NIDO DE VÍBORAS

550

Por KUKULKÁN

EL SUEÑO de la operadora turística Hoteles Solaris de México de contar con su cuarto hotel en Cancún duerme temporalmente desde 2020 en que su construcción fue suspendida tras detectarse graves violaciones al marco normativo urbano de este rincón paradisíaco, donde las aguas turquesas acarician suavemente los arenales de Playa Delfines. Es en este lugar donde surge una historia no tan encantadora, protagonizada por voraces titanes de concreto y las sombras alargadas de la corrupción municipal. El Gran Solaris Cancún, un leviatán de 14 niveles y 450 habitaciones, soñaba con erguirse, desafiante, al borde de esta última ventana al mar, un plan tan desmesurado como la sed de ganancia de sus creadores.

DESDE las oscuras profundidades de los gobiernos municipales pasados, surgieron licencias de construcción expedidas bajo la mesa, arrulladas por la melodía del metal tintineante. Remberto Estrada, al mando del timón de Benito Juárez (2016-2018), no titubeó en dar luz verde a este coloso, olvidando, en un acto que raya en la amnesia colectiva, que Cancún ya no es el edén virgen de antaño, sino un oasis en peligro de extinción. El escándalo no tardó en estallar, desatando una marea de inconformidad ciudadana. Activistas, ambientalistas y amantes del azul celeste se alzaron en armas, metafóricas, por supuesto, ante este atentado contra la naturaleza y el buen gusto. ¿El resultado? Un amparo jurídico que logró detener, al menos temporalmente, el avance del Monstruo de Concreto.

EL VIERNES pasado, después de un lustro de conflictos jurídicos, la justicia federal otorgó el amparo a favor de los inconformes con el proyecto mientras en Playa Delfines la naturaleza clama por un papel protagónico para no ser entregada en bandeja de plata a los monstruos de concreto ante la mirada de empresarios hoteleros y las autoridades municipales que actuaron como si estuvieran en una obra de comedia negra, ignorando los gritos desesperados de un público que ya no desea más funciones. Las promesas de desarrollo y prosperidad resuenan huecas en los oídos de quienes han visto cómo cada proyecto all Inclusive resta inclusividad al acceso público de las playas, privatizando el paraíso trozo a trozo, dejando a la comunidad y a la madre naturaleza fuera del reparto.

LA HISTORIA no parece sorprender a nadie. Villas Solaris, S.R.L. de C.V., el promotor de este sueño de concreto, ha sido señalado históricamente por jugar al límite de la legalidad, construyendo muros donde debía haber cercas y desplazando tortugas marinas como si fueran simples peones en su tablero de ajedrez de ambición. La Procuraduría Federal de Protección al Ambiente comprobó las triquiñuelas de la empresa, pero, como suele suceder en estos melodramas ambientales, las consecuencias parecen ser apenas un tirón de orejas a quienes desean convertir el paraíso en un estacionamiento. Sin embargo, la voracidad inmobiliaria, alimentada por permisos municipales con olor a complicidad, amenaza con devorar los últimos vestigios de un paraíso que, una vez perdido, jamás recuperaremos.

@Nido_DeViboras