Por KUKULKÁN
DESDE algún lugar entre Polanco, San Pedro y los salones alfombrados de la élite, un sector de la oposición mexicana sigue convencido de que el país está al borde del abismo. Lo repiten como mantra: “México está peor que nunca”, “esto ya es Venezuela”, “la dictadura se impone”. Y mientras tanto, en la calle, la vida les responde con una sonrisa burlona con los cafés del Starbucks a reventar.
EL BLOQUE conservador vive en una burbuja tan hermética que ni el WiFi de la realidad logra conectarse. En su imaginario, el apocalipsis ya llegó… aunque curiosamente, nadie parece haberse enterado. Porque mientras ellos hablan de caos económico, la gente compra, consume, trabaja y, en muchos casos, prospera. ¿Delirios de grandeza o de derrota? Quizás ambas.
LA OPOSICIÓN, que durante décadas se sirvió con la cuchara grande, hoy llora porque ya no está invitada al banquete. Perdieron los privilegios, los contratos, las notarías, los moches… y les duele más que cualquier inflación. Lo que no entienden es que su tragedia no es nacional, es personal. No es que México se esté cayendo, es que ellos ya no lo pueden saquear.
Y PARA colmo, no tienen a quién encomendarse. En su desesperación, pretenden inflar a figuras como Kenia López Rabadán —sí, esa misma que nunca ha ganado una elección directa— postulada por Diego Fernández de Cevallos como la gran esperanza panista. Claro, con el mismo entusiasmo con el que uno elige un filete recalentado pensando que se trata de una cena de gala.
LO IRÓNICO de todo esto es que mientras el PAN, el PRI y MC se desgarran entre sí y con ellos mismos, sus gobernadores que aún ostentan el poder en estados entienden mejor el nuevo mapa: si quieres que te vaya bien, coopera con el gobierno federal. Así de simple. Ahí están Tere Jiménez (Aguascalientes) y Denisse García Muñoz Ledo (Guanajuato), agradeciendo apoyo federal, hablando de coordinación y respeto institucional… palabras que en el CEN del PAN hacen rechinar los dientes.
Y NI QUÉ decir del PRI, donde Esteban Villegas (Durango) abiertamente se declaró “claudista”, mientras que Alejandro “Alito” Moreno sigue interpretando su papel de opositor de cartón. El verdadero golpe de realidad llegó con Samuel García, ese político disruptivo de Movimiento Ciudadano, quien no sólo reconoció los avances del gobierno federal, sino que los presumió como propios. Porque incluso los más narcisistas entienden que al César lo que es del César… o en este caso, a la presidenta lo que es de la 4T.
LA NARRATIVA de la derecha se desmorona cada vez que un gobernador opositor reconoce públicamente que sin el apoyo de la Federación no podrían dar resultados. Se caen los discursos de caos, dictadura y desastre cuando los datos duros, como la reducción de homicidios o la disminución de la pobreza, los contradicen. ¿Significa esto que todo va bien? Claro que no. Aunque ahora se combate desde dentro, la corrupción sigue existiendo. La inseguridad no está erradicada. La polarización sigue latente. Pero negar avances por puro berrinche ideológico es no sólo irresponsable, sino francamente ridículo.
LA DERECHA mexicana necesita algo más que nostalgia por el pasado. Necesita ideas, liderazgo y un proyecto que no sea simplemente decir “no” a todo lo que huela a transformación. Mientras sigan atrapados en su burbuja de privilegios perdidos, seguirán siendo espectadores de un país que ya no les pertenece… ni les cree. La pregunta es simple: ¿seguirán en su torre de marfil viendo el país desde el retrovisor, o bajarán al llano a construir algo que valga la pena?