NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

SOBRE el fértil vergel de promesas políticas de Solidaridad, Quintana Roo, brotó una flor de singular aroma y efímera belleza: el mastógrafo fantasma, una epopeya anunciada con bombos y platillos por la distinguida alcaldesa panista, Lili Campos Miranda. Esta moderna fábula de equipamiento médico nos lleva por un laberinto de declaraciones y presupuestos donde, al final, el tesoro prometido resulta ser no más que una ilusión, un espejismo en el desierto de la gestión pública.

CON UNA PRECISIÓN matemática digna de un alquimista, se nos revela que en Quintana Roo, el cáncer de mama siega la vida de 12.56 mujeres por cada 100 mil mayores de 20 años, según cifras del INEGI. Frente a esta realidad ineludible, nuestra heroína prometió armarse con la más avanzada tecnología para enfrentar al dragón maligno del cáncer. El mastógrafo, esa bestia mítica de la detección temprana, sería la piedra angular de su estrategia.

DURANTE su segundo informe de gobierno, con la gracia de quien revela la panacea universal, anunció que ya no sería necesario peregrinar a Cancún en el vecino municipio de Benito Juárez para buscar la salvación mamaria, pues Solidaridad, en su inaudita magnanimidad, contaría con su propio mastógrafo. Pero he aquí la trama digna de una novela de Kafka: el aparato, cuyo coste oscila entre los cuentos de hadas financieros de 26 mil a 40 mil dólares, resultó ser tan tangible como el humo.

COMO si de una obra de teatro se tratase, el Presupuesto de Egresos del municipio se convierte en nuestro escenario, donde los 3 mil 687 millones de pesos aprobados para el año fiscal 2023 parecen tener mejor destino que en la compra de este escurridizo equipo médico. La trama se complica al descubrirse que, en esta comedia de errores, el presupuesto asignado específicamente para tales adquisiciones fue, sorprendentemente, nulo.

NO CONTENTA con una sola función, la alcaldesa repitió su acto de ilusionismo en el evento “Encendido rosa”, prometiendo a un auditorio lleno de esperanzas y mujeres que la batalla contra el cáncer de mama no sería una lucha solitaria. Pero, oh sorpresa, el desenlace de esta historia nos lo brinda el Secretario de Salud municipal, quien, en un giro digno de Agatha Christie, revela que el mastógrafo, de hecho, nunca fue parte del inventario.

ENTRE respiradores y ultrasonidos, el mastógrafo no es más que una leyenda urbana en el catálogo de bienes municipales. Y mientras la alcaldesa jugaba a las casitas con el presupuesto de salud, presumiendo un aumento triplemente ficticio, la realidad nos azota con la frialdad de un expediente sin respuesta: en el reino de Solidaridad, el cáncer de mama sigue esperando por un héroe real, no por promesas vanas.

EN ESTE Nido de Víboras, donde la ironía muerde con la precisión de un bisturí, queda al descubierto el gran engaño: un mastógrafo que nunca fue más que un fantasma, una promesa hueca en el viento. La moraleja de esta fábula moderna nos recuerda que, en el teatro político, las palabras pueden construir hospitales, comprar equipos y hasta salvar vidas, siempre y cuando permanezcan en el reino de lo imaginario.

@Nido_DeViboras