El glifosato y la epidemia de cáncer en México

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Zósimo Camacho

El prestigiado Instituto Ramazzini confirmó científicamente lo que otros organismos científicos internacionales ya adelantaban: la relación directa entre el cáncer y la exposición al glifosato. La burguesía trasnacional de los alimentos, que pedía “¡evidencias, evidencias!”, siempre supo de la toxicidad del agroquímico. En aras de mantener sus altas tasas de ganancia pagó campañas para desestimar las pruebas y asegurar que este veneno era prácticamente inocuo.

Hoy ya no podrá volver la vista a otro lado. La reciente investigación del Instituto Ramazzini (2025), en el marco del Estudio Global del Glifosato (GGS, por su sigla en inglés), confirma lo que numerosas investigaciones venían señalando: el glifosato es un potente carcinógeno.

Los hallazgos fueron publicados por la prestigiosa revista científica Environ Health 24, 36 (2025), en el artículo “Carcinogenic effects of long-term exposure from prenatal life to glyphosate and glyphosate-based herbicides in Sprague–Dawley rats” (Efectos cancerígenos de la exposición a largo plazo desde la vida prenatal al glifosato y a los herbicidas a base de glifosato en ratas Sprague-Dawley).

Esta investigación cuenta no sólo con la participación del Instituto Ramazzini (Italia). También, de la Alianza de Investigación en Salud Heartland (Estados Unidos, EU), el Boston College (EU), el Instituto de Salud Preventiva (EU), la Fondazione Carisbo (Italia), la Fondazione del Monte di Bologna e Ravenna (Italia), la Associazione Federide (Italia), la Coop Reno (Italia) y el Coopfond Fondo Mutualistico Legacoop (Italia).

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En los últimos años, el glifosato –el herbicida más utilizado a nivel global– se ha convertido en el centro de una intensa polémica científica, económica y política. Mientras estudios independientes acumulan evidencia sobre sus efectos cancerígenos, el poderoso lobby agroindustrial en México sigue defendiendo su uso con argumentos económicos. Este conflicto entre salud pública y ganancias corporativas representa uno de los desafíos más importantes para la política ambiental y agrícola del país.

Hoy, la investigación de 32 científicos, encabezados por las doctoras Simona Panzacchi y Eva Tibaldi, comprueba tajantemente los efectos carcinogénicos del glifosato. La investigación demostró un aumento estadísticamente significativo en tumores malignos y benignos en múltiples órganos (hígado, riñones, sistema linfático, piel y otros) en ratas expuestas desde la gestación hasta la edad adulta.

También refutó las dosis “seguras”. El estudio encontró efectos cancerígenos incluso en la dosis considerada “aceptable” por la Unión Europea (0.5 mg/kg/día), equivalente al consumo diario aceptado en México y en gran parte del mundo.

Además, comprobó los efectos adversos a la salud en formulaciones comerciales, es decir, en productos para la venta al público. Los herbicidas más usados, como Roundup Bioflow y RangerPro, de Bayer-Monsanto, demostraron ser igualmente peligrosos que el glifosato puro.

También la investigación detalló la aparición temprana de cáncer entre los seres vivos expuestos al glifosato. El 40 por ciento de las muertes por leucemia en los grupos de ratas tratados ocurrieron antes de las 52 semanas, mostrando un efecto acelerador del desarrollo tumoral.

A la fecha, se pueden encontrar decenas de “estudios” elaborados o pagados por Bayer-Monsanto para asegurar que no “hay evidencia” de que la manipulación y uso del glifosato represente riesgo alguno para las personas. Erogaron recursos para desestimar los estudios que en México realizó el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt). ¿Ahora qué dirán los defensores de este tóxico? ¿Qué hará la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) para proteger a la población mundial?

¿Y qué hará México? Este país importa anualmente 4 millones 500 mil toneladas del herbicida. El agronegocio mexicano, representado principalmente por el Consejo Nacional Agropecuario (CNA), ha ejercido una fuerte presión para mantener su uso. Se apoya en una red de influencia que incluye a académicos, funcionarios y medios financiados por la industria.

“No hay consenso científico”, han dicho siempre las trasnacionales de los alimentos. Citan estudios financiados por la industria, pero ignoran las más de mil investigaciones independientes que muestran daños. Y aseguran falsamente que “no hay alternativas”, cuando la agroecología ha demostrado ser viable en numerosos casos, aunque requiere inversión inicial y capacitación.

Desde el sexenio pasado, México dijo apostar por eliminar gradualmente, pero finalmente en su totalidad, el uso de glifosato. Para ello emitió un decreto presidencial en 2020. Lo cierto es que hoy en día las importaciones siguen en niveles altos. En los hechos, la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) ha cedido a presiones del sector empresarial. Ni siquiera existe un plan real de transición con apoyo a pequeños productores.

Se estima que en México alrededor de una de cada cinco personas desarrollará cáncer a lo largo de su vida. La tasa de mortalidad por cáncer, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), es de aproximadamente 70.8 defunciones por cada 100 mil habitantes. Esto representa alrededor del 11.4 por ciento de todos los decesos en el país. Esta enfermedad es la tercera causa de muerte. En 2023, año del último registro, hubo 91 mil 562 decesos por este mal. Los tipos de cáncer más comunes son el de mama, próstata, colorrectal y el de pulmón.

Y como la aparición de esta enfermedad es multifactorial, no se ha señalado un agente específico que lo desencadene. Es momento de volver la vista no sólo al ambiente. También a los alimentos. ¿Cuántas plantas, hortalizas y legumbres se cultivan con glifosato? ¿Y la carne? Es preciso recordar que hoy el ganado se engorda en México con maíz forrajero que se produce en cantidades descomunales en Estados Unidos. Sí, transgénico y con glifosato.

El caso de este herbicida, conocido como “matatodo”, representa la clásica disputa entre intereses económicos poderosos y el derecho a la salud. Mientras países europeos avanzan en su prohibición, México sigue estancado en debates pseudocientíficos promovidos por quienes priorizan ganancias sobre vidas humanas.

La evidencia es clara: cada año de retraso en la eliminación del glifosato significa miles de casos potenciales de cáncer y otras enfermedades graves. La Sader debe decidir si está del lado de la ciencia y la salud pública, o cede ante las presiones corporativas.

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