- En todo terruño potosino se puede encontrar variedades poco exploradas en el resto de México, como Gewürztraminer y hasta Nieluccio.
TERESA RODRÍGUEZ / AGENCIA REFORMA
CIUDAD DE MÉXICO.- Hasta hace algunos años, los enófilos no tenían en el radar esta tierra árida, famosa por sus pozas y su zacahuil. A punta de medallas y reconocimientos, San Luis Potosí comenzó a surcar brecha entre los amantes del vino.
Cierto, no es la primera vez que las vides echan raíces en esta región; su historia vinícola se remonta a tiempos coloniales.
Sin embargo, en éste terruño y otros, las restricciones a este cultivo impuestas por la Corona detuvieron súbitamente el desarrollo enológico.
Para beneplácito de los amantes del vino mexicano, durante la última década, dos bodegas han forjado a paso firme la nueva historia vinícola de San Luis Potosí.
“Es bastante desconocido este terruño y, luego de una carrera por México, lo considero uno de los mejores”, asegura Matías Utrero, enólogo de Cava Quintanilla, quien acumula experiencia en Coahuila, Querétaro, Guanajuato y Baja California.
Un clima semidesértico con escasas lluvias, una altura promedio de 1700 msnm y un enorme diferencial térmico (más 30 grados de variación entre el día y la noche) son factores que favorecen a la vitis vinífera en esta región.
“La escasez de lluvias es muy buena para el viñedo, porque prácticamente no tenemos riesgo de desarrollo de hongos en la fruta”.
“Sumado a esto tenemos muchísima radiación solar, que favorece a las uvas tintas y su maduración fenólica”, describe Utrero.
Además de cepas clásicas, como Cabernet Sauvignon, Merlot y Chardonnay, en todo terruño potosino se puede encontrar variedades menos exploradas en el resto de México, como Gewürztraminer, Cabernet Franc, Pinot Noir y hasta Nieluccio (hermana de la Sangiovese, en un viñedo experimental de Cava Quintanilla).
Cava Quintanilla
Por antigüedad, extensión y presencia en el mercado, es LA bodega potosina. Situada a 45 minutos de la capital, de camino a Matehuala, esta vinícola es pionera en esta clases de terruño.
“Actualmente tenemos 84 hectáreas productivas; tenemos plantaciones nuevas, que van a entrar en producción este año y nos van a hacer llegar a las 100 hectáreas, y estamos plantando un sector nuevo, para tener una superficie total de 120 hectáreas”, describe Matías Utrero, su enólogo.
En sus viñedos, de suelo franco arcilloso, hay 14 variedades: tres blancas – Sauvignon Blanc, Chardonnay y Gewürztraminer- y 11 tintas, entre las que destacan Cabernet Franc, Syrah y Nebbiolo.
En el mercado, bajo el sello Cava Quintanilla, pueden encontrarse tres líneas: Nicole, con un rosado semidulce y otro espumante; Laberinto y Reserve.
“En Laberinto tenemos vinos relativamente económicos pero muy bien hechos: hay dos blancos, un Sauvignon Blanc, y un Gewürztraminer seco y muy aromático; un rosado de Grenache con Syrah, estilo Provence, y dos tintos, un Malbec y un blend de Cabernet, Tempranillo y Merlot”, ahonda Utrero.
De Reserve, la línea de alta gama, el enólogo destaca especialmente los monovarietales de Syrah y Nebbiolo.
Y para futuras añadas, Matías vislumbra un enorme potencial en su Cabernet Franc. Los primeros resultados han dado unos vinazos, asegura.
Cava Quintanilla produce hoy 450 mil botellas al año, pero la meta en el mediano plazo es alcanzar el millón y entre sus planes también está consentir a los amantes del enoturismo.
“Tenemos un proyecto arquitectónico en desarrollo; va a contar con restaurante, una fachada más estética para la vinícola, un lago para pescar y un micro hotel”, adelanta.
Hoy, previa reservación, la bodega ofrece tours con degustación. cavaquintanilla.com @cavaquintanilla
Pozo de Luna
El proyecto de esta bodega, ubicada a escasos kilómetros del aeropuerto y a 15 minutos del centro, comenzó hace poco más de una década.
Aunque realizaron su primera vinificación en 2013, fue hasta 2016 que la marca se presentó oficialmente con tres etiquetas de vino tinto.
Hoy cuentan con 15 hectáreas productivas, distribuidas en tres parcelas. Syrah, Merlot, Cabernet Sauvignon, Nebbiolo y hasta un poco de Pinot Noir y Cabernet Franc conforman su abanico de tintas. Sauvignon Blanc y Viogner son la apuesta en blancas.
“Una de las parcelas está donde la bodega y la cava. Enfrente de ese predio, hay un rancho dedicado a la crianza de caballos cuarto de milla; junto al corral de los potrillos está otra parte del viñedo. Y la parcela más antigua está en la Ex Hacienda El Jaralito.
“Pozo de Luna tiene una filosofía de bodega boutique: todo es pequeñas producciones”, señala Alfredo Oria, sommelier de la bodega.
El doctor en viticultura y enología Joaquín Madero es el enólogo de Pozo de Luna que, a pesar de su breve historia, acumula varios reconocimientos.
“El Sauvignon Blanc, desde su primera vinificación, ganó una medalla de oro y ha tenido resultados magníficos. Tenemos una producción de, más o menos, 150 cajas al año”, comenta Oria.
Pozo de Luna Malbec obtuvo 92 puntos de la Guía Peñín y una Gran Medalla de Oro en el Concurso Mundial de Bruselas.
Entre sus próximos lanzamientos, la vinícola contempla un Pinot Noir, un tinto joven y un gran reserva, con 30 meses de barrica.
La bodega y sus viñedos están abiertos a recibir visitantes. El programa, que incluye una cata, se ha adecuado a los protocolos sanitarios con grupos reducidos y actividades al aire libre.
Según tiempo y presupuesto, el paseo puede incluir visitas a la Ex Hacienda El Jaralito, al criadero de caballos del rancho Pozo de Luna, maridaje y hasta degustación de barricas. pozodeluna.mx @pozodeluna
Piscis
Un vino recién lanzado al mercado, que nació de la feliz coincidencia de tres emprendedores que comparten signo zodiacal.
Karla Correa, Israel Gonzaléz y Emiliano Pérez-Salas apostaron por terruño potosino para elaborar este Chardonnay joven y fresco, pensando específicamente para maridarse con la cocina mexicana del mar.
“Este vino surge de viñedos de San Luis Potosí, con más de 12 años de antigüedad, en un suelo franco arenoso con algo de canto rodado, lo que da una buena permeabilidad, concentración y maduración.
“La cantidad de horas sol que tenemos durante el día es importante para poder tener mucho aroma, mucho terpeno en la nariz. Este Chardonnay es un vino afrutado, con alma de cítricos, aromas de durazno, bastante mineral. En la boca tiene buen balance y acidez”, describe la enóloga argentina Agostina Astegiano, encargada de confeccionarlo.
ASÍ LO DIJERON
“Por condiciones uno podría decir que es un terruño ideal para tintas, pero curiosamente, Cava Quintanilla salió a la luz y las puertas se abrieron gracias a los blancos”. Matías Utrero, enólogo de Cava Quintanilla.
“San Luis Potosí es una zona que, a mí, me sorprendió mucho en cuanto a las variedades blancas y, particularmente, con la Chardonnay está haciendo cosas interesantes”. Emiliano Pérez-Salas, socio del proyecto Piscis.
“La gente ya empieza a ubicar a San Luis Potosí, en general, y a Pozo de Luna, en particular, como una apuesta especial dentro del vino mexicano”. Alfredo Oria, sommelier de Pozo de Luna.
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