POR KUKULKAN
EL DIPUTADO Cuauhtémoc Blanco ha hablado. Y cuando lo hace, este país no sólo escucha: se indigna, se ríe y —por qué no— también se resigna. Ante la lluvia de críticas por aparecer en plena cancha de pádel mientras debía estar votando en la Comisión de Presupuesto, el ídolo deportivo y legislador part-time soltó una joya para el anecdotario nacional: “Si me van a multar, que me multen. Mi corazón me pide hacer ejercicio de ocho a diez de la mañana”.
SÍ, LEYÓ BIEN. No se ría, por favor. Cuauhtémoc no estaba burlándose del Congreso ni de usted: simplemente estaba cuidando su salud cardiovascular. Porque en un país donde el 55% de los legisladores apenas pisa el Pleno, lo verdaderamente revolucionario es jugar pádel con micrófono abierto y cámara encendida.
Y MIENTRAS usted se levanta a las seis de la mañana para tomar uno o varios camiones para llegar a trabajar con puntualidad, nuestro Cuauh se alista en pants, toma su raqueta y se conecta a Zoom “por compromiso”, justo antes de que lo llamen a votar. Cuando alguien notó que el ambiente sonoro no era muy institucional (pelotas rebotando, gritos de juego y risas), Blanco desapareció de la sesión virtual como si fuera un regateador en el área chica.
AÚN ASÍ, pidió que se le contara la asistencia. ¡Chulada de jugada! Pero no seamos injustos. Cuauhtémoc no está solo en esta cruzada por el multitasking legislativo. En octubre de 2023, la Cámara de Diputados aprobó el home office parlamentario, porque evidentemente nada dice “representación democrática” como legislar desde la playa o desde el spa.
EL REGLAMENTO permite a nuestras y nuestros honorables diputados participar a distancia, conectarse sin cámara, votar sin saber de qué se trata el dictamen y, lo más importante, seguir cobrando su salario íntegro por su esfuerzo tan remoto como simbólico. Y aunque no hay lista oficial, ya se habla de más de 80 diputados de Morena que han hecho del trabajo remoto una forma de vida. Es el sueño mexicano: ser legislador sin pisar el Congreso. ¡Qué moderno!
CLARO, los defensores de Cuauhtémoc —que aún los hay, créalo o no— dicen que su historia de vida lo legitima: “Es un hombre sencillo, espontáneo, que siempre ha dado la cara”. Pues bien, aquí la dio… pero con short deportivo, sudor en la frente y una agenda que prioriza el cardio sobre la Constitución. Y si su conciencia está tranquila, como él mismo dijo, quiénes somos nosotros para perturbar su zen legislativo.
DESDE luego, la oposición lanzó algunas críticas, especialmente Mario Zamora del PRI, quien no pudo evitar reírse al aire y exclamar: “Está jugando pádel, ni sabe qué está votando”. Pero fuera de eso, el Congreso entero pareció decir: “Así es Cuauhtémoc, ya saben cómo es”. Lo trágico es que ya normalizamos que un legislador esté desconectado —literal y figuradamente— y que aun así se le cuente la asistencia. Total, ¿quién va a notar la diferencia?
ENTRE tanto, los temas urgentes —como la Ley de Aguas Nacionales que se discutía ese día— siguen ahí, sin el eco de voces presentes, sin manos levantadas con convicción, sólo con avatares en Zoom votando “sí” porque alguien les avisó por WhatsApp. Quizá algún día llegue la modernización total del Congreso: sesiones por TikTok, iniciativas presentadas vía stickers, y debates por hilos de X.
ANTE tal escenario, Cuauhtémoc será un pionero, un adelantado a su tiempo, un legislador que entendió que lo importante no es estar, sino parecer que estás… al menos mientras ganas el set. Así que ya no lo molesten. Por favor, no le pidan que trabaje cuando está defendiendo su derecho al ejercicio matutino. Que multen al que no entienda la nueva lógica parlamentaria: más fitness, menos leyes. Aquí no legislan, pero al menos se mantienen en forma.