Andrómeda da su versión del crimen

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Andrómeda

  • La noche del 7 de septiembre del 2015, Andrómeda, de 31 años, atacó con un cuchillo a sus tres hijos en su domicilio en Monterrey.
DANIEL DE LA FUENTE / AGENCIA REFORMA

MONTERREY, NL.- Por primera vez, Andrómeda Cordero Flores, sentenciada por el ataque con un cuchillo en el 2015 a sus tres hijos, dos de los cuales murieron, habla de esta historia.

“No sé cómo se manejó la historia allá afuera, pero no es la misma historia que puedo contar yo, porque no fueron las cosas como sucedieron.

“Lo menos que hubiera querido es que las cosas se hubieran salido de control de esa forma”.

Sentenciada en diciembre del 2018 a 56 años por el crimen de dos de sus hijos y por tentativa de homicidio del primogénito, Andrómeda Cordero Flores -contrario a Diego Santoy, quien en la entrega pasada se negó a hablar de su historia e incluso apagó el micrófono para no continuar la entrevista-, sí quiso hablar y dar por primera vez su versión de los hechos.

De acuerdo a las investigaciones, la noche del 7 de septiembre del 2015, Andrómeda, de 31 años, atacó con un cuchillo a sus hijos Jesús Said, Laisha Sofía y Keyla Elizabeth, de 5 y 2 años, y 4 meses de edad, respectivamente, en su domicilio de la Colonia Rincón de las Cumbres, en Monterrey.

Posteriormente, la regiomontana intentó quitarse la vida provocándose varias heridas con la misma arma. La recién nacida falleció de inmediato, en tanto la niña de 2 años murió una semana después.

Andrómeda y el hijo mayor sobrevivieron.

Sentada en una banca a las afueras de la biblioteca del reclusorio femenil y acompañada de la jefa de custodias, Andrómeda aguarda paciente. Va vestida con pants y sudadera gris, uniforme obligado, y no se quitará el cubrebocas.

Segunda de cuatro hijos de profesores hoy jubilados que les pusieron a todos nombres de personajes mitológicos, Andrómeda creció en varios domicilios por el trabajo de su mamá: en el área de Cumbres, Guadalupe, San Nicolás.

“Mamá siempre nos insistió a las mujeres, fuimos tres, que debíamos estudiar porque nos podía tocar su misma historia”, cuenta, y es que el padre rehizo su vida y la ex esposa debió sostener a sus hijos.

No fue mala alumna, aunque no le gustaba “eso de las matemáticas a las siete de la mañana, no era divertido”.

Estudió en prepa técnica médica con miras a cursar Medicina, que abandonó en tercer semestre: dice que se sentía atraída por el funcionamiento del cuerpo humano, pero la carrera perdió su encanto cuando empezó a ver la llegada masiva de cuerpos destruidos al anfiteatro situado en el Hospital Universitario durante los años más álgidos de la violencia.

“Vi que no era lo mío, ya no me gustó”, expresa, aunque el servicio social lo hizo como embalsamadora, labor que ejerció entre 1999 y el 2003 tanto en las funerarias Misión de los Olivos y Dolores.

“Me gustaba”, afirma. “Siempre he sido muy curiosa y era fuerte mi interés por el cuerpo humano, pero luego en la carrera me di cuenta que no era lo mismo tratar con personas sin vida que con las otras”.

También influyó en su decisión de desertar de Medicina que debía pasar demasiado tiempo en la escuela. Posteriormente conoció “en un antro” al que sería su marido, el abogado Jesús Campos Munguía, de quien dice no estaba de acuerdo con que ella estudiara. El hombre, 10 años más grande que ella y ya divorciado, festejaba su cumpleaños con amigos cuando la conoció. Duraron apenas siete meses de novios.

Intentó la carrera de Nutrición, pero terminó en el Instituto Culinario de Monterrey, de la que sí egresó. Sin embargo, ya casada no ejerció, llegó pronto Jesús Said, su primer hijo, con espectro autista, por lo que se quedó en casa y hacía manualidades: tejido, collares.

“Me la pasaba inventando mil cosas, no quería estar sin hacer nada”.

Pronto llegó la decepción. Dice que el marido bebía demasiado y ella vivía como madre soltera, a cargo de las riendas de la casa. Dice que se hizo de la “vista gorda” un tiempo de infidelidades, ausencias.

Andrómeda contará enseguida diversas situaciones de violencia, agresiones físicas que ella resistió, aclara, para no repetir la historia de separación de la madre. Hubo alguna vez que él arremetió a golpes contra ella y Jesús Said, pequeño, se alarmó.

“Llegó alcoholizado y le reclamé, no podía abrir el portón, le pegaba con el carro. Esa vez me empezó a golpear y mi Said se asustó. Le dije: ‘Estamos practicando tae kwon do'”.

En el último embarazo vino lo más difícil, asegura. Le descubrió infidelidades al esposo, gastos cuantiosos y, al reclamarle, le propinó una serie de patadas. La atendieron en un hospital por el riesgo de perder al bebé.

“‘Por qué sigues permitiendo esto’, me decían en el hospital. ‘¿Sabes cuántos tratamientos vamos a tener que hacerte?’. Mi hija nació de siete meses, todo el embarazo me la pasé internada, no me podía mover”.

Nada de esto figura en el expediente de Andrómeda, sólo que días antes del multihomicidio ella hirió a su esposo en uno de sus pleitos con el mismo cuchillo con el que sus hijos perderían la vida. El esposo no interpuso denuncia.

Alguien le dijo que denunciar los pleitos haría que perdiera a sus hijos, por lo que no lo hizo.

“Los abogados me decían: ‘Trata de arreglar las cosas, bien que mal los niños son de los dos y, a la hora de la hora, se los llevarán al DIF‘”.

No hubo arreglo. Cada vez más infeliz, asegura Andrómeda, se mantuvo en casa cuidando a sus tres hijos sin la presencia de la pareja o, en el peor de los casos, agredida. Un día, aconsejada por alguien, tomó la decisión de internar en un centro de rehabilitación de adicción. Dice que lo hizo para salvar su matrimonio.

Unos hombres fueron por él a su casa y se lo llevaron contra su voluntad para internarlo. Ella fue al despacho del marido, entregó su equipo de cómputo y avisó que estaría internado.

De acuerdo con la investigación, antes de esto Andrómeda le dijo a la pareja del socio de su esposo que “Haría algo imperdonable”, pero no queda claro si se refería al internamiento o a lo que vendría después.

El esposo fue sacado del centro de rehabilitación por su socio el mismo día que fue internado. De acuerdo con archivos periodísticos que registran testimonios de vecinos, él habría vuelto a casa y discutido con Andrómeda, quien le gritó que no iba a dejar que se llevara a sus hijos. Él se fue y volvió para encontrar la masacre.

La investigación de la Fiscalía, por su parte, apunta que el volvió del centro y encontró la puerta cerrada, por lo que, acompañado de ministeriales, forzó la cerradura y halló la escena de horror.

Al respecto, dice Andrómeda: “Lo único que se me ocurrió (al saber que su marido estaba libre) fue: ‘Éstos me van a hacer algo, no sé, entre que el socio de mi esposo es una persona que está medio zafada de la cabeza y Jesús, que era muy dado a agarrarme a patadas, dije no, mejor me tomo unas pastillas y me duermo y lo que me quieran hacer, pero no voy a darles el gusto de que mis vecinos me escuchen gritar ni mis hijos me vean llorar y me encerré en el baño”.

Agrega: “De ahí para allá todo lo que dicen, la verdad yo desconozco, porque yo estaba inconsciente”.

Preguntas y respuesta a detalle

Ya no están con usted sus hijos y usted tiene una marca en el cuello, ¿qué pasó?

“No solamente tengo una marca en el cuello: tengo muchas marcas en el cuerpo, y créame que ahora que conocen un poquito más de mi historia, siendo yo una persona que obviamente conozco (de medicina) ¿usted cree que si me hubiera querido suicidar no lo hubiera logrado si soy embalsamadora? Sé por dónde corren las arterias, las venas. ¿Cómo me iba a equivocar a ese grado?”.

¿Está diciendo que alguien hizo esto y no usted?

“Sí, es lo que le estoy diciendo, porque realmente hasta en las huellas del arma que se encontraron lo único que se puede encontrar mío es una huella de mi mano derecha, de un solo dedo, del pulgar derecho, y yo soy zurda”.

¿Dice que su esposo la mandó a agredir y matar a sus hijos?

“Prácticamente cuando a mí me dicen: ‘Saca a Jesús del centro de rehabilitación porque no sabes cómo te va a ir’, eso me sonó a amenaza. En aquel entonces ellos (su marido y su socio) tenían casos muy importantes por cerrar, había mucho dinero de por medio y el socio que él tenía me dijo: ‘Tú no lo puedes internar en este momento, Jesús no es alcohólico, la loca eres tú, la del problema eres tú'”.

¿Y ellos le hicieron eso a usted y a sus hijos?

“Yo me tomé esas pastillas”, afirma. “Después desperté en un hospital”.

La versión de Andrómeda es descartada por Alejandro Carlín Balboa, Vicefiscal de Control y Desarrollo en la Procuración de Justicia de la Fiscalía estatal: las pruebas periciales fueron contundentes y el testimonio de Said, que lo vio todo, terminó por llevarla en el 2018 a una sentencia de 56 años de prisión. Aparte habría dejado algunas cartas.

Said, en su testimonio, recuerda que le preguntó a su madre esa noche por qué estaba haciendo esto: “Perdóname”, le dijo antes de clavarse el arma.

Ante los señalamientos de Andrómeda de que fue víctima de violencia familiar y de que tomó pastillas que la llevaron a la inconsciencia, el funcionario comenta que la asesina fue juzgada con perspectiva de género y que no hay registro del consumo de medicamentos.

“El jurado determinó que la señora Andrómeda cometió las agresiones con plena consciencia”.

Andrómeda estuvo con apoyo psicológico en prisión. Dice que la motiva que su familia la apoya, cree en ella, y la esperanza de ver un día a su hijo. El sobreviviente.

En la mitología, Andrómeda es encadenada para ser presa de monstruos y para beneplácito de dioses.

Medea, por su parte, esposa de Jasón, presa de celos hacia su pareja, mata a sus hijos y huye con sus cadáveres.

De no llamarse Andrómeda, y si la justicia tuvo razón, acaso esta mujer debiera llevar aquel nombre.

“Fui una buena madre hasta donde yo pude”, dice, “y traté de ser una buena esposa también hasta donde pude”.

En los exámenes que le practicaron posteriormente a los crímenes, los especialistas descartaron que tuviera adicción a alguna sustancia o algún problema mental.

¿Tiene algo?

“No, tengo nada más que sufría de violencia, eso fue lo único que me dijeron. Que había sido una persona muy maltratada”.

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