NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

EN UN ESCENARIO que parece sacado de un guion de ciencia ficción, donde las máquinas susurran secretos al oído de los consumidores en cada rincón de los centros comerciales, los diputados de Morena han decidido que es momento de hacer algo más humano, más terrenal. Y qué mejor ocasión que el Día del Trabajo para hacer una jugada maestra: proponer el aumento del aguinaldo de 15 a 20 días de salario. ¿Suena a noble gesto o a una calculada maniobra pre-electoral? A ambos, probablemente.

NO ES CASUALIDAD que después de medio siglo de inercia legislativa sobre este tema, justo cuando los trabajadores están siendo reemplazados poco a poco por circuitos y algoritmos, surge la brillante idea de incrementar el aguinaldo. Es como ofrecer agua en el desierto, pero asegurándose de que el oasis es sólo un espejismo. La diputada morenista Lidia García Anaya y sus compañeros de bancada han tomado la batuta en esta sinfonía de buenas intenciones, que bien podría titularse “Cuando el aguinaldo nos alcance”.

DURANTE su presentación en la alta tribunal legislativa, la diputada menciona que la reforma del artículo 87 de la Ley Federal del Trabajo no sólo es un acto de justicia, sino una necesidad urgente para combatir la desigualdad y los efectos de la inflación. A primera vista, la propuesta es impecable, un verdadero acto de equidad. Sin embargo, en la era digital, la ironía de mejorar una prestación laboral en un mundo donde los trabajadores humanos son cada vez más prescindibles es palpable.

NOS ENCONTRAMOS celebrando mejoras para una fuerza laboral que, paradójicamente, cada día es más reducida y automatizada. En los centros comerciales, ya no son necesarios los amables saludos de las cajeras ni sus manos hábiles para dar el cambio correcto. Ahora, las máquinas registradoras, implacables y exactas, se encargan de las transacciones. Este paisaje que se observa cada vez más en el sector comercial y que amenaza extenderse a otras actividades productivas, nos lleva a preguntarnos: ¿para quién serán esos 20 días de aguinaldo cuando las máquinas tomen completamente el control?

ADEMÁS, no podemos pasar por alto el contexto socioeconómico en que esta propuesta toma forma. Mientras el incremento del aguinaldo podría parecer un salvavidas para muchos, en realidad podría estar echando más leña al fuego de una economía inflacionaria donde el poder adquisitivo decae, no por días, sino por momentos. ¿Podría este aumento en el aguinaldo, por bienintencionado que sea, precipitar ajustes inflacionarios que anulen su beneficio real? Es una pregunta que flota en el aire, cargada de la incertidumbre que conlleva cualquier medida económica en un entorno tan volátil.

Y MIENTRAS los políticos juegan a ser los héroes de la clase trabajadora, un espejo debería levantarse frente a ellos para reflejar la realidad de sus acciones. Este aumento del aguinaldo, aunque sonoro y aplaudible, no resuelve el problema subyacente de la precarización laboral y la erosión del empleo humano frente al avance tecnológico. La verdadera discusión debería centrarse en cómo podemos preparar a nuestra sociedad para coexistir con la inteligencia artificial y la automatización, asegurando que las políticas públicas aboguen por una transición justa y equitativa para todos los trabajadores, no sólo aquellos que todavía no han sido reemplazados por algoritmos.

AUNQUE la clase trabajadora ciertamente merece mejores condiciones, este tipo de medidas debe analizarse con cautela. ¿Es realmente un paso hacia la equidad, o sólo una puesta en escena para los votantes? Bajo este contexto, el aguinaldo se convierte en un símbolo doble: por un lado, una mejora necesaria y justa; por otro, una promesa que podría no ser sostenible a largo plazo. Así, mientras los diputados levantan sus copas en brindis por la generosidad desplegada, los trabajadores podrían tener que calcular cómo vivir en un mundo donde, al final, el destino nos alcance y sólo las máquinas celebren el Día del Trabajo. ¿No sería más justo mejorar los salarios?

@Nido_DeViboras