Trump y México: crónica de un ocaso anunciado

Fecha:

José Réyez

El 21 de enero, horas después de la confirmación del segundo mandato de Donald Trump, el debate sobre el futuro de las relaciones México-Estados Unidos se reavivó. En un contexto global marcado por la incertidumbre geopolítica, la pandemia y el ascenso de China, Trump regresa con una agenda que, aunque polémica, exige un análisis más allá de los esquemas tradicionales.

De acuerdo con David Pérez Esparza, investigador asociado en la Universidad de Harvard y analista en seguridad y política internacional. colaborador con organismos como el BID y la Unión Europea, Donald Trump no es un presidente que pueda analizarse bajo parámetros racionalistas clásicos. Su fortuna política se construyó sobre la negociación agresiva, el dominio del espectáculo y un nacionalismo que resonó en una América profunda desencantada.

A pesar de su retórica divisiva —racista, misógina y clasista—, su primer mandato (2016-2020) dejó resultados paradójicos para México: crecimiento económico bilateral, ausencia de conflictos bélicos y la no materialización de promesas como el muro pagado por México o las deportaciones masivas.

Trump logró algo inédito: una relación funcional, aunque tensa, con el gobierno de López Obrador. Ambos, desde posiciones ideológicas aparentemente antagónicas, coincidieron en priorizar la pragmática económica sobre la retórica. El T-MEC, heredero del TLCAN, se consolidó como un eje de integración, mientras que la relocalización de empresas de Asia a Norteamérica (nearshoring) benefició a México.

- Anuncio -

Uno de los temas más delicados es la decisión de Trump de catalogar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas. Esta medida, más que un análisis técnico —pues el crimen organizado y el terrorismo difieren en objetivos y métodos—, responde a una narrativa útil para su base electoral. El crimen organizado mexicano busca lucrar, no sustituir al Estado; sin embargo, la etiqueta de “terrorismo” permite a Trump alimentar el miedo y justificar acciones unilaterales.

No obstante, esta postura es contradictoria. Declarar a los cárteles como terroristas implicaría reconocer que Estados Unidos está infiltrado por grupos armados extranjeros, un golpe a su soberanía que Trump difícilmente aceptaría. Además, choca con su promesa de reducir el gasto público: una operación antiterrorista en México sería costosa y requeriría alianzas que el gobierno mexicano ha descartado.

Trump revive la doctrina Monroe (“América para los americanos”), pero con un giro neocolonial. Sus comentarios sobre recuperar el Canal de Panamá o adquirir Groenlandia —territorio danés rico en recursos— reflejan una nostalgia imperial. Sin embargo, esta postura ignora un hecho crucial: Estados Unidos necesita más a México que viceversa. Ante la disyuntiva de aliarse con México o depender de China, Trump prefirió lo primero, aunque sin abandonar su retórica antiinmigrante.

China representa el verdadero desafío para Washington. Trump intentó contener su influencia, pero el ascenso chino es imparable. México, por su posición geográfica y capacidad manufacturera, se perfila como un actor clave en esta pugna. La paradoja es que, mientras Trump busca “hacer América grande again”, acelera sin querer el declive de su propio imperio, sustituido por un orden multipolar donde Asia lidera.

Trump regresa con promesas renovadas: terminar el muro, deportaciones masivas y tarifas comerciales. Sin embargo, estas propuestas enfrentan obstáculos prácticos. El muro sigue incompleto por falta de presupuesto; las deportaciones masivas dañan economías estadounidenses dependientes de mano de obra migrante; y las tarifas comerciales afectarían a consumidores y empresas que dependen del T-MEC.

Su alianza con la presidenta Sheinbaum será determinante. Ambos son pragmáticos: Sheinbaum evita confrontaciones directas para proteger la estabilidad económica, mientras Trump mantiene su discurso duro para satisfacer a su base. La ironía es que, pese a sus diferencias, comparten rasgos: austeridad fiscal, nacionalismo económico y un cálculo frío ante los medios.

Trump es el último bastión de un Estados Unidos que se resiste a aceptar su declive como hegemonía única. Su estrategia no evita el fin de una era, sino que la retrasa. Para México, esto representa una oportunidad: aprovechar su relevancia geopolítica, diversificar alianzas y fortalecer su posición ante un vecino que, aunque poderoso, es cada vez más vulnerable.

El segundo mandato de Trump no es una repetición del primero. El mundo ha cambiado: la pandemia, la crisis climática y el auge tecnológico redefinen las reglas. México debe actuar con astucia: negociar sin sometimiento, cooperar sin ingenuidad y, sobre todo, construir un proyecto de nación que trascienda los vaivenes de la política estadounidense. Porque, al final, el futuro de México no depende de Trump, sino de su capacidad para convertirse en un actor imprescindible en el tablero global.

- Anuncio -
Guardar esta Publicación

Compartir:

Suscríbete

Lo + Popular

Más como esto
Relacionado

Respalda MC propuesta para desaparecer las ‘pluris’

Movimiento Ciudadano anunció el apoyo a la propuesta legislativa de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo para extinguir la figura de los plurinominales.

Invitan a universitarios a realizar servicio social en el Congreso de Yucatán

El llamado a los estudiantes de la Universidad Autónoma de Yucatán permitirá trabajar de cerca en los procesos legislativos del estado, una perspectiva fresca y novedosa.

Natanael Cano y su novia Marissa Blanco pasean en París

Natanael Cano se hizo presente en ‘La Semana de la Moda’ en París, acompañado de su novia Marissa Blanco.

Buscan jóvenes crear conciencia contra consumo de drogas

El grupo ‘Renacer’ escenificó el hallazgo de una persona víctima de la droga ilícita, como una forma de llamar a la prevención e implementar políticas públicas en la población de Ticul, Yucatán.