José Luis Carrillo
Algunos de sus malquerientes dicen que fue debido a presiones políticas desde el Congreso del Estado.
Otros, que fue para aprovechar la medida y relanzar la precampaña de su esposa, Mariana Rodríguez—ya sea para la gubernatura o cualquier otro cargo de elección popular.
Muchos más, entre los que me incluyo, sostienen que fue para bajarle a la molestia social ante el caos que se vive todos los días, a cualquier hora, en la movilidad urbana de la zona metropolitana de Monterrey.
En contraste, varios aseguran que fue para desviar la atención por su ausencia al Cuarto Informe de Gobierno—que nuevamente evadió presentar ante los legisladores del Congreso del Estado—y así evitar malas caras y cuestionamientos asertivos sobre la situación real que vive el estado más endeudado de México.
Y menos exponerse a ser cuestionado y señalado por qué sigue buscando nuevas deudas, sin importar que, tan sólo de intereses, esta entidad del noreste sume un millón de pesos cada hora.
¡Cada día los nuevoleoneses agregan 24 millones adicionales a la deuda pública; sin embargo, andamos en la fiesta de la Copa del Mundo del año que entra!
Conviene recalcar que, a pesar de haber rendido cuatro informes de gobierno, solamente una vez ha acudido a la sede del Poder Legislativo de Nuevo León.
Pero, como dicen que dijo el clásico expresidente de México, Felipe Calderón Hinojosa…
“Haiga sido como haiga sido”, el gobernador de Nuevo León demostró alguna sensibilidad social—de la que carece enormemente—al suspender el cobro de 60 pesos de peaje en la ruta que lleva al aeropuerto de Monterrey, situado en Apodaca.
Con bombo y platillo el fin de semana pasado, y obvio, acompañado de su esposa, Samuel Alejandro García Sepúlveda se mostró efusivo y magnánimo al gritar a los cuatro vientos que no se cobraría ese peaje en ambos sentidos.
Claro que, como sucede con las letras chiquitas de los contratos, nunca recalcó que esa medida es PROVISIONAL, mientras se avanza en el tremendo desgarriate que él mismo propició en la avenida Miguel Alemán, que atraviesa varios municipios metropolitanos.
Todo por la construcción, poco planeada, de un monorriel hacia el Aeropuerto Mariano Escobedo.
Sin duda, esta medida beneficia a miles de ciudadanos que utilizan esa ruta diariamente; sin embargo, la pregunta obligada es la siguiente:
¿Qué sigue para apoyar a los cientos de comercios—plazas comerciales, hoteles, universidades, tiendas de abarrotes, entre otros rubros—afectados por el cierre casi total de ese sector?
Porque el apoyo anunciado por el gobernador beneficia exclusivamente a automovilistas, pero existen miles de ciudadanos afectados por el cierre casi total de la zona. Sería bienvenida alguna acción adicional de beneficio fiscal.
Mientras tanto, los alcaldes de Guadalupe, Héctor García—que se la pasa gritando que el Mundial será en su municipio y no en Monterrey—; el de San Nicolás de los Garza, Daniel Carrillo; y el de Apodaca, César Garza Jr., de manera conveniente, mantienen cerradas sus bocas. Actitud tan contrastante cuando se trata de pedir el voto popular.
¿Por qué ninguno de esos alcaldes, como decimos en el noreste, “se pone la del Puebla” y se “mocha” con algunos “descuentillos” para su sufrida clase empresarial?
Existen diversas maneras en las que estos alcaldes—uno de MC, otro del PAN y uno más del PRI—podrían emular al gobernador y mostrarse solidarios con los comerciantes y empresarios en la avenida Miguel Alemán, mismos que ya no ven lo duro, sino lo tupido.
A lo mejor, en lugar de seguir pensando que cambiando al individuo se soluciona todo, conviene someter a reflexión profunda nuestra organización social y política; parece que hemos “normalizado” lo anormal.
¿Será que a ellos no les interesa?
¡Y a nosotros tampoco!
