- Trump los une: la ofensiva que acerca a México, Guatemala y Belice.
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.- La reunión que sostendrán este fin de semana la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, y el primer ministro de Belice, John Briceño, podría marcar un antes y un después en la diplomacia regional.
El encuentro, que se prevé en la zona fronteriza guatemalteca, se desarrolla en un contexto internacional tenso: la nueva ofensiva comercial del presidente estadounidense Donald Trump, quien ha endurecido aranceles, amenazado con sanciones y condicionado apoyos económicos a Centroamérica.
En este escenario, los tres países llegan con una mezcla de desafíos internos, relaciones comerciales asimétricas y una clara conciencia de que la unidad regional puede ser el único escudo efectivo frente a la presión del norte.
El mapa coloca a México como la puerta hacia Norteamérica, y a Guatemala y Belice como la bisagra que conecta con el resto de Centroamérica y el Caribe. Esa posición convierte a los tres en un corredor estratégico de comercio, migración y energía.
Históricamente, México y Guatemala han tenido una relación intensa: más de 40 acuerdos bilaterales, un comercio de US $4,380 millones en 2024 y cooperación en temas como seguridad, migración y desarrollo. Sin embargo, también hay tensiones: la balanza favorece ampliamente a México, con un superávit superior a US $2,100 millones.
Con Belice, el panorama es más desigual: México exporta a ese país más de US $65 millones anuales, mientras que las exportaciones beliceñas hacia México apenas superan los US $8 millones. No obstante, Belice ofrece una puerta de acceso a mercados caribeños y marítimos que resultan estratégicos.
Desde su regreso a la Casa Blanca, Trump ha relanzado una agenda proteccionista con incremento de aranceles a productos agrícolas y manufacturas latinoamericanas, amenazas de sanciones a países que “no controlen los flujos migratorios” y condicionamiento de programas de cooperación y créditos internacionales.
La respuesta ha sido una reconfiguración diplomática: varios gobiernos latinoamericanos buscan alianzas bilaterales y multilaterales para diversificar mercados y reducir dependencia con Estados Unidos. El bloque que podría surgir de la reunión México–Guatemala–Belice se inscribiría en esta lógica.
Fuentes diplomáticas anticipan que los mandatarios discutirán comercio y diversificación de mercados, fortaleciendo el intercambio intrarregional para compensar posibles pérdidas por sanciones o aranceles estadounidenses, y estableciendo corredores logísticos desde el Caribe y Centroamérica hacia Sudamérica y Asia.
También abordarán seguridad fronteriza y migración, creando protocolos conjuntos para el manejo humanitario de flujos migratorios y el combate al crimen transnacional sin seguir al pie de la letra las imposiciones de Washington. Otro punto será energía y medio ambiente, con la posibilidad de que México ofrezca electricidad y combustibles a precios preferenciales a Guatemala y Belice, a cambio de proyectos conjuntos en energías renovables. Finalmente, infraestructura y conectividad para agilizar el comercio en la región y abrir rutas alternativas a los puertos estadounidenses.
Si de la reunión surge un acuerdo trilateral, el bloque podría convertirse en un núcleo de integración que, aunque modesto en cifras comparado con los gigantes sudamericanos, tendría un peso estratégico: control de rutas logísticas clave entre el Pacífico, el Golfo de México y el Caribe; plataforma energética y agroindustrial con proyección hacia Asia y Europa; y capacidad de negociación colectiva frente a Washington.
En el mediano plazo, este esquema podría ampliarse hacia el resto del Triángulo Norte centroamericano y países caribeños, configurando un cinturón político y comercial menos vulnerable a las fluctuaciones de la política estadounidense.
El reto principal radica en las diferencias económicas y de poder: México es una economía 20 veces mayor que la de Guatemala, y más de 100 veces que la de Belice. La clave estará en diseñar mecanismos que equilibren beneficios y eviten que el bloque sea percibido como una extensión de los intereses mexicanos.
En este sentido, la diplomacia de Sheinbaum deberá ser hábil para proyectar cooperación genuina, mientras que Arévalo y Briceño buscarán capitalizar la alianza para impulsar sectores clave de sus economías.
En un mundo donde las tensiones comerciales se multiplican y los equilibrios geopolíticos se redefinen, la reunión de este fin de semana podría ser un primer paso hacia un nuevo pacto de cooperación regional. No se trata solo de resistir las embestidas de Trump, sino de aprovechar la coyuntura para fortalecer un frente común latinoamericano, con voz propia y menos dependiente de los dictados de Washington.
El resultado de esta cumbre no solo afectará a las tres naciones involucradas, sino que podría enviar una señal al resto de América Latina: la unidad es la mejor defensa en tiempos de tormenta global.