NIDO DE VÍBORAS

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Por KUKULKÁN

¡AGÁRRENSE que vienen curvas! La Cuarta Transformación entra en su recta final con la espada desenvainada y el ojo puesto en la última trinchera del bloque conservador mexicano: el Poder Judicial. No se engañen, queridos lectores, este no es un simple ajuste de tuercas. Estamos hablando de una verdadera cirugía mayor, donde el bisturí de la reforma judicial del Presidente Andrés Manuel López Obrador pretende extirpar el cáncer de la corrupción judicial que durante años se ha dedicado a proteger intereses de la oligarquía mexicana.

LIBERAR a potenciales delincuentes tanto del crimen organizado como el de “cuello blanco” con la práctica común de los “sabadazos” o proteger intereses económicos de la élite empresarial, fueron algunas de las causas que motivaron la reforma que busca expulsar a los poderosos del último bastión que controlan: la justicia hecha a la medida del mejor postor. ¿Y cómo no iba a ser así? En un país donde los derechos se compran a precio de oro, y donde los tribunales y juzgados son, en palabras del presidente, simples servidores de los caprichos de la élite, era cuestión de tiempo para que la Cuarta Transformación apuntara sus cañones hacia los juzgados.

Y COMO buen western a la mexicana, el villano no se va sin dar la última pelea, aquí entra en escena la presidenta de la Suprema Corte, Norma Piña, pretendiendo ser jugadora de póker experimentada, sacó su as bajo la manga para bloquear la reforma desde las trincheras judiciales. Con una movida que huele a desesperación, instruyó a cuatro jueces federales para activar un juicio de amparo exprés, tratando de frenar lo que parece ser una avalancha legislativa. Pero, ¡oh sorpresa! La respuesta del Legislativo, encabezada por Ricardo Monreal, es un sonoro “¡No pasarán!”. Y es que, al parecer, la orden de suspensión tiene menos peso que un discurso de campaña.

EL CHOQUE de trenes está servido. Por un lado, un Legislativo que se prepara para aprobar la reforma judicial como si fuera una piñata en pleno cumpleaños, y por el otro, un Poder Judicial que se aferra a sus privilegios como un náufrago a su tabla de salvación. No es la primera vez que vemos este tipo de enfrentamientos, pero este, señores, tiene un sabor especial. Es la última gran batalla de la Cuarta Transformación contra los resquicios de un sistema que ha sobrevivido, para bien o para mal, a cada cambio de régimen.

MIENTRAS las espadas siguen en alto, la ciudadanía, esa que en teoría debería ser la gran beneficiada, observa desde la barrera con la resignación de quien sabe que, pase lo que pase, la justicia seguirá siendo para unos cuantos. Porque si algo ha demostrado la historia de este país es que, cuando el polvo se asienta, los de siempre siguen en pie, y los demás, bien gracias. Pero no nos adelantemos, que aquí la película todavía no termina. La reforma judicial aún tiene que sortear la discusión legislativa y quién sabe qué otras sorpresas tenga preparadas la Suprema Corte. Lo que queda claro es que el escenario está listo para un desenlace digno de los mejores dramas políticos: un choque frontal entre el Ejecutivo y el Judicial, con el Legislativo haciendo de árbitro parcial.

MANTÉNGANSE muy atentos, no se despisten que los próximos días serán clave para ver si la Cuarta Transformación logra dar el golpe de gracia al último reducto de la oligarquía mexicana o si, como tantas otras veces, la justicia se mantendrá como un club exclusivo al que sólo se entra por invitación (y con chequera en mano).

@Nido_DeViboras