- La automotriz japonesa planta bandera en México pese a la guerra de aranceles.
FELIPE VILLA
CIUDAD DE MÉXICO.- En tiempos donde el nerviosismo arancelario parece el pan de cada día para la industria automotriz, una marca japonesa ha decidido no subirse al tren de la incertidumbre. Honda, con la serenidad de quien sabe lo que tiene y lo que le conviene, ha confirmado que no mudará sus operaciones fuera de México, desinflando así los rumores que apuntaban a un éxodo provocado por la guerra comercial impulsada desde Washington.
La bomba informativa la soltó el diario japonés Nikkei, que sugería que Honda evaluaba mover parte de su producción de México y Canadá hacia Estados Unidos, en respuesta a los nuevos aranceles impuestos por la administración Trump. Pero apenas rebotó el eco en territorio mexicano, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, salió al quite: “Honda se queda”, afirmó categóricamente. Y con ello, se disipó una nube que amenazaba con aguar la fiesta del sector manufacturero.
Desde la compañía nipona también pusieron paños fríos al asunto. Negaron rotundamente que tengan planes de abandonar México o modificar sus operaciones actuales. Eso sí, no todo son flores. Como parte de su estrategia de adaptación al mercado –y para calmar las aguas del otro lado del Río Bravo– Honda adelantó que incrementará su producción en Estados Unidos hasta en un 30% en los próximos años. Un movimiento calculado, con visión binacional, pero sin sacrificar lo construido en tierra azteca.
Y no es poco lo que Honda tiene en juego en México. Con dos plantas en operación –una en El Salto, Jalisco, y otra en Celaya, Guanajuato–, la automotriz japonesa se ha convertido en un actor relevante no solo por el volumen que produce, sino por lo que representa en empleos, inversiones y confianza. La planta de Celaya, inaugurada en 2014 con una inversión de 800 millones de dólares, generó el año pasado más de 167,000 unidades del modelo HR-V y más de 317,000 transmisiones CVT. No está mal para un contexto global que apenas empieza a reacomodarse tras la pandemia y los reajustes económicos.
En Jalisco, la planta de El Salto mantiene su ritmo de producción de motocicletas con una capacidad anual de 100,000 unidades y una línea de nueve modelos diferentes. Ambas plantas, además, han sido reconocidas por su compromiso con la sostenibilidad. Prueba de ello es el reciente contrato firmado con Iberdrola México para garantizar que su energía provenga 100% de fuentes renovables.
La industria automotriz en México no es ajena a las amenazas comerciales. Las presiones para mover inversiones, modificar cadenas de suministro y renegociar tratados han sido parte del panorama en los últimos años. Y si bien algunas automotrices ya están evaluando ajustes logísticos, diversificación de proveedores y reingeniería de costos, la postura de Honda inyecta un poco de certeza en un entorno que tiende al sobresalto.
La noticia fue recibida con alivio en los corredores del gobierno federal y entre los proveedores locales que dependen en gran medida de las operaciones de la firma japonesa. No es solo una empresa que produce autos y motos. Es una pieza clave del engranaje industrial del país.
Mientras otras marcas hacen maletas o se mantienen en vilo, Honda decidió respirar hondo y seguir apostando por México. Que aumenten su producción en Estados Unidos no debe verse como una traición, sino como una maniobra pragmática para sobrevivir en una cancha donde las reglas cambian al ritmo de un tuit presidencial. Por ahora, México sigue en el mapa de la competitividad global. Y Honda, en el radar de los que prefieren el largo plazo al cortoplacismo histérico. Una buena noticia en medio de tanto ruido.