NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

DESDE el Caribe mexicano, ese paraíso donde las olas acarician suavemente la arena dorada y el sol baña a los felices turistas, se ha empezado a escribir una tragedia shakesperiana no de amores mal correspondidos, sino de dólares no extendidos, y que bien podría llevar como título: ‘Los traficantes de influencias también lloran’. Protagonista principal de este melodrama es Carlos Constandse Madrazo, eminente líder del Ecoparq Cancún y cabeza visible del Grupo Xcaret, quien ha encendido las alarmas ante la fortaleza imprevista del peso mexicano frente al dólar, situación que aunque parezca un bálsamo milagroso para los bolsillos de la mayoría, es un trago amargo para los titanes del turismo.

EN UN LAMENTO que bien podría musicalizarse con violines de fondo, Constandse llora su pena de cómo la depreciación de los billetes verdes está estrangulando el gasto de los turistas, esas fuentes inagotables de ingresos, sí de la economía local, pero principalmente la billetera particular. Según sus cálculos, hay un descenso escalofriante del 20% en el gasto per cápita. ¡Oh tragedia!, los extranjeros ya no pueden hacer que los billetes lluevan sobre Cancún como antes, cuando el tipo de cambio les permitía jugar a los millonarios por unos días.

Y MIENTRAS algunos en el sector turístico sienten que el cielo se les cae encima, no es menos cierto que este fortalecimiento del peso ofrece una paleta de oportunidades económicas para otros. La clase trabajadora, aquellos que cada día pulen los pisos de los lujosos hoteles y sirven margaritas en las barras hasta altas horas de la noche, ahora encuentran un respiro en su economía personal. El costo de vida, ligado estrechamente a las importaciones cuyos precios se vuelven más accesibles con un peso fuerte, podría ofrecer un alivio palpable a las familias que dependen de un salario en moneda nacional.

POR PRIMERA vez en mucho tiempo, el tipo cambio favorable es su héroe anónimo, que silenciosamente le brinda a los más necesitados la capacidad de estirar un poco más ese sueldo que siempre parece insuficiente. En este teatro de operaciones económicas, la mayoría de los mexicanos podrían celebrar el poder adquisitivo extra que les brinda un peso fuerte, contrastando dramáticamente con aquellos que ven evaporarse sus ganancias como lágrimas en la lluvia. Cuando el peso se pavonea con músculos fortalecidos, la industria turística del Caribe mexicano se debe ajustar el cinturón como ya lo hace la clase trabajadora que sobrevive en austeridad permanente.

LA BUENA noticia para el pueblo es mala noticia para los oligarcas de la hospitalidad ¡Qué ironía tan deliciosa! Al final del día, uno se pregunta: en este juego de pesos y contrapesos, ¿quién realmente gana? Quizás sólo aquellos que, como los bancos, saben nadar tanto en aguas tranquilas como en tormentas. Ellos no pueden disimular su sonrisa, esa sonrisa del gato de Cheshire que aparece cuando, sin importar si sube o baje el dólar, sus ganancias están aseguradas. Ellos, los verdaderos magos del universo financiero, juegan al alquimista con el tipo de cambio, transformando la fluctuación en oro puro, sin importar si el resto debe apretarse los cinturones.

MÁS QUE LLORAR, este escenario plantea un reto para los estrategas del turismo, quienes ahora deben afinar sus habilidades para atraer a los turistas sin depender de la ventaja del cambio barato. Es hora de innovar en la oferta turística, de agregar valor más allá del precio. ¿Podrían los encantos naturales, la rica cultura y la incomparable hospitalidad mexicana compensar la diferencia cambiaria? Este podría ser el momento perfecto para que muestren sus capacidades en rediseñar experiencias que capturen no sólo la cartera, sino también el corazón y el espíritu de los visitantes, asegurando que el Caribe mexicano siga siendo un destino irresistible, independientemente de las fluctuaciones del dólar.

@Nido_DeViboras