Una mujer en el poder y dos Méxicos en disputa

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Por KUKULKÁN

EL ESCENARIO político mexicano no podría ser más surrealista. De un lado, la histórica llegada de Claudia Sheinbaum como la primera mujer presidenta de México, un momento que las voces progresistas describen como el inicio de la era del humanismo, la equidad y la justicia. Del otro lado, una oposición que parece atrapada en un bucle de desesperación, lanzando críticas que se pierden en el aire festivo que envuelve al Congreso de la Unión.

LA OPOSICIÓN panista, liderada durante la sesión por Guadalupe Murguía, hizo lo que mejor sabe hacer: gritar que el país está al borde del colapso. En un discurso cargado de cifras catastróficas y metáforas fúnebres, Murguía describió a México como un país en “quiebra financiera y moral”. ¿La culpa? Andrés Manuel López Obrador y su política de “abrazos, no balazos”, por supuesto. Lo curioso es que, mientras Murguía pintaba un país apocalíptico, el salón legislativo reventaba en aplausos para Sheinbaum, como si la realidad y las percepciones vivieran en universos paralelos.

MIENTRAS la oposición denunciaba los “fracasos” del pasado, en las filas de Morena y sus aliados, el ambiente era otro. Ricardo Monreal, líder de la bancada morenista, no perdió la oportunidad de poner el dedo en la llaga, recordándole a la oposición que el pueblo mexicano ya no cae en sus “viejas trampas”. Después de décadas de olvido, en las que el poder político se entrelazaba con los negocios de unos cuantos, el pueblo ha hablado, y ha decidido que no quiere regresar a esos tiempos que agudizaron la pobreza.

LO IRÓNICO es que mientras Murguía pedía a Sheinbaum que rompiera con la sombra de López Obrador y gobernara con autonomía, el senador Manuel Velasco, del Partido Verde, celebraba lo que él llamó la “continuidad de la Cuarta Transformación”. Con una sonrisa de oreja a oreja, Velasco proclamó que Sheinbaum es la líder ideal para llevar al país “al siguiente nivel de desarrollo y bienestar”, pero no sin antes agradecerle al “líder histórico” AMLO por haber construido los cimientos de este proyecto.

VELASCO, siempre astuto, destacó que Sheinbaum encarna el progreso y la esperanza para las nuevas generaciones, especialmente para las niñas y jóvenes mexicanas que, por primera vez, pueden ver a una mujer en la presidencia. “Llegamos todas”, declaró en su primer discurso como presidenta constitucional, reivindicando el papel de las mujeres de México, esas que “siempre tuvieron que callar” pero que ahora, finalmente, toman las riendas del país.

PERO no todos estaban celebrando. Norma Piña, presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, fue la convidada de piedra en esta fiesta. Desde su llegada al recinto, Piña fue recibida con gritos de “¡Fuera Piña!” por parte de simpatizantes de Morena y el PT. Durante la ceremonia, tuvo que soportar la crítica directa de Sheinbaum hacia el Poder Judicial, especialmente por los casos de corrupción. Con cada palabra, Piña se revolvía en su asiento, ajena a los vítores y abrazos que envolvían a la nueva presidenta.

AL FINAL del día, mientras Sheinbaum prometía profundizar el “humanismo mexicano” y consolidar la obra de su predecesor, la oposición seguía atrapada en su discurso de catástrofe inminente. El PAN, representado por Murguía, ofreció colaboración a regañadientes, pero siempre dejando claro que serán la “resistencia”. ¿Resistencia a qué? Al cambio, al humanismo, o tal vez, simplemente, a aceptar que el pueblo ya ha tomado una decisión.

MÉXICO vive ahora un duelo de visiones irreconciliables. De un lado, la euforia por la continuidad de la Cuarta Transformación y el optimismo de que Claudia Sheinbaum pueda llevar al país a nuevos horizontes. Del otro, una oposición que, atrapada en el pasado, sigue gritando en el desierto, esperando ser escuchada en medio de una fiesta que ya comenzó.

@Nido_DeViboras