POR KUKULKÁN
A CASI CIEN AÑOS de surgir como un método estadístico de medición de los fenómenos sociales, políticos y económicos, las encuestas se han convertido en estos tiempos en muestreos electorales que —más que estudiar a un ‘universo’ social— buscan vaticinar el triunfo de un candidato en particular (generalmente a favor de quien paga) para persuadir las preferencias de quienes tienen derecho a votar y están todavía indecisos la víspera de los comicios.
POR ESO conforme se acerca el próximo proceso electoral en Quintana Roo, los candidatos competidores por las once presidencias municipales y cuatro distritos para diputados federales han inundado las redes sociales con un sin fin de encuestas y encuestadoras que, por adelantado, dan como triunfadores a la mayoría, lo que resta credibilidad a los resultados difundidos públicamente.
LA NATURALEZA de la encuesta es esencialmente matemática y representa una aproximación cuantitativa a los fenómenos que se pretenden analizar, y de acuerdo con la conocida ley dialéctica las mediciones cualitativas no dejan de llevar a conclusiones cualitativas respecto de la fenomenología social, y la pregunta aquí sería ¿de qué depende la fidelidad de una encuesta?
LA TEORÍA dice que la encuesta se puede hacer de dos maneras: por censo o por muestreo. En la primera se indaga a la totalidad de los miembros del grupo a investigar; en la segunda, a una pequeña fracción de él; el “muestreo” es un método de investigación a través del cual se trata de establecer las características de un grupo social, llamado “universo”, a base de la indagación de una pequeña fracción representativa de él, que es la “muestra”.
EN EL CASO de las encuestas electorales, por ejemplo, el “universo” es el conjunto de las personas con derecho a emitir su voto y la “muestra” es una pequeña fracción de él; y la fidelidad de este procedimiento depende fundamentalmente de la representatividad que tenga la muestra, a fin de que los datos que arroje la indagación puedan proyectarse al universo social.
POR SUPUESTO que siempre hay un margen de error en todo muestreo, pero está calculado de antemano, medido matemáticamente: mientras mayor es el tamaño de la muestra más pequeño tiende a ser el grado de equivocación. El único método exento de error es el censo, esto es, la entrevista a todos y cada uno de los integrantes del universo social que se busca estudiar.
POR TANTO, la selección de la muestra, que se hace mediante técnicas especiales, reviste la mayor importancia; para que una muestra sea eficiente debe representar fielmente el universo social en sus características de edad, cultura, ocupación, lugar de residencia, nivel educativo, sexo, etnia, religión y posición socioeconómica.
PARA LLEGAR a ella, se requiere una profunda y minuciosa investigación social. La muestra es la clave del proceso de encuesta; en la medida que ella sea representativa, es decir, en que su composición refleje fielmente la estructura y las características de la población en su conjunto, los resultados de la encuesta tendrán la menor franja de error posible.
LA PREGUNTA aquí es si las encuestadoras y los partidos políticos, que son los principales clientes respetan todos los requisitos que implica el proceso de la encuesta, ahí es donde se siembran las dudas sobre los resultados que adelantan triunfos, sin importar si se siguió con la metodología adecuada, lo que importa es posicionar a un candidato que para eso pagan. Si las encuestas fueran el resultado fidedigno de una contienda electoral, entonces para qué esperar hasta el día de la jornada, que es la verdadera encuesta.