Elmer Ancona Dorantes
La aparición de Andrés Manuel López Obrador, este domingo, día especial para elegir a los candidatos del Poder Judicial, dejó sorprendidos a más de uno, o sea, a todos.
Primero, a aquellos que aseguraban que estaba en el exilio huyendo de sus enemigos internos y externos, muy en especial de las garras americanas de Donald Trump, el “oscuro cazador” de criminales mexicanos a los cuales Estados Unidos cobijó durante mucho tiempo.
También sorprendió a los propios morenistas que durante meses no supieron dónde andaba su líder moral; quizá sólo unos cuantos, una pequeña élite de la izquierda marrón, sabía con certeza dónde moraba su fundador.
Pero, para ser honestos, como mexicanos ¿realmente nos importaba saber dónde vivía, o se escondía, o descansaba, o pernoctaba el ex presidente de México? ¿Verdaderamente nos preocupaba y nos quitaba el sueño? Ni madres.
Recientemente apareció Enrique Peña Nieto en un espectáculo de magia, en Punta Cana, República Dominicana, haciendo sus clásicas payasadas ¿Cómo mexicanos nos aportó algo para el bienestar personal o familiar, o como simples ciudadanos? Ni madres.
Recientemente, también apareció en la escena nacional el ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, para alertar de los peligros que corre México con el debilitamiento del Poder Judicial
¿Acaso nos quitó el sueño el escucharlo y cimbró nuestras almas y conciencias lo que vino a decirnos? Ni madres.
Y hasta no hace mucho apareció Felipe Calderón Hinojosa en un lujoso yate, en algún lugar del mundo, dándose la vida de rey en compañía de Margarita Zavala y de su hija.
¿En verdad afectó nuestra tranquilidad, nuestra paz interna o nuestra estabilidad nacional? Ni madres. Y lo mismo podemos decir de Vicente Fox y de la mezquina vida que disfruta en su rancho.
Sólo la gente ignorante, obtusa, mezquina, terca, necia, ciega, sorda y embrutecida puede sentirse “halagada” con la aparición de estos personajes públicos que únicamente trabajaron para ellos y para sus grupos políticos, que maquinaron todo para disfrutar sus propios logros.
Todos ellos, sin desdeñar a ninguno, sin menospreciar sus colores partidistas, hicieron poco o mucho por México; todos ellos son simples marionetas de un sistema superior y depredador que los trae colgando con frágiles hilos, cual marionetas.
Por otra parte, lo que dijo este domingo López Obrador puede ser codificado y decodificado de diferentes maneras ¿Realmente fue un “espaldarazo” para Claudia Sheinbaum, el haberle dicho que, hoy por hoy tenemos, a la mejor presidenta del mundo? ¿qué payasadas son esas?
Estas expresiones ¿la benefician? ¿la perjudican? Son amenazas veladas de ¿“o estás conmigo o estás contra mí”? Cada quien lo razonará o interpretará a su manera, de acuerdo con su muy limitada perspectiva o según los intereses políticos que defienda.
Para mucho, la reaparición de Andrés Manuel fue una especie de “autocoronación”, muy al estilo napoleónico, por haber participado en lo que yo considero -sin lugar a duda- su obra magna: el desmantelamiento del Poder Judicial (para bien o para mal).
Pero no hay que olvidar el histórico pasaje político que vivió Carlos Salinas de Gortari, cuando logró por primera vez establecer un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá.
Fue tan grandioso este logro que muchos lo candidateaban como presidente de la tan disputada Organización Mundial del Comercio (OMC); otros más dijeron que, de conseguirlo, se “autocoronaría”, como un auténtico líder internacional.
Poco le duró el gusto: le mataron a su candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio; le apareció -le armaron- una guerrilla zapatista, justo el mismo día de la firma del tratado comercial con sus socios norteamericanos; le asesinaron a José Francisco Ruiz Massieu, su cuñado y uno de los mejores presidenciables, eso sin contar que a su hermano Raúl lo mandaron a prisión.
Le tiraron la corona de un bofetón político, con un simple soplido. Así han terminado todos los presidentes en México: en el ostracismo. Aunque digan que se “guardan” para escribir sus memorias, o porque están preparando un libro, lo cierto es que temen ser asesinados como Moctezuma, apedreados por su propio pueblo, bajo la conducción y manipulación de la realeza oculta, del tlahtocayotl.
Como mexicanos, como personas serias que debemos ser, no debemos dar de brincos de felicidad por lo que hacen nuestros políticos en activo, por nuestros ex presidentes.
Debemos seguir siendo críticos de su actuar, por ser la única forma de progresar como nación. Las “autocoronaciones” dejémoslas para los tiempos pasados, cuando los príncipes se creían los emperadores del mundo y terminaban encarcelados en una solitaria isla. Digamos adiós a las “victorias simbólicas” que no sirven para nada.
@elmerando
