hasta tres familias por vivienda, hoy son baldíos.
Sobre Calle Piraña vive David García; había una tienda y al menos otras cinco casas junto a la suya. Actualmente, el lugar está cercado, lleno de hierba y al exterior luce una lona con la advertencia: “Zona de Alto Riesgo”.
“Ya había habido un registro de que el terreno estaba dañado, porque esta grieta recorre kilómetros de extensión. No nada más es por aquí, o sea, viene de muy lejos esta grieta, entonces, pasó por aquí y fracturó estas dos casas, que fueron las primeras que se demolieron”, explica.
Él y su familia saben lo que implica mantenerse en este lugar, pero aseguran que la propiedad en la que habitan no presenta daños aún. Otros habitantes de la zona sí han optado por ser reubicados.
“No valuaban tu casa, sino que te decían: ‘sabes qué, te damos un departamento’. Y tú, pues ya invertiste en tu casa. Esa yo creo que fue la razón por la cual no quisieron reubicarse, porque te dan un departamento que no vale ni la mitad de lo que vale una casa”, contrasta.
Por no igualar -o siquiera acercarse- al valor o el tamaño de los inmuebles dañados, muchos intentos de reinstalación preventiva han fracasado.
También en El Molino, María Díaz de León tiene su casa en Calle Pintapan.
A raíz del sismo del 19 de septiembre de 2017, nuevas fisuras aparecieron en la superficie, mientras que las preexistentes se expandieron. La incertidumbre permanente se agravó tras comenzar a escuchar un crujido proveniente del subsuelo.
“Vivo con miedo, porque si llega a pasar algo, ¿qué nos va a pasar?, ¿a dónde nos vamos a ir?”, cuestiona.
‘UNA CASA COMO LA MÍA’
En Molino Arrocero, una de las vialidades con más afectaciones en la Colonia La Planta, resalta una de las únicas casas en pie, rodeada de terracería, pues los predios aledaños fueron demolidos al declararse también como zona de alto riesgo.
En esta vive una mujer de la tercera edad, quien prefiere no dar su nombre. A diferencia de sus vecinos, se negó a ser reubicada. No piensa dejar el que ha sido su hogar por más de 50 años.
“Cuando venían los de la Reconstrucción, a ellos en su cara les dije: ‘yo soy del Molino Arrocero y no me voy a ir. Quiero una casa como mi casa (…), ¡ah! y tampoco quiero casa hasta Juan de la Tiznada’.
“Como no me cumplieron, pues no, si ustedes no me dan lo que pido, tampoco yo les doy los papeles de mi casa, porque yo compré, yo tengo mis escrituras, no soy paracaidista. Si fuera paracaidista ya me hubiera ido”, recuerda… y revive la molestia.
Entre Calle Pintapan y Derechos Democráticos, en El Molino y La Planta, está el Cinturón Verde, un parque público cuyo relieve está marcado por las fracturas: hundimientos, diferencias en el nivel de las aceras y grietas de varios metros que han botado el asfaltado.
En las vialidades paralelas hay casas reconstruidas. En 2019, la Alcaldía Iztapalapa identificó 941 calles en la demarcación con algún tipo de afectación. La red de fracturas, estimó entonces, alcanza unos 29.7 kilómetros.
En los límites entre Tláhuac e Iztapalapa se encuentra la Colonia Del Mar, sitio donde las grietas también se agravaron con el tiempo.
Las fisuras son más visibles en calles como Sirena, Gitana, Pingüino y Aleta, sin embargo, se extienden por todo el lugar.
Diversas viviendas aquí lucen una placa en la fachada donde se lee: “Este inmueble afectado por el sismo del 19S fue rehabilitado con recursos públicos por el Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Comisión para la Reconstrucción”.
En la Calle Ostión vive Carlos Chávez desde que la Colonia se fundó. Tiene 87 años y su vivienda presentó una grieta después del sismo. Aunque la ha visto crecer desde entonces, el inmueble no ha sido intervenido ni considerado para la reconstrucción o, de menos, su reforzamiento.
‘CADA QUE HAY UN SISMO, LAS AUTORIDADES NOS VISITAN’
En la Colonia La Era I las fracturas se hacen más evidentes debido a los sismos, el agua pluvial que se infiltra y el paso constante de camiones de carga con material de la Mina San Lorenzo.
“Las autoridades saben que cuando hay un sismo, a veces nos vienen a preguntar ‘¿están bien?, ¿están mal?’ o nosotros vamos a avisar lo que está pasando y que nos vengan a apoyar, nos apoyan nada más con enterarse.
“Ya nos tienen ubicados y ellos mismos vienen, o sea, ya ni siquiera les hablamos, ellos mismos vienen a checar”, explicó la vecina Mirna Manríquez.
En la zona, los hogares también presentan hundimientos y grietas en piso y paredes, así como desniveles.
Tras el 19S, los habitantes notaron que los asentamientos han ido en aumento. Desde aquel momento pidieron ingresar al programa de reconstrucción, algo que fue descartado por la administración local, debido a que no se encontraron afectaciones mayores.
Sin embargo, las afectaciones sí han ido incrementando.
En 2017, funcionarios explicaron al vecino Mario Vivar, integrante de la Comisión de Participación Comunitaria (Copaco) de la Colonia, que su vivienda presentaba una inclinación, la cual actualmente ha crecido.
“Los daños son estructurales, principalmente en las columnas y en las paredes. Se le hizo una intervención superficial, pero económicamente no alcanza para poder hacer algo profundo, lo hemos estado capoteando, se puede decir”, explicó Vivar.
Los vecinos han optado por colocar barreras en las entradas de las calles principales para impedir el paso de los camiones de carga que provocan que se cimbren sus hogares.