Por KUKULKÁN
MIENTRAS la oposición sigue gritando “fraude” desde sus trincheras y denunciando un supuesto “robo” de curules para lograr una “sobre representación artificial” en el Poder Legislativo, la realidad se encargó de ponerles un buen golpe de realidad este 1 de octubre. La toma de protesta de Claudia Sheinbaum, la primera presidenta de México, no sólo fue un evento histórico para el país, sino que se convirtió en una clara demostración de que el mundo está más que dispuesto a reconocer su legitimidad. Porque, vamos, cuando tienes a 16 jefes de estado y representantes de 105 países vitoreando tu ascenso al poder, el argumento de una elección amañada suena más a eco que a realidad.
¿ELECCIÓN de estado? Quizá la oposición se olvidó de enviar sus invitaciones a Jill Biden, esposa del presidente de los Estados Unidos, o a Gustavo Petro, Gabriel Boric, Miguel Díaz-Canel y Luiz Inácio Lula da Silva, por mencionar sólo algunos. Porque ellos, junto con otros líderes internacionales, parecían más preocupados por asegurarse un buen asiento en el evento que en repetir las narrativas catastrofistas de la oposición mexicana. ¿Será que, a diferencia de algunos políticos locales, estos mandatarios internacionales entienden lo que representa una elección democrática y, más aún, saben que no se asiste a la toma de protesta de un gobierno ilegítimo?
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CLARO, la presencia de 105 países, entre ellos 22 organismos internacionales, no fue sólo un capricho de protocolo diplomático. Fue una declaración clara y contundente: México está listo para seguir en la mesa de los grandes jugadores globales, y ahora lo hará de la mano de una mujer. Claudia Sheinbaum, con su usual serenidad científica, se encargó de garantizarles a estos líderes mundiales que sus inversiones en México están seguras. Y no, no estamos hablando de promesas vacías.
CON SU TOQUE de pragmatismo, ella anunció esquemas financieros que permitirán la deducción de impuestos y el pago de derechos, además de abrir la puerta a la inversión privada en el sector energético. Es decir, mientras los críticos vociferan sobre la “crisis económica”, México sigue siendo una tierra fértil para el capital extranjero. Pero no todo es para los de fuera. La presidenta también dejó claro que la estrategia económica de su gobierno continuará apostando por lo que le ha funcionado a la administración de su predecesor: incentivar el mercado local.
NO POR NADA, el país ha salido a flote con una economía que, a diferencia de otros tiempos, no se tambalea como un castillo de naipes. Ahí está la sólida política de mejoramiento del salario mínimo, que pasó de ser una broma de mal gusto en sexenios pasados, a convertirse en un instrumento real para mejorar la calidad de vida de millones de trabajadores. Mientras algunos siguen empeñados en recordar los días gloriosos del neoliberalismo, en los que se ofrecían “reformas estructurales” que sólo beneficiaban a unos pocos, Sheinbaum se alinea con la estrategia de aumentar el poder adquisitivo de los más desfavorecidos.
POR SUPUESTO, no faltaron las advertencias sobre la reforma judicial, ese espinoso tema que ha hecho que los magistrados y jueces “autónomos” se atrincheren en una lucha de brazos caídos con salario incluido. Sheinbaum, con el respaldo de una mayoría legislativa sólida, dejó claro que no se dejará intimidar por los rumores y las desinformaciones que inundan las redes sociales. “No teman”, dijo la presidenta, en un tono tan sereno como firme. México sigue siendo un país de respeto a la autodeterminación y no injerencia en asuntos internos, planteó.
ES DECIR, mientras en otros países los líderes juegan a ser marionetas de las grandes potencias, aquí en México, el guion lo escribe la soberanía que reside en el pueblo. Y no podemos dejar de lado el contexto geopolítico. En un mundo donde los huracanes económicos y los terremotos políticos están a la orden del día, México ha mantenido el equilibrio. Mientras muchos países se hunden en deudas impagables o ven cómo sus economías colapsan, aquí el país sigue a flote, con una estrategia económica sensata y el respaldo de una comunidad internacional que está dispuesta a invertir. ¿Elección de estado? Que la oposición se quede con sus historias de terror. Aquí, la realidad es que el mundo tiene la vista puesta en un México que avanza, ahora, bajo el liderazgo de su primera presidenta.