Julio Jiménez Martínez
A partir de 2025, el presidente Donald Trump retomó la política de aranceles como estrategia de presión económica. A través de tarifas del 25% a productos mexicanos, en el marco de una “guerra comercial” que busca reducir el déficit de Estados Unidos, se generan importantes consecuencias para México.
Esta política ha tensado la relación bilateral, a pesar del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). La presidenta Claudia Sheinbaum ha enfatizado la importancia del diálogo y la diplomacia como herramientas para resolver disputas, evitando medidas unilaterales que puedan perjudicar a millones de trabajadores, productores y consumidores de ambos países.
En los últimos meses, la inflación subyacente correspondiente a junio y julio alcanzó niveles de 3.3% y 3.4% respectivamente, mostrando una tendencia creciente. La aplicación de aranceles sobre importaciones en Estados Unidos, especialmente procedentes de China, la Unión Europea y otros países, ya comienza a reflejarse en los precios. Estos gravámenes inciden de manera persistente en los costos intermedios y finales, considerando que la guerra comercial ha tomado fuerza a nivel internacional, particularmente por las acciones del presidente Trump. Este tipo de medidas generan incertidumbre en economías como la mexicana, profundamente vinculadas al comercio exterior.
Los aranceles son una herramienta fundamental en las relaciones comerciales entre naciones. Aunque puedan parecer un tecnicismo, su impacto se siente directamente en la capacidad de compra de los consumidores y en el crecimiento económico. México, como actor clave en el comercio internacional, debe prestar especial atención a la reducción en el consumo, la caída en las ganancias y la cancelación de nuevos proyectos de inversión. Además, si la presión inflacionaria importada se incrementa (por tipo de cambio, costos de insumos o desaceleración externa), el Banco de México podría verse obligado a retrasar reducciones de tasas de interés o incluso a endurecer la política monetaria, aun con una economía doméstica debilitada.
El sistema arancelario mexicano está diseñado para adaptarse a las condiciones cambiantes del mercado global. Por ello, existen distintos tipos de aranceles que permiten al país contar con una política comercial flexible y eficaz.
Debemos reconocer que la implementación de aranceles responde a una lógica estratégica para equilibrar los intereses económicos, industriales y sociales del país. No sólo se trata de recaudar más por cada importación, sino de construir una economía más competitiva, sólida y sostenible en el contexto nacional e internacional.
Es fundamental proteger a la industria nacional frente a la competencia desleal o subsidiada de otros países, ya que ésta puede ser devastadora para las micro, pequeñas y medianas empresas mexicanas. Los aranceles ayudan a nivelar las condiciones de competencia comercial y económica.
Asimismo, resulta clave destacar el fomento al empleo y al desarrollo económico, pues el consumo de productos locales genera mayor demanda de trabajadores, servicios logísticos y materias primas regionales.
Por otra parte, los aranceles contribuyen al control de la balanza comercial, que se ve afectada cuando un país importa más de lo que exporta, provocando un déficit que debilita su moneda y su situación económica.
Los aranceles tienen un doble impacto económico y social. Por un lado, benefician a los productores locales y generan ingresos públicos; por otro, pueden encarecer productos básicos, insumos industriales y la importación de tecnología.
Cuando se analiza una situación económica, es necesario considerar factores diversos como los sociales, políticos o externos —incluidos los conflictos bélicos— que afectan de manera determinante a la economía nacional.
En conclusión, para mantener una economía estable no basta con fortalecer los sectores productivos. Se requieren políticas públicas que estimulen la inversión nacional e internacional, apoyen la producción, impulsen el consumo de bienes y servicios locales y fortalezcan las exportaciones bajo esquemas de bajo impacto arancelario. Al mismo tiempo, es necesario contener los precios de importación, mejorar el poder adquisitivo de los consumidores, fomentar procesos productivos más eficientes y competitivos, e impulsar políticas salariales que fortalezcan la economía interna.
Sin embargo, la actual inflación subyacente ha dejado de descender como lo proyectaba la Reserva Federal (FED) y ahora muestra una preocupante tendencia al alza, considerada la mayor desde 2022. Todo indica que habrá incrementos en los precios al consumidor final durante el cuarto trimestre de 2025 y el primer trimestre de 2026.
El Dr. Julio Jiménez Martínez es vicepresidente del Colegio Nacional de Abogados “Foro México”.