José Luis Carrillo
El escenario para celebrar el primer año de gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo no podría ser más simbólico: el Zócalo capitalino, el mismo lugar que albergó aquel recordado encuentro del pasado 8 de marzo.
Mismo sitio, misma fiesta, pero con un tono distinto. Esta vez, es evidente que los asesores presidenciales buscaron “pintar su raya” frente a quienes participaron en la ya famosa “selfie maldita”, aquella imagen que todavía provoca comentarios.
¿Recuerdan cuando varios influyentes de Morena y del Partido Verde le dieron la espalda a la entonces candidata mientras rodeaban efusivamente a Andrés Manuel López Beltrán para tomarse una foto?
Pues bien, el pasado domingo, la presidenta lució —para algunos— como si estuviera sola; para otros, en cambio, como alguien que quiso enviar un mensaje contundente, recurriendo al refrán popular:
¡Más vale estar sola que mal acompañada!
Y pese a lo certero del mensaje, aún existen figuras dentro de Morena y sus partidos aliados que:
Tienen ojos, pero siguen sin ver.
Oídos, pero siguen sin escuchar.
Nariz, pero la extrema arrogancia les dañó el olfato, tan necesario en la política.
¡Es urgente que visiten al otorrino y al oftalmólogo!
Más que una casualidad, parece causalidad que, meses después del histórico desaire, casi todos los protagonistas de aquella imagen estén ahora en aprietos políticos o personales.
Durante el evento del domingo, incluso, fueron relegados de la zona principal, simbólicamente “tras las rejas” del protocolo.
En la mesa de honor ya no aparecieron figuras como Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Andrés Manuel López Beltrán, Manuel Velasco y otros. Esta vez, fueron colocados entre los asistentes. Una decisión que, en teoría, nadie debería criticar, pues el Poder Legislativo representa al pueblo y, por tanto, ése es su lugar natural.
Sin embargo, no hay pruebas, pero tampoco dudas, de que el “manotazo” presidencial y el mensaje directo sobre la incongruencia de representar a los pobres mientras se vive como millonarios, fueron más que claros. Y, además, tienen fecha de caducidad.
“Voy derecho y no me quito”, parece haber sido la consigna de la mandataria frente al tema de la corrupción, que empieza a empañar la imagen de Morena y, por extensión, la suya propia.
En política, la forma sigue siendo fondo. Y al cumplir su primer año de gobierno, queda claro que, en los afectos sentimentales y, por ende, en los efectos políticos, solo hay una figura central.
Y aunque se acerca el Día de Muertos, y muchos creían —o deseaban— que era ya uno más de los fieles difuntos de la política mexicana, el domingo tanto Claudia Sheinbaum como Clara Brugada, gobernadora de la Ciudad de México, dejaron en claro que:
¡Andrés Manuel López Obrador sigue vivito y coleando!